viernes, 24 de junio de 2016

Recomendaciones para lograr valores y una conducta ambiental


Lo que constituye como propio de una educación ambiental no formal:

§  Elegir un destinatario concreto para cada tema y ajustar los mensajes y estrategias a éste.

§  Tener en cuenta todos los aspectos del destinatario: su edad, su motivación, su inteligencia, sus emociones y sus experiencias, su localidad y sus posibilidades de participación y responsabilidad en los problemas o valores ambientales analizados.

§  Mantener la coherencia en todos los aspectos del programa a realizar: objetivos, sujetos, medios, alcances... con la metodología y los medios para alcanzar los fines.

§  Todo el proceso debe desembocar en la acción positiva sobre el entorno de mejora, de sensibilización y concientización, de resolución de problemas, de prevención.

§  Crear un clima de aprendizaje donde el que analiza los problemas sea el propio sujeto de aprendizaje, quien se haga consciente de su "realidad y trace sus propios fines".

§  Desarrollar un sentido crítico, de tal forma que los sujetos puedan analizar cualquier expresión de la sociedad, como los medios masivos, las estrategias publicitarias que inducen al incremento del deterioro ambiental, las campañas encauzadas al consumo irracional, etc.

§  Entender la participación social como un fin último de la educación ambiental. Definir la participación como un proceso metodológico en sí, que tiene momentos educativos claros tales como la identificación de problemas, la búsqueda de soluciones alternativas, el análisis de cambio de viabilidad, las actuaciones sobre el entorno y la evaluación.


§  Es interesante buscar alianzas con asociaciones o colectivos que podrían actuar como amplificadores de los contenidos ambientales, incorporándolos a sus programas.

Las empresas y sindicatos, en la mayoría de los casos, no practican la Educación Ambiental, probablemente debido a su desconocimiento o por falta de interés. 

El Libro Blanco de España (1999), nos da grandes alcances para poder accionar y relacionar la Educación Ambiental, para lo se reproduce el Capítulo 6.3 para tenerlo como Marco de referencia para su aplicación.

jueves, 23 de junio de 2016

Ética ambiental

  
Las actitudes y la ética ambientales varían de una cultura a otra y reciben la in­fluencia de factores sociales, teológicos y ambientales. Una ética ambiental está compuesta por tres elementos principales:

El daño a las personas
El daño a las plantas y los animales
El daño a los sistemas naturales.

No es posible examinar todo el ámbito de la ética y de sus influencias culturales, políticas y teológicas. Vale la pena, sin embargo, darse cuenta de que ha habido ética ambiental desde que el hombre apareció originalmente como especie, y es parte inte­grante de todas las creencias religiosas.

Una observancia principal de los budistas es el papel de la santidad de todas las formas de vida. Un ejemplo de ética desarrollada en una cultura que tenia armonía ecológica era la de los indios norteamericanos. Las diversas tribus indígenas tenían un respeto profundo por el medio ambiente, y no hay duda de que reconocían que la tierra tenía un espíritu. 

Cuando Alce Negro, un hombre santo en los Sioux Oglala, habla de "la belleza y la extrañeza de la tierra" el habla de la reverencia por el medio ambiente cotidiano, un ambiente que estaba entretejido con la vida de los indios. La cercanía con que los indios se sentían unidos a la tierra esta reflejada en los dichos y declaraciones de sus pueblos. El jefe Lutero Oso Erguido, nacido en 1868, dice: "Los Sioux eran verdaderos naturalistas. Amaban la tierra y las cosas de la tierra, y su apego crecía con la edad. 

Los ancianos llegaban literalmente a amar el suelo y se sentaban o reclinaban sobre el terreno con un sentimiento de estar próximos a un poder maternal. Era bueno para la piel tocar la tierra y a los ancianos les gustaba quitarse sus mocasines y caminar con pies desnudos sobre la tierra sa­grada. Sus tiendas se construían sobre la tierra y sus altares eran hechos de tie­rra. Los pájaros que volaban en el aire llegaban a descansar sobre la tierra, y ella era el lugar de descanso final para todas las cosas que vivían y crecían. El suelo aquietaba, fortalecía, limpiaba y sanaba" (Mc Luran 1971).

En esta cultura el parentesco con todas las criaturas de la tierra, del cielo y del agua era un precepto real y activo. Había un sentimiento de hermandad hacia los ani­males del mundo.

En la cultura Inca, algo similar ocurrió, un respeto por la tierra, el agua, los felinos, por las aves, por los reptiles, etc. Y hasta ahora en muchas comunidades se sigue esta tradición, aunque no como antes, con el culto a la madre tierra “la pachamama”, al sol “Inti raymi”, al cerro, a los reptiles del suelo y del agua, a determinadas aves, etc.

Tanto los Sioux como nuestros antepasados incas creían que el corazón del hombre alejado de la naturaleza se endurece y que la falta de respeto por las cosas que crecen y viven pronto conduce a igual falta de respeto por los seres humanos.

Mientras esta ética profundamente espiritual y ambiental existía en muchas cultu­ras de los países menos desarrollados, ella declinaba en el mundo occidental. A pesar de esto, muchos tienen conciencia de la perdida, en particular, de los efectos deshu­manizantes y desocializantes de la rápida industrialización y urbanización y de sus efectos sobre el medio ambiente. 

Esta preocupación no se manifiesta solo en la formación de grupos de presión ambiental, sino también, en grupos más académicos se desarrolla una filosofía ambiental que evalúa las relaciones entre el hombre y los seres que lo acompañan y sus relaciones con el entorno biofísico.

La filo­sofía ambiental aporta una valiosa perspectiva contemplativa a un modo de pensar que esté preocupado de la aplicación de técnica de gestión y del activismo político. Con frecuencia, la formulación y el desarrollo de una filosofía ambiental comprenden la re­solución de los elementos contradictorios que considera, como por ejemplo la restricción ambiental de la libertad, la protección de la soberanía y las cuestiones de dere­chos morales y culturales. El propósito de la filosofía ambiental es desarrollar una ética que facilite actitudes y prácticas prudentes hacia el medio ambiente. Se sostiene una gran variedad de pun­tos de vista diferentes en el mundo occidental.

Se reconocen dos tipos básicos de pensamiento, el ecocentrismo y el tecnocentrismo. La actitud ecocéntrica es aquella que tiene poca fe en la tecnología de gran escala, cree que el materialismo por si solo este equivocado y que la naturaleza tiene importancia intrínseca para la humanidad, y tiene gran respeto por la idea de que las leyes ecológicas dictan la moral humana. La actitud tecnocéntrica tiene una gran fe en que el hombre va a encontrar una salida de sus dificultades, ya sea por la vía política o por la tecnológica.

Una forma de pensamiento ecocéntrico es el de los tecnologístas intermedios y autodependientes, que tiene mucho que ofrecer a los países en desarrollo cuya gente tenga la voluntad de desarrollarse en forma independiente. Los tecnologístas interme­dios tienen poca fe en la tecnología de gran escala y sus demandas asociadas a élite de expertos, autoridad estatal central e instituciones inherentes antidemocráticas. 

Ellos ponen énfasis en la pequeña escala y por consiguiente en la identidad comunitaria de asentamiento, trabajo y ocio; y la integración de los conceptos de trabajo y ocio a través de un proceso de participación personal y mejoramiento comunitario. Ellos dan importancia a la participación en asuntos comunitarios y a garantizar los derechos de las minorías. Se ve en la participación tanto educación permanente como función polí­tica. 

Para hacer frente a las angustiantes tendencias del desarrollo occidental, los ambientalistas y economistas como Schumacher en 1973 y Pirages y Ehrlich (1974) han desarrollado ideas basadas en comunidades sustentables y autodependientes, de pequeña escala, gobernadas principalmente a base de participación comunitaria.

Uno de los problemas ambientales más apremiantes es mantener la sustentabili­dad de los ecosistemas finitos. Muchos creen que la solución de este problema está en la colaboración armoniosa con la naturaleza y el control basado en la comprensión ecológica y la ética de servicio.

Para transformar una actitud destructiva hacia el medio ambiente en una que se traduzca en una tierra sustentable, será necesario desarrollar diversos enfoques ecológicos, humanísticos y teológicos. El aprovechamiento y el de­sarrollo de una mejor comprensión de estos enfoques pueden formular o dar énfasis a valores de prudencia ambiental.

Miller y Armstrong  en1982 sugirieron una serie de pre­guntas que valdría la pena evaluar: ¿Es la humanidad la fuente de todo valor?. ¿Existe la naturaleza para ser explotada?, ¿Se basa el éxito en la riqueza material?, ¿Son ilimi­tadas las fuentes materiales?, ¿Elijen los seres humanos que adaptarse al medio ambiente o solo necesitan controlarlo utilizando la ciencia y la tecnología? Para un sis­tema cultural diferente podría aplicarse un conjunto diferente de preguntas.

Será interesante descubrir como surgió históricamente la actitud del hombre ver­sus naturaleza en cada cultura, aunque las culturas más desafiantes y vitales podrían haber tratado de desarrollar actitudes ambientalmente conscientes y de buscar alterna­tivas. Ellas deben evolucionar hasta formar una asociación con la naturaleza basada en la comprensión ecológica y la cooperación; con énfasis en la preservación y en el estímulo de la diversidad física, biológica y cultural, previniendo al mismo tiempo el deterioro de la calidad del ambiente. La meta humana ideal es cuidar y compartir, no el individualismo total y la dominación. Ningún individuo o grupo tiene derecho a una porción siempre creciente de los recursos finitos de la tierra.

Actualmente, en nuestra sociedad predominan entre otros, los valores basados en una ideología de mercado; en el individualismo; en la carrera por ganar y poseer; y en la ruptura de las raíces de identidad de las culturas locales. Se antepone el crecimiento económico al desarrollo vital y de las capacidades de los seres humanos como individuos. Si queremos otro tipo de sociedad tendremos que construir una realidad más cercana a la solidaridad, la equidad y la justicia; basada en el respeto a las culturas; en ser sensible y democrática. Un camino planteado es a través de la educación ambiental.

El construir nuevos valores a través de una ética ambiental nos habla de un proceso arduo y complejo, enfrentado a no pocos retos, inercias y problemáticas. El camino a recorrer será sinuoso. 

En primera instancia debemos trabajar en nosotros mismos, en ir abordando el no fácil proceso de buscar ser congruentes entre lo que decimos y lo que hacemos, no nada más porque nos cueste trabajo sino porque además estamos inmersos en un mundo de contradicciones (por ejemplo en una sociedad de consumo agobiante), en la reflexión de nuestras formas de concebir el mundo y la realidad, en nuestra conciencia de clase, de estilo de vida, en las actitudes que tenemos como persona hacia nosotros mismos y los demás, hacia el medio que nos rodea, y en nuestro potencial como seres humanos, está la capacidad para cambiar hacia un mundo mejor.

Ejemplos de participación en actividades de EA no formal

La participación es una actuación, el resultado de la educación ambiental, que acerca a los involucrados a los fines que se han puesto como meta. La participación es el proceso metodológico que queda definido por el fin que se pretende lograr; concientiza para que los destinatarios realicen acciones positivas sobre el entorno, entendiéndolo como un espacio que proporciona momentos educativos claros.

Los valores y una conducta ambiental positiva, de los destinatarios de la educación ambiental no formal, juegan un importante papel en el momento en que las actitudes son transformadas en acciones tales como:

§  La realización de campañas de sensibilización para generar cambios en los hábitos de consumo, de uso adecuado de los recursos, de prevención de desastres, de fomento a la salud, de uso de tecnología alternativa...
§  La organización de programas de voluntarios para la restauración en espacios naturales.
§  La ocupación del ocio y tiempo libre para realizar actividades tales como campamentos de verano en la naturaleza, turismo rural...
§  Organizar campañas de presión política que incluyan actuaciones como el envío de cartas a empresas o autoridades, manifestaciones públicas...
§  Realizar campañas sobre problemas ambientales coyunturales o estacionales; en éstos se recogen experiencias para la sensibilización sobre problemas tales como desastres ambientales, incendios...
§  La utilización de la información en los medios de comunicación, vehículos para llegar a mucha gente y que pueden usarse para la transmisión de valores ambientales o el fomento de actitudes a favor del medio ambiente.
§  Practicar la interpretación ambiental en espacios naturales con senderos guiados o autoguiados.

§  Elaborar programas de cursos y talleres dirigidos a público diferenciado de diversos ámbitos de la sociedad, tomando como receptores a amas de casa, niños, niñas, jóvenes, empresarios... El diseño de los cursos y talleres debe estar fundamentado en la vida diaria, con temáticas como el consumo, prevención, salud, huertos familiares, valores, autoestima, sobrevivencia y otros.


miércoles, 22 de junio de 2016

Marco conceptual de la Educación Ambiental e Intercultural para un Desarrollo Sostenible (EADS)



La humanidad puede y debe responder a las señales que indican que el crecimiento mundial alcanza ya unos niveles insostenibles. Llegó el momento de buscar soluciones políticas, económicas, sociales y ambientales para alejar el mundo del borde del abismo al que se asoma (Meadows, D. et al., 2006). 

La EADS debe aportar, por lo tanto, nuevos puntos de vista “holísticos” al análisis de la realidad ambiental y social a fin de cambiar el actual sistema de relaciones entre ambas por otro que no genere alteraciones. Pero esta construcción no es posible desde cualquier modelo educativo, ya que las metas a perseguir y los métodos para hacerlo están determinados por la estructura ideológica que le sirve de soporte.

Por ello, consideramos imprescindible aclarar el concepto de Educación que subyace en nuestro planteamiento. Si los principios propugnados por la EADS se fundamentan en el reconocimiento de pertenencia a la realidad de la biosfera (sistema) y la complejidad de los factores que afectan a dicha relación de pertenencia; además, si hay que tener en cuenta la equidad y solidaridad sincrónica y diacrónica, la sostenibilidad, etc. (Novo, 2005), se hace necesaria la clarificación de una serie de conceptos-referencia que nos ayuden a comprender el significado y finalidad educativa de la EADS en un mundo globalizado. 

Éste se caracteriza por la transnacionalización de la producción, la permeabilidad de las fronteras nacionales, la revolución de las tecnologías de la comunicación y el transporte, y la aparición de compañías transnacionales como motores principales del poder económico.

En definitiva, vivimos en un mundo profundamente interconectado, donde los centros y las fronteras son inestables y están constantemente redefinidas, rearticuladas y reordenadas. En consecuencia, formar a las personas para que actúen sosteniblemente exige tener en cuenta la visión sistémica, el pensamiento complejo, la “glocalización” o “glocal(Novo, 2006) y los principios del desarrollo sostenible. 

Por ello, los elementos básicos, de los que se derivan otros, en los que nos basaremos para delimitar el marco conceptual de referencia, con el fin de definir un modelo educativo de sustentabilidad integral.

Por nuestra parte, estamos de acuerdo con Freitas (2005) cuando este avanza con un modelo en tea no solo del Desarrollo sustentable, sino también, de una Cultura de la sustentabilidad y de una Educación intercultural y ambiental para el desarrollo sustentable.

En este modelo se intenta combinar las dimensiones clásicas del DS con otras (emergentes de la epistemología de la complejidad), no de forma lineal, pero si en tea o red. El modelo tiene igualmente la ventaja hacer claro el papel integrador de la dimensión cultural – una Cultura (común) de la sostenibilidad – que integra la educación ambiental e intercultural.

El modelo consigue plantear claramente las tres dimensiones más clásicas (ambiente sociedad y economía), y además la dimensión de la gobernanza (incluyendo participación pública), que son cruzadas por un eje que articula la dimensión ética con la dimensión onto-epistemológica, en la lógica de no separación entre ontología y epistemología que emerge de la teorización de Maturana e Varela, citado por Freitas (2006)

Consigue también, hacer más explicito el papel de dos otros grupos fundamentales de dimensiones: la dimensión de la ciencia y la técnica (reconociendo, también, su fuerte inter-relación); la dimensión de otros tipos de saber y de la espiritualidad, esenciales a un diálogo intercultural. En conjunto, estas dimensiones definen una malla, red o tea que marca los contornos de una dimensión cultural de base: la Cultura (común) de la sustentabilidad de que la Educación intercultural, ambiental y para el desarrollo sustentable es una premisa fundamental.

Comunicar la dimensión ambiental en la comunidad

Cómo articular la dimensión ambiental desde la perspectiva comunicativa en el ámbito local. La comunicación en función del desarrollo local y la educación que genere una cultura ambiental en las comunidades, comienzan llamando la atención por su entorno natural, para modificar las actitudes que pueden dañar ese espacio común. Parte de las palabras y códigos tradicionales, para llegar a la terminología científica. 

Aprovecha los canales establecidos formal e informalmente para desarrollar la comunicación ambiental, vinculada a la historia local y al acontecer regional, nacional e internacional, que permita cubrir los vacíos culturales que al respecto presentan los miembros de la comunidad.

Este tema no se puede ver aislado de la vida cotidiana, por ello se sugiere que la comunidad sea capaz de proponerse metas para alcanzar la calidad de vida que desean sus integrantes. Esos planes de acción poseen niveles diferentes de participación, pero todos sus beneficiados deben recibir información sistemáticamente sobre las actividades y propiciarles espacios para una real participación.

Estos proyectos pretenden que se fortalezca sus identidades, sus raíces y el sentido de pertenencia. Para ello la comunidad debe definir su propia visión de la sustentabilidad, sus prioridades, sus redes de comunicación interna y externa. Establecer un diálogo en cuanto a estas problemáticas, buscar argumentos para movilizar e involucrar, incluso a las autoridades y potenciar la descentralización y el espíritu crítico ante su impacto ambiental.

Una de las pretensiones de los programas de comunicación es estimular la participación en los espacios locales a propósito del desarrollo sostenible. Gro Brundtland, Primera Ministra de Noruega y Presidenta de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo afirmaba al respecto que: “El desarrollo sostenible constituirá un desafío importante en el próximo siglo. 

La participación popular es decisiva para esta tarea. Sólo a través de la comunicación podremos trabajar realmente en favor de una causa común, de un interés común, para mejorar nuestra situación. La comunicación está relacionada básicamente con la democracia, con la participación, con la difusión de los conocimientos, con la capacidad para hacernos cargo de nuestro futuro" (citado por Gonzales, F., 2009).

De ese modo la comunicación se ha considerado fundamental al determinar y formular programas de desarrollo, como vía de consulta con la población, para tener en cuenta sus necesidades, actitudes y conocimientos tradicionales.

Medios populares de comunicación como el teatro, la danza, los espectáculos de marionetas y la poesía popular, así como la prensa rural asociada con programas de alfabetización y los materiales audiovisuales, suelen emplearse para estimular las actividades comunitarias y divulgar información relativa a los nuevos valores de la cultura ambiental. Una mejor comunicación con la población a todos los niveles permite a ésta reconocer los problemas más importantes y encontrar un terreno de acción común, y crear un clima de identificación y participación para poner en práctica sus decisiones. Además, el desarrollo implica cambio, nuevas formas de actuación.

En los últimos años han proliferado las estrategias de comunicación participativa, que aspiran a promover un diálogo entre los educadores ambientales y las personas de las comunidades a las que se dirigen, acerca de los principales desafíos ambientales. Estas estrategias parten del conocimiento de la comunidad, mediante su caracterización social, cultural, ambiental y económica. Sin embargo, se reconoce la dificultad de aplicar enfoques interdisciplinarios en la práctica y la insuficiente correspondencia entre esta última y los postulados que se enuncian en la planificación de la comunicación y la educación ambiental.

A cinco años de la Cumbre de la Tierra, en el II Congreso Iberoamericano de Educación Ambiental, (Guadalajara, México, 1997), se reconocieron algunas logros alcanzados en materia de comunicación ambiental, entre ellos: una mayor sensibilización de la sociedad civil; el aumento de la cooperación internacional para potenciar estas acciones; la existencia de marcos legales para la educación y la comunicación ambiental; la integración de la dimensión ambiental en los currículo escolares y de formación universitaria, y una mayor presencia de información ambiental en los medios masivos de comunicación. 

Sin embargo, los flujos informativos continuaban proviniendo -y todavía se mantiene de ese modo-, del hemisferio norte en detrimento del sur, como reflejo de las estructuras políticas y económicas dominantes en el mundo.

Por su parte, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) cuenta con sus propios medios para divulgar las políticas y acuerdos que norman la política ambiental global. El uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación están al servicio de esta labor, de modo que se establecen puentes comunicativos entre diferentes naciones. 

Uno de los sitios en Internet al que más internautas llegan en busca de información ambiental es Tierramérica, un portal del PNUMA y el PNUD, que parte de un diseño muy bien pensado desde el punto de vista estético, que facilita la navegación y que recoge documentación y materiales de actualidad relativos a la temática ambiental y las acciones de desarrollo en la región Latinoamericana.

Varios de sus programas destinan recursos financieros para sufragar los gastos de las campañas comunicativas a favor de la protección de diferentes recursos, como es el caso de la Campaña del Ozono o las que se desarrollan a propósito de alguna conmemoración ambiental. Además ya se ha hecho común en otras publicaciones digitales, destinadas a aspectos generales la presencia de secciones sobre medio ambiente o ecología, de manera que se potencia a través de la red de redes el acercamiento a las cuestiones ambientales.

En el caso de publicaciones de corte académico como Sala de prensa, donde confluyen profesionales de la comunicación para dialogar y problematizar entorno al periodismo ambiental y los desafíos de este tema a la hora de llevarlo a los medios. 

De cualquier modo aunque el Internet permite establecer puentes de comunicación entre personas de diferentes procedencias e intereses, divulgar acciones y debatir preocupaciones comunes, es cierto que todavía son muy pocos los seres humanos que utilizan los recursos de la red, por lo que este es un canal, una vía para potenciar la presencia de los materiales de corte ambientalistas, pero este esfuerzo no sería efectivo si no se complementa con otras acciones, en espacios como las propias comunidades, donde el trabajo es de persona a persona, intentando persuadir, proponiendo cambios en los modos de vida y generando niveles mayores de calidad de vida.

Entre elementos que se consideran apropiados para una educación ambiental efectiva y una forma adecuada de comunicar e informar respecto al medio ambiente encontramos:

§  Información actual del tema y una forma accesible de comunicación (lenguaje sencillo, divertido, etc.) 
§  Explicación del origen del problema y sus posibles soluciones 
§  Poner al alcance de los ciudadanos soluciones prácticas que puedan llevar a cabo en su vida diaria. 
§  Ofrecer la posibilidad de acceso a mayor información y seguimiento 
§  Lograr el interés y la participación  de los medios de comunicación y del sistema educativo para crear una estrategia de educación y comunicación ambiental eficaz, integral y constante.

En materia de educación ambiental, la creatividad e ingenio son claves para lograr el interés y la participación del público. Sin embargo, muchas veces se considera como requisito esencial para encontrar soluciones comunicativas eficaces, contar con recursos financieros. Si se tiene en cuenta que el presupuesto global para la comunicación suele representar el 10% del presupuesto total de un programa de desarrollo e incluso en el caso de programas en gran escala se reduce al 1%, la cuestión económica limita la puesta en práctica de acciones comunicativas de manera sistemática.

En espera de financiamiento se obvian las capacidades, la tradición cultural y los códigos y medios más afines a las personas receptoras de los mensajes. No siempre las inversiones en comunicación se corresponden con las necesidades, los intereses y los principales problemas ambientales relacionados con el público objetivo. Los mensajes comunicativos deben corresponderse con las tradiciones y la cultura de la comunidad a la que están dirigidos, explorar su propio sistema de comunicación, identificar a los posibles líderes de opinión que por sus capacidades naturales, y su nivel de influencia en el resto de la comunidad puedan potencias esta labor.

Se hace énfasis en la importancia que tiene trabajar lo global, desde una perspectiva local, de modo que ayude a las personas a situarse en el contexto actual y comprender las implicaciones reales que conlleva la crisis ambiental para su vida presente y futura. Aunque en la actualidad se valora más la importancia de la comunicación social como parte del trabajo de educación ambiental, no existe ninguna normativa o política comunicativa que oriente en términos globales cómo debe desarrollarse el tratamiento comunicativo de lo ambiental, en consecuencia cada país elabora sus propias estrategias, según sus intereses y problemas fundamentales.

Para el desarrollo de estas estrategias comunicativas es esencial la toma de decisiones políticas, que contemplen las reales necesidades de la población e involucre a ésta en todas las etapas del proceso. Los grandes programas de desarrollo han dispuesto a veces, de servicios de comunicación propios, integrados por planificadores, investigadores, instructores y productores y dotados de capacidad para utilizar medios múltiples de comunicación. En otros, se recurre a especialistas que ofrecen ese servicio.

En muchos países los ministerios principales cuentan ya con servicios para producir programas destinados a los medios de comunicación y materiales audiovisuales de capacitación. En algunos casos, puede que estos servicios deseen seguir funcionando de modo independiente pero recibiendo apoyo, asesoramiento, capacitación y coordinación del servicio central de comunicación.

En otros casos, puede que los servicios ya existentes deseen fusionarse y constituir un organismo paraestatal, pero también puede que los ministerios decidan estipular un contrato con ONG o el sector privado para cubrir sus necesidades de investigación y producción en materia de comunicación, como sucede ya en el sector de la sanidad. En los espacios de debate institucionalizados para abordar temáticas afines a la educación ambiental, no se prioriza la comunicación como uno de esos aspectos que bien podrían generar una sesión de intercambio entre sus profesionales y los gestores de política ambiental.

En consecuencia, las prácticas comunicativas no siempre se corresponden con los propósitos explícitos en las políticas. Se alude constantemente a los medios y a su rol en las labores de educación. Pero cuando se piensa en los periodistas es para invitarlo a cubrir una actividad o evento ambiental, más que para trazar y diseñar estrategias particulares para incidir en determinado grupo humano.

La comunicación ha estado acompañando las líneas de debate preestablecidas en las agendas, para los intercambios de Educación Ambiental. Pero en sus resultados finales y recomendaciones, la mención a los procesos de comunicación no aparece de manera natural (casi siempre es el último aspecto tratado), ni explora todas las posibilidades que ofrecen estos procesos, como parte de la educación ambiental.

Las asociaciones profesionales de comunicadores deben de convocar a talleres y eventos en las que sugieran cómo debe desarrollarse la comunicación ambiental, a partir de sus propias experiencias prácticas; acompañados de decidores -en cuanto a políticas de comunicación y políticas ambientales-, que son al final –casi siempre-, quienes dicen la última palabra.

En cuanto a la comunidad, en la mayoría de los casos esta no es conocida, pero no siempre sabemos todo lo necesario sobre ella. Indagar su historia, sus peculiaridades, el origen de sus nombres, de su gente, de su cultura, ayuda a entender mejor los procesos que en ella tienen lugar y puede ser un buen punto de partida para la educación ambiental y las estrategias locales de comunicación ambiental. La comunidad se desarrolla, porque como nosotros, está abierta y expuesta a las transformaciones –evoluciones y retrocesos- del entramado social donde nos desenvolvemos.

Ante la crisis ambiental, que cada vez nos afecta más directamente, mediante desastres naturales que ganan año tras año, en intensidad, no nos podemos quedar de brazos cruzados. Alzar la voz para un llamado de alerta, para enseñar mejores hábitos y conductas ambientalmente adecuadas, tomar partido por la participación en el diseño de nuestra sociedad para un futuro sustentable, es más que un derecho, un deber impostergable.

No se trata solo de conservar el patrimonio natural que nos rodea. El desarrollo sostenible va mucho más allá. Aspira a un enfoque diversificado de las cuestiones del medio ambiente, el desarrollo y la cultura, al fomentar cambios en nuestras concepciones y en nuestro modo de vida. Si consideramos el desarrollo como el tejido resultante de las actividades de millones de personas, la comunicación representa el hilo con que se elabora esa trama, por lo que es necesario tomar medidas que impulsen una planificación y aplicación eficaces de los programas de comunicación.

No hay fórmulas. Los resultados pueden estar en las capacidades y el ingenio de los comunicadores, en sus posibilidades como coordinadores de este espacio donde convergen agentes de diferentes procedencias y con intereses en ocasiones contrapuestos, lograr entre ellos el diálogo sobre las problemáticas ambientales, pensar en ejes comunicativos y descubrir desde dentro las dinámicas comunicativas de una comunidad no es una tarea fácil, pero sí muy urgente si queremos movilizar a la acción. 

Solo hace falta creatividad, voluntades decididas a refundar nuestros lazos con la naturaleza para alcanzar ese equilibrio necesario que permita que la vida -y con ella la historia de nuestra civilización - no termine. No decir nada o mejor no hacer algo, podría poner en peligro nuestra cultura, es decir a nosotros mismos.


martes, 21 de junio de 2016

CULTURA AMBIENTAL


 Una mirada al espacio local como escenario imprescindible para abordar la temática ambiental y generar una cultura medioambientalista que parta del reconocimiento a las tradiciones culturales y a la identidad de esos territorios y utilice a la comunicación popular para incorporar a las comunidades la dimensión ambiental, propiciando la activa participación de sus miembros en el diseño de una sociedad sustentable.

Historia

En la estrategia para el futuro de la vida "Cuidar la Tierra", aprobada en Suiza en 1991 (UICN y otros, 1991) se considera que una comunidad es sostenible si "cuida su medio y no daña otros, utiliza recursos de manera frugal y sostenible, recicla materiales, reduce al mínimo sus desechos y los elimina de manera segura." 

Un año después, la Declaración de Río reconocía a la participación pública y el acceso a la información como elementos de legitimidad en la toma de decisiones en todos los niveles. Su principio 10 establece que "… los problemas medioambientales se manejan mejor cuando participan todos los ciudadanos interesados, en el nivel pertinente."

Cada vez son más las iniciativas de este tipo, que parten de las potencialidades propias de la comunidad para promover el cuidado del medio ambiente. Algunas comienzan con el financiamiento y por sugerencia de personas ajenas, que desean colaborar, con el desarrollo del lugar. Otros responden a las preocupaciones y necesidades de un grupo local que logra organizar y coordinar a toda la comunidad.

En las estrategias de educación ambiental y en las políticas de desarrollo se incorpora con mayor relevancia, los espacios locales. La invitación para pensar en problemáticas de alcance mundial busca cada vez más, aspectos del entorno local que sirvan de punto de partida para comprender la repercusión de nuestras acciones cotidianas, sus efectos sobre la salud del planeta y comprometer a los individuos para encontrar entre todos soluciones viables para un futuro mejor. 

En ese empeño, la cultura popular merece una mirada especial, si entendemos que el vínculo del hombre y la mujer con la naturaleza es un hecho cultural, que se aprende y se reproduce, que es condicionado por el medio en el que nos desarrollamos y por la herencia cultural que asumimos.

De igual modo cada vez más las ciencias sociales – y no ya solo las exactas o naturales - debaten desde sus perspectivas, sus aportes para la solución de una problemática que exige un enfoque holístico, sistémico. Ese también ha sido el caso de la Comunicación Social, esfera donde la dimensión ambiental ha encontrado defensores, que se empeñan en habilitar espacios de polémica o informativos, sobre todo en los medios masivos de comunicación, para promover una nueva cultura ambiental.

A esta labor se le conoce como Periodismo Ambiental, considerada una rama del Periodismo Científico. Las empresas e instituciones también desarrollan acciones dentro del marketing ecológico para mantener una imagen medioambiental adecuada y otras organizaciones y grupos ecologistas redescubren las posibilidades de las comunidades locales para emprender proyectos ambientalistas. 

La comunicación dentro de estos espacios, ya sea en los medios masivos, en las instituciones o en las comunidades resulta un elemento de coherencia para lograr movilizar, comprometer y enriquecer las visiones sobre nuestro impacto ambiental.

Las visiones teóricas sobre la complejidad de los procesos comunicativos ayudan a comprender las significaciones que intervienen en estas propuestas, en las que quienes participan poseen diversos referentes, una historia que heredaron, valores que reproducen y que explican sus conductas, sus maneras de hacer y también de decir. El estudioso de la comunicación Manuel Martín Serrano, en su modelo dialéctico de la comunicación devela el papel de las mediaciones en los procesos comunicativos consideradas de significativa importancia para comprender mejor este intercambio, con sus influencias y dependencias.

Esta revelación constituye el eje principal de la propuesta comunicativa de Jesús Martín Barbero, quien propone dos desplazamientos centrales en los análisis de la comunicación:

§  De los medios a las mediaciones (de medios, mensajes, canales, a la multiplicidad de matices culturales, que le dan sentido).
§  De la comunicación a la cultura (del enfoque estrecho - comunicativo a los procesos de producción simbólica de la realidad y de percepción de dicha realidad)

El centro de su propuesta radica en considerar la relación entre los procesos de comunicación y la cultura, que se sustentan en: la estructura comunicativa de la cultura y las lógicas culturales de la comunicación, así como su naturaleza negociada y transaccional, donde la comunicación es concebida como apropiación, experimentación, activación de la competencia cultural de la gente, socialización de la experiencia creativa, reconocimiento de los diferencias, encuentro y conflicto con el otro.

La prioridad que se le otorga al receptor es uno de sus elementos claves. Se entiende la dominación como un proceso activo de identificación y reconocimiento. Otorga al receptor de la comunicación un estatus activo y productor de sentidos. Barbero entiende los procesos de recepción como la variedad de operaciones, a través de las cuales la gente usa lo masivo, el modo en que trabaja la hegemonía y las resistencias que moviliza, los modos de apropiación y réplica de las clases subalternas, las tácticas, ausencias, estrategias del receptor para adaptar lo que proviene de los medios a la dinámica de la vida cotidiana. 

Esta mirada enriquece el enfoque sistémico dialéctico que nos plantea las múltiples determinaciones y niveles de influencia que tiene el proceso comunicativo y su relación con otros aspectos de la vida social.

Por lo que la comunicación también admite un enfoque sistémico, que integre niveles, actores, medios, mensajes, de manera interrelacionada, y que permita llegar a la mayor cantidad de personas, para comprometerlas con su espacio más cercano, ya sea en su trabajo o en el lugar donde viva. En este último nivel nos centraremos para tratar de desentrañar los vínculos entre cultura, comunidad, comunicación y medio ambiente, en ese propósito de alcanzar una verdadera cultura ambiental desde la perspectiva local.


Propuesta metodológica para actuar sosteniblemente


Como indicábamos, para que podamos contribuir a la solución de la actual crisis ambiental se necesitan planteamientos educativos que superen la adquisición fragmentada de conocimiento, pues resulta fundamental percibir la compleja interacción de los factores biofísicos, económicos, políticos o sociales que están implicados. 

Además, dado que la problemática ambiental afecta a la Humanidad, las soluciones tendrán que ser globales. Por ello, la EADS ha de desempeñar un papel fundamental capacitando a los sujetos para que adquieran y apliquen conocimientos, actitudes y comportamientos a favor del entorno tanto en su vida cotidiana como a nivel planetario, pues la enseñanza solo tiene lugar cuando hay aprendizaje.

Para lograrlo hemos diseñado una estrategia didáctica, investigativa, de tipo constructivista operacional y crítico (Kincheloe, J., 2006), basada en la resolución -que no "solución"- de problemas socioambientales del entorno próximo de los alumnos, que los capacite para actuar sobre ellos con criterios de sustentabilidad. En consecuencia nuestra propuesta metodológica recoge los principios anteriormente expuestos.  

Pero, aunque el modelo propuesto comprende un enfoque orientado a la resolución de la problemática socioambiental (Alvarez et. al, 2002), lleva también implícito mucho más; requiere una aproximación positiva a la toma de decisiones en régimen cooperativo, un respeto por la democracia, por las diferentes culturas, y una comprensión por los procesos de participación. En consecuencia, esta competencia para la acción ha de verse como un proceso social, ya que es mucho más efectiva cuando tiene lugar a través del esfuerzo de un grupo. 

En este sentido, Lubbers, citado por Alvarez y Vega (2006), partiendo de la idea de que la cooperación y la interdependencia entre los componentes del ecosistema producen estabilidad y adaptabilidad en el mismo, propone el aprendizaje cooperativo “para que nos conduzcamos de forma consistente con las leyes naturales”.

Por tanto, es muy conveniente que la realización de las actividades planteadas para resolver estos retos se realicen por equipos y que al final, en conjunto, expongan y debatan sus propuestas. Ello permite que todos tomen parte en la discusión, y al mismo tiempo proporciona una amplia gama de opiniones y de información. La responsabilidad ambiental y social debe ser asumida de forma individual, pero debe traducirse en acciones hacia lo colectivo. Se pretende que se actúe como una comunidad que produce y moviliza su propio conocimiento, y sea consciente de su aprendizaje, con el fin de actuar sosteniblemente.

El modelo didáctico requiere para su desarrollo una serie de etapas, que deben estar integradas con las demás actividades en la secuencia de aprendizajes, que permiten operativizar los distintos aspectos del modelo a nivel de aplicación (Álvarez y Vega, 2006). Estas etapas son las siguientes:

a.  Selección de la problemática ambiental

Los temas elegidos deben situarse en el entorno próximo del alumnado y en el contexto de su vida cotidiana y presentarse en un contexto socio-cultural no sólo con “significado” –que se tengan conocimientos previos relevantes –, sino también con sentido, pues con ello se reforzará su implicación y la motivación para el aprendizaje. Además se deben seleccionar problemas que sean abiertos (diferentes caminos para resolverlos), relevantes, a nivel local y global, y que favorezcan un debate razonado sobre las soluciones, usando y relacionando datos y pruebas disponibles de manera parecida a la práctica científica, pero en una lógica intercultural, esto es, que está abierta a ser confrontada con otras interpretaciones emergentes de los contexto culturales de los alumnos.

b.  Formulación del problema

Todo problema plantea preguntas, y resolverlo es encontrar una o varias respuestas. Por eso, es fundamental que sean conscientes de que existe un problema y reconozcan las preguntas. Pero difícilmente puede aplicarse una estrategia para resolver una tarea sin conocimientos específicos sobre ella; y para construir conocimientos es necesaria la interacción y relación de las ideas nuevas con las ideas previas, entre diferentes formas de mirar e interpretar la realidad. Este paso se completará con la selección de los contenidos conceptuales necesarios y el establecimiento de un plan de trabajo (aunque sea de carácter provisional).

c.  Identificación de causas y consecuencias desde la complejidad

Se ha de adquirir información que permita identificar causas y consecuencias del problema planteado. Esta información puede tener diferente origen (Profesor, bibliografía, Internet, historia oral, etc.) pero, sobre todo, debería proceder de las actividades realizadas en el propio entorno. En cualquiera de los casos, interaccionará con las diferentes preconcepciones.

Debemos tener presente que los problemas socioambientales responden a múltiples factores de diversa naturaleza: ecológicos, sociales, políticos, económicos, culturales, éticos, etc. Por eso resulta difícil decidir cuáles son, entre todas, las variables más determinantes; a ello es a lo que nos referimos habitualmente con expresiones como “causalidad múltiple” o “complejidad multicausal”.

d. Identificar las condiciones a cambiar desde un análisis crítico de escenarios múltiples

Probablemente la manera más práctica y directa de conseguir un aprendizaje es propiciar la participación en proyectos de mejora del entorno. Serán oportunidades para el entrenamiento en la acción, suministrando criterios de evaluación y constituyendo experiencias enriquecedoras. Es decir, para que se desarrollen las capacidades para la acción, se han de buscar soluciones a los problemas que se generan en el medio y actuar en consecuencia; si quedan al margen de la “acción social”, la Educación Ambiental para un Desarrollo Sostenible (EADS) será algo superfluo.

e. Identificar las posibilidades para la acción desde la perspectiva de un pensamiento crítico

Si se sospecha de que el esfuerzo para proteger el ambiente tiene poca efectividad y trascendencia, y se percibe una falta de control personal sobre los acontecimientos y sus resultados, posiblemente no se intentará mejorar la situación. Por eso, sólo aquellos que confían en la posibilidad de cambio serán capaces de llevar a cabo acciones para la conservación. Se trata de definir líneas de actuación que canalicen la construcción de respuestas. Se inicia así una fase de trabajo larga, en la que interactúan gran diversidad de informaciones, y en el que se va desarrollando el complejo proceso de reestructuración del conocimiento.

f.  Especificar las dificultades y las barreras ante el cambio

Es importante considerar la viabilidad de las propuestas que se plantean realizar (qué obstáculos podemos encontrar en los procesos de solución), para orientarlas y reconducirlas si fuera preciso. Implica comprender los problemas, culturales, sociales, económicos y políticos que pueden limitar o dificultar el deseado cambio ambiental.

g.  Establecer prioridades para la acción

Los fines de la sostenibilidad suponen la aplicación de lo aprendido a situaciones de la vida real. Como esta capacidad de transferencia no es innata, y el análisis teórico es insuficiente, la forma más eficaz para consolidar los conocimientos aprendidos será poniéndolos en práctica. Se han de señalar razonadamente qué acciones son más urgentes y cuáles son más necesarias a largo plazo, reconociendo los diferentes niveles de complejidad en las acciones que se pueden emprender.

Selección de acciones apropiadas y sostenibles bajo una perspectiva de que cuando se hace se conoce y cuando se conoce se hace

El último paso consistirá en seleccionar las acciones convenientes y sostenibles, en el marco de la vida y su entorno. Debemos recordar una importante consideración metodológica: a veces los Profesores/Educadores olvidan que no siempre es posible ni conveniente encontrar las “soluciones correctas” a los problemas planteados. 

Hay que buscar los distintos aspectos de una situación y analizarla para resolver una cuestión, puede ser mucho más importante en la formación educativa que la propia solución. Pero para que sea así es necesario que se defina previamente las tramas de contenidos que configuran el trabajo. Una vez llevadas a la práctica las actuaciones sostenibles, se evaluarán para su posible mejora y para comunicar los resultados obtenidos.

Con esta estrategia metodológica intentamos mostrar la “aplicabilidad” de la EADS a la resolución de problemas reales y concretos, salvando la distancia entre la teoría y la práctica (Álvarez, De la Fuente y Vega, 2006). 

Así, empleando como material estimular el relativo a diversas problemáticas ambientales, tales como: pérdida de biodiversidad, gestión de los residuos sólidos urbanos, contaminación acústica en el entorno urbano, gestión ambiental del centro educativo (ecoauditorias escolares), impacto ambiental del turismo, "contaminación mental" (influencia de la publicidad en el consumo superfluo) y su repercusión sobre el medio, impacto ambiental del modelo de alimentación imperante en los países occidentales, la determinación de la “huella ecológica” personal y de su entorno, la relación pobreza/guerras, la marginalización o destrucción de culturas no hegemónicas, etc.

Para su desarrollo se divide al alumnado en grupos pequeños (4-5 alumnos/grupo), a cada uno de los cuales se les proporciona un texto-resumen sobre la problemática concreta que se va a “investigar”, los objetivos de la “investigación” y una relación de las actividades que deben realizar, que giran en torno a un aspecto concreto de la problemática tratada, y, en su caso, las consideraciones previas que deberán tenerse en cuenta para llevarlas a cabo. 

Tras la realización de las actividades se hace la puesta en común sobre los resultados obtenidos por cada uno de los grupos, que incluye la elaboración de un “mapa conceptual” consensuado sobre los conceptos trabajados y las propuestas de intervención para la “solución” de la problemática tratada, estableciendo los “indicadores de sostenibilidad” (Vega, Álvarez, Cañadas, G.R. y De la Fuente, 2005).

En definitiva, se propone un modelo de actuación educativa con una selección de temáticas socioambientales (que son problemas complejos, globales y sistémicos) que responden a cuestiones de su vida diaria, obligan a asumir estilos de vida a favor del medio y además a adoptar determinados comportamientos personales y sociales. 

Las actividades realizadas por los alumnos de acuerdo con la estrategia didáctica diseñada, se abordan desde una perspectiva multidisciplinar, mediante "investigaciones" (Vega y Álvarez, 2006) que conduzcan a la implantación de un sistema de gestión ambiental del centro que minimicen los impactos ambientales que, pueden derivarse de sus actividades, asumiendo la responsabilidad de eliminarlos o reducirlos implantando diversos principios, basados en la aceptación de los contenidos de la Agenda 21 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y Desarrollo (CNUMAD), contribuyendo así al desarrollo sostenible de nuestro planeta y mejorando simultáneamente la calidad ambiental, social y cultural de la comunidad de la que forma parte.

h.    Otras consideraciones

Los planteamientos políticos actuales y su globalización no están reduciendo la problemática ambiental, ni la pobreza ni la desigualdad, sino todo lo contrario. El futuro de nuestro planeta está gravemente comprometido y es urgente, por tanto, detener la degradación irreversible del medio ambiente. Por ello necesitamos adquirir urgentemente un conocimiento y un comportamiento “ecológico” que permita desarrollarnos sin crecer más allá de nuestros límites, desarrollar una nueva cultura intelectual, de consumo y tecnológica, en la que la educación es una pieza fundamental. 

Una eficaz relación entre educación, pues el conocimiento progresa principalmente por la capacidad de contextualizar y globalizar, y sostenibilidad es uno de los desafíos actuales más importantes con el fin de evitar el tener que elegir soluciones que hacen difícil la supervivencia de nuestro planeta en las condiciones actuales. El reto de la sustentabilidad es que todos los individuos y las instituciones actúen cuidando el presente y futuro compartiendo equitativamente los recursos de los que depende la supervivencia humana y de las otras especies.

El desarrollo de estrategias metodológicas de tipo investigativo, basadas en la resolución de problemáticas ambientales tienen un gran interés para la transformación de las actitudes, conocimientos conceptuales y comportamientos de la comunidad educativa para actuar sustentablemente. Además, la mayoría de las temáticas utilizadas, conllevan un componente educativo que introduce los contenidos de la gestión sostenible en el currículo y permiten unir la práctica y la enseñanza de la sostenibilidad. 

No sólo se consigue la mejora ambiental de las infraestructuras y servicios, sino que se potencian propuestas didácticas participativas, buscando la coherencia entre planteamientos sustentables, su fundamentación teórica y la práctica educativa, pues en ellas la sostenibilidad se aborda desde una perspectiva social –relación consumo/pobreza, solidaridad/diversidad cultural,.. -y ambiental –consumo energético, de agua, ruido, biodiversidad, etc. -por ser indisociables, como así se reconoce en los documentos de trabajo diseñados y puestos en práctica (Agenda 21 para un campus sostenible). 

Este modelo educativo de tipo constructivista crítico propicia un proceso de enseñanza-aprendizaje global, permite integrar y reelaborar los conocimientos dispersos para adaptarlos a una realidad compleja y “glocal”.

El enfoque "glocal" relaciona los fenómenos más próximos a nuestro entorno –local-, con los más alejados pero que nos influyen –global-. En definitiva, la estrategia metodológica propuesta, para actuar sustentablemente, produce una mejora significativa en los comportamientos “pro ambientales” que implica reconocer la importancia de la diversidad cultural como un factor determinante para la sostenibilidad del planeta.


Todo ello favorece la consideración de la realidad socioambiental como un sistema de elementos interrelacionados, en los que podemos incidir a nivel individual y colectivo –corresponsabilidad- para transformarla. Permite conocer las causas, las consecuencias de la problemática socioambiental local y global, y principalmente actuar con “buenas prácticas sostenibles” para reducir la huella ecológica, pues la biosfera será sostenible si es ecológicamente sana, económicamente factible y socialmente justa y para conseguirlo se necesitan ciudadanos informados y organizados, capaces de tomar decisiones correctas para resolver las complejas situaciones a las que se enfrentan actualmente cada vez más las sociedades, y la educación, por lo antes expuesto, es un elemento indispensable para conseguirlo.