La preocupación ambiental es un tema
actual en nuestro país. Esto se expresa en los medios de comunicación, los
discursos de técnicos o políticos e incluso el sentido común de la mayor parte
de nuestra población, tal como lo han registrado encuestas realizadas por
organismos especializados en los últimos años (APOYO, 1991 ; 1995), Cuánto
(1997). También hay organizaciones dedicados a su tratamiento sistemático.
¿Pero qué significa esta preocupación?,
¿es sólo una percepción compartida o constituye ya un interés social?, ¿quién o
quiénes expresan los intereses ambientales del país?, ¿cuál es su entronque con
la historia, el pensamiento y las necesidades estructurales de nuestro país?.
Todavía está pendiente hacer una lectura
de nuestra historia ambiental, pero algunas ideas se pueden adelantar esperando
que sean de utilidad en la presente coyuntura mental y aporten a nuestra
identidad como a la construcción de un ambientalismo propio que nos alcance y
comprometa a todos.
Nuestro país es muy complejo. Existen
muchos estudios y acercamientos comprensivos de sus características. Los hay
desde las ciencias histórico- sociales, las ciencias naturales, la literatura,
el arte, la tradición y saber popular, la fe religiosa, entre otras. Todas
pueden ser válidas- unas más que otras- pues dan cuenta de los diferentes
aspectos, momentos y actores de la realidad. Una lectura lúcida del país supone
entonces tener en cuenta la totalidad de estos aportes. También un pensar que
"inicie de nuevo" a partir de destronar el imperialismo de la razón
teórica objetiva y dar confianza a la intuición (Santuc, 1995).
Una expresión
de esta ampliación de enfoques comprensivos es la crítica al cientificismo y el
crédito que dan a la obra literaria- por ejemplo de José María Arquedas-
algunos autores al evaluar el desempeño de las ciencias sociales en el país
(Portocarrero, 1993) o la búsqueda de conocimientos sobre nuestra realidad por
caminos realmente insospechados: los sueños infantiles (Portocarrero, 1989) o
la locura (Ruiz, 1994).
No es propósito de este trabajo hacer
una relectura integral del país, sino simplemente advertir su necesidad y
proponer- entre otros acercamientos- una evaluación histórica correlacionando
intensivamente las dinámicas humana y ecológica, como lo intentan Pablo Sánchez
(1994), Antonio Brack (1994) o Ernesto Yepes (1993).
También se propone sugerir la
articulación del pasado con la visión prospectiva hacia el futuro, sobre la
base del uso diversificado de nuestro territorio, tal como fue planteado ya en
la década pasada por Francisco Sagasti (1993), al diseñar los futuribles o la
moderna utopía peruana. Otro aporte en este sentido fue hecho por la Comisión
Nacional preparatoria de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio
Ambiente y el Desarrollo en su informe final (CNUMAD, 1992).
Versiones más actuales de este
pensamiento integrador del país, desde un enfoque más operativo y empresarial,
puede encontrarse en el Movimiento Perú 2021, el Proyecto Empresarial Peruano
(PEP) y la visión de futuro construida por CADE 1996.
Esta "visión ampliada" del
país es la que posibilitará cuestionar tradicionales y arraigados esquemas
mentales (por ejemplo que el Perú es un "mendigo sentado en un banco de
oro"), que han subvalorado e inhibido el aporte del trabajo y creatividad
humanas desperdiciando oportunidades de crear riqueza (Castro, 1995), como
tampoco han permitido percibir ni valorar la diversidad de paisajes, recursos
biológicos y genéticos con que contamos- entre otros potenciales- planteados
tempranamente por autores como Dourojeanni (1987).
Igual es el caso de la visión de
"país agrario" teniendo no más del 5.91% del territorio apto para
actividades agrícolas, (predominando las tierras de aptitud forestal, las de
pastos y las de protección) o constatando que el país está ubicado en una de la
zonas más propensas a la desertificación a nivel mundial- siendo árido el 36%
de nuestro territorio sobre el que se asiento el 90% de la población incluyendo
la mayor porte de la actividad agropecuaria, industrial y minera del país)-
(INRENA- PNUMA-FAO, 1993).
O aquella visión del país construida a
partir de la percepción y experiencia costeña y andina, sin considerar que 60%
de nuestro territorio es amazónico con los grandes aportes- de ecosistemas y
culturas- que ello implica para el desarrollo futuro del país y la misma
sustentabilidad de la vida en el planeta, tal como lo resaltan Heinrich Herberg
(1995) y recientemente el Instituto de Investigación de la Amazonia Peruana
(IIAP, 1996).
Un replanteamiento de esta magnitud comprometerá
las clásicas disciplinas e identidades académicas (economía, sociología,
antropología, etc.), abriendo en cambio otras (la ecología humana por ejemplo)
y definitivamente obligará a enfoques integradores, transdisciplinarios y
operativos (proyectación ambiental).
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NUESTRA
HERENCIA SOCIO-AMBIENTAL ( *)
El Perú es heredero de milenarias
culturas andino- amazónicas que lograron desarrollarse con un relativo
equilibrio entre sus necesidades de sobrevivencia y la dinámica de los
procesos naturales. Esto fue posible gracias a mentalidades, sistemas
sociales y estrategias tecnológicas que permitieron una optimización de las
capacidades laborales, un adecuado poblamiento del territorio y el
aprovechamiento de los recursos sin sobrepasar su capacidad de regeneración o
producir severos daños a los ecosistemas.
El Perú es también resultado de un
proceso de conquista y colonización europea que significó un profundo trauma
humano y el inicio de un severo deterioro ambiental. El virreynato con su
visión depredadora, saqueó los recursos naturales e inhumanizó la vida del
continente.
Resultado de ello son la drástica caída demográfica, la
desestructuración de los ordenamientos étnicos y sociales tradicionales, la
pérdida cultural y, lo mas grave, la imposición de valores humanos y
económicos ajenos a nuestra historia y ambiente. A nivel productivo resaltan
el abandono y destrucción de andenes y canales de riego, la tala de bosques
costeros y serranos, el casi exterminio de los camélidos sudamericanos, entre
otros.
La república continuó con estas
prácticas depredadoras, extendiéndolos- bajo forma de "boom"
económico- a otros recursos naturales: en el siglo XIX, el guano, salitre,
caucho, pastos y bosques cordilleranos y, en el siglo XX, el pescado,
petróleo, fauna y flora silvestre, lo cual ha conllevado deterioro de nuestros
ecosistemas y empleo irracional de la energía laboral humana.
Paralelo a ello
la introducción de tecnologías inapropiadas (sobre todo en la extracción y
procesamiento de nuestros minerales y las industrias de transformación en las
grandes ciudades y puertos) ha producido- y está produciendo- impactos
negativos como la mortandad de ríos, lagunas y de importantes sectores de
nuestras costas marinas, así como la contaminación atmosférica.
En las últimas décadas el proceso de
modernización, la crisis económica y la violencia propiciaron una importante
ola migratoria hacia las ciudades produciendo un sentido impacto humano
(tugurización, epidemias, desintegración social, etc.) y nuevos problemas
como la urbanización de tierras agrícolas y el crecimiento irracional del
parque automotor con su secuela de contaminación y problemas de tránsito, la
contaminación industrial y otros. Pero, la migración también se ha dirigido
hacia la región amazónica, derivando en la forzada colonización-
deforestación de la selva alta, el cultivo y procesamiento ilícito de hojas
de coca, la inadecuada extracción del oro y, en general, la explotación
irracional del suelo y los recursos madera, frutos y fauna silvestres.
Este recuento- hipercrítico- no se
propone abonar una imagen desdichada del país, todo lo contrario, busca
mostrar los puntos límites a los que hemos llegado con nuestros esquemas a
fin de cuestionar los patrones de desarrollo seguidos y avanzar hacia
enfoques más heurísticos de acuerdo a la nueva conciencia- y las nuevas
sensibilidades- planteadas por la humanidad a puertas de un nuevo milenio.
Aunque de modo incipiente el país
viene dando pasos en ese sentido. Son indicadores de esto el inicio de una
reestructuración y despegue económico (con criterios productivos, de competitividad
global y responsabilidad ambiental), como la evolución de su mentalidad
económica (aparición de una cultura empresarial desde la base y tendencia a
la superación del mercantilismo).
Con ello quizá se pueda avanzar hacia una
economía social y ecológica de mercado capaz de satisfacer las nuevas
exigencias de calidad y productividad, de protección ambiental y
aprovechamiento sostenible de sus recursos y- por esta vía- dar pasos
eficaces hacia sistemas de producción y modos de vida más equitativos y
humanos, tal como no se pudo hacer con ideas y modelos fundados sólo en
ideologías o indicadores económicos.
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