Existe base suficiente para afirmar que
en el Perú la preocupación sistemática por el conocimiento, la conservación y
el manejo racional de los recursos naturales tiene sus raíces en la
experimentación desarrollada por los primeros pobladores andinos (Earls, 1989).
Este aporte todavía no ha sido suficientemente valorado en función al
conocimiento universal que ya tenemos. Se sabe que en la historia de la
humanidad la civilización apareció originalmente, con seguridad, sólo en tres
regiones del planeta: en Mesopotamia, en Mesoamérica y en los Andes Centrales,
es decir en el Perú (Santisteban, 1997).
Hoy conocemos que los pueblos andinos,
enfrentados a una naturaleza adversa, desarrollaron sistemas tecnológicos realmente
innovadores (la agricultura o la domesticación de animales) como sustentables.
Aunque ello fue posible por el tipo de Estado y la disciplina social derivada,
papel fundamental tuvo su cosmovisión en la que había de por
medio una relación cálida entre el hombre y la naturaleza.
Frente a ello, la colonia- entre otros
efectos- significó la postergación y abandono de este saber. El interés
extranjero saqueó nuestros recursos e introdujo prácticas nocivas que hasta hoy
perduran. La república no varió esta lógica, incorporándole su dosis de
responsabilidad en la no valoración y defensa de nuestras riquezas naturales.
La cultura andina, eje vertebral de
nuestra identidad nacional, es entonces tributario de esta triple herencia, por
ello no todo lo propio puede considerarse como adecuado a nuestros fines de
desarrollo humano y ecológico.
El IDEAL PRAGMATICO: (El USO
EFICIENTE DE LOS RECURSOS)
Si bien latinoamérica tiene aportes
decisivos al establecimiento de los valores de la modernidad (Quijano, 1988),
sus propuestas de modos de producción, consumo, organización, comportamiento
llegaron como "paquetes neocoloniales" desde los países capitalistas
desarrollados (paradigmas de exitosa modernización) en el presente siglo,
especialmente luego de la Segunda Guerra Mundial. El beneficio ofrecido fue
el dominio de la naturaleza y el bienestar económico y social.
Los instrumentos para lograrlo: la modernización científico-
tecnológica y la creciente productividad.
La propia modernidad y su ilusión de
abolir la escasez y satisfacer las necesidades de vida humana, ha tenido de
base la idea faústica que con el conocimiento se podía conquistar la naturaleza
(Friedman, 1986; Sacks, 1990). Aunque la referida ilusión es milenaria y la
idea del dominio de la naturaleza es propia de la concepción judeo cristiana en
que "el hombre es el rey de la creación", es sólo con la modernidad
científica y tecnológica que se adquieren los medios y la posibilidad de
"hacer uso eficiente de los recursos naturales".
El mejor ejemplo de ello esta en los
fundamentos y el paquete tecnológico de la llamada "revolución verde"
(Gomero, 1990). Esta audaz propuesta se planteó abolir el hambre con una
agricultura moderna y tecnificada, de monocultivos, alta mecanización, abonos sintéticos,
plaguicidas, semillas mejoradas, sistemas de conservación, transporte, etc.
Pero cuatro décadas después, la satisfacción del hambre- y otras necesidades
básicas- es todavía una ilusión para millones de personas en el mundo, debido a
las falacias de esta modernización instrumental.
Y en el balance de sus efectos
ecológicos (depredación de recursos, deterioro de ecosistemas, contaminación de
ambientes) tienen responsabilidad tanto los sistemas capitalistas como los
socialistas que compartieron muchos valores económicos y tecnologías: el
incremento de la productividad y la mecanización por ejemplo.
En nuestro país el ideal pragmático de
la eficiencia hizo escuela en las universidades y sigue formando generaciones
de profesionales agrónomos, industriales y mineros interesados sólo en
la rentabilidad económica, no en la sustentabilidad del proceso productivo.
Esta es todavía una actitud colonialista, pero sobre nuestros recursos.
El ambientalismo contestatario a esta
realidad es el más ecuménico, le preocupa por igual el destino del hombre corno
el de su entorno global. Quizá el miedo a la muerte del planeta (por la
contaminación) o el miedo a la carencia (por la falta de recursos), expliquen
su adherencia a una sensibilidad (desencanto de la modernidad) o al ecologismo
filosófico (optimismo racionalista).
El IDEAL ROMÁNTICO: (LA
PRESERVACIÓN DE LA BIODIVERSIDAD)
En el país existe también otra
racionalidad sobre la naturaleza. Están los preocupados por los parques
nacionales, por la preservación de muestras de ecosistemas y especies de flora
y fauna en peligro.
Este enfoque tienen su origen en uno de
los mitos norteamericanos: la nostalgia por la naturaleza
virgen o "wilderness' que encontraron al llegar y que luego depredaron
(Schmidt, 1991). Pero además expresa un sentido romántico de la naturaleza, en
la que la visión contemplativa de la vida silvestre deriva en
la vocación por conservarla tal cual. Sentido de culpa moderno por la
destrucción y sensibilidad estética postmodernista sustentan la opción
preservacionista, al que también se le ha sumado la necesidad del conocimiento
a través de la investigación pura.
La base social de este enfoque lo
constituyen principalmente profesionales biólogos y forestales y su vigencia en
el país se remonta al trabajo de pioneros investigadores como Raymondi o
Kalinowski. Su racionalización justificatoria sustenta la importancia de revalorar
nuestra biodiversidad y- últimamente- contribuir al desarrollo. Su
mayor aporte al país lo constituye su apoyo a la gestión de las áreas protegidas.
También las experiencia de uso sustentable de recursos por parte de poblaciones
aledaños. El desarrollo es un camino para la conservación.
Dentro de este enfoque es conocida la
agria polémica sostenida entre el fallecido Felipe Benavides y algunas personas
y organizaciones conservacionistas. El primero, heredero de la escuela
naturalista inglesa- aristocrática y romántica- de los cazadores de safaris
africanos, los arqueólogos de las pirámides de Egipto o los exploradores de los
polos, resaltó siempre su "aporte personal, voluntario y
desinteresado" a la conservación de las ballenas, vicuñas y otras
especies; nunca aceptó la idea de que ello fuera una profesión, sólo una
tecnología y menos que fuese rentada.
Los segundos, formados con la escuela norteamericana-
moderna y tecnificada- han dado y siguen dando su aporte calificado al país
trabajando en entidades estatales o a través de organizaciones dedicadas al
diseño y ejecución de planes de manejo de áreas o especies; su aporte es
profesional y reciben a cambio una remuneración que- en principio- no
compromete su ética de servicio y su amor por la naturaleza.
VISION INTEGRADORA:
Otra aproximación fue hecha desde el
denominado etnodesarrollo entendido corno una "praxis y
una política social alternativa que integre en la estructura del país, aquellas
relaciones indígena- medio ambiente que han sido adoptadas eficaz y
adecuadamente por los pueblos nativos de la amazonia peruana que, además de
expresar una identidad étnica, permiten configurar un sistema racional y una
democracia integral con reconocimiento y respeto a la diversidad" (Foy,
1989).
El antecedente legal más integrador fue
el Código del Medio Ambiente promulgado en 1990. Coherente y amplio en
conceptos, fue sin embargo mediatizado por carecer de suficiente sentido de
viabilidad y consenso económico.
Otros esfuerzos por darle sentido
operativo y viabilidad al desarrollo sostenible en el Perú se desplegaron en el
proceso de preparación de la Cumbre de Río. Uno de ellos- que lamentablemente
quedó trunco- fue desplegado a iniciativa de una ONG ambientalista gestado por
hombres de negocios: Sociedad Pachamama. Su propuesta planteó la opción de dar
"un nuevo enfoque al desarrollo" a fin de superar los
problemas estructurales del país y de aportar a la solución de los problemas
ambientales globales; planteaba en función de ello prioridades claras en cuatro
rubros: social, económico, ambiental y científico- tecnológico. Para su viabilidad
proponía una alta participación de la actividad privada y las ONGS, el apoyo
del Estado y la estrecha cooperación de la comunidad internacional, esfuerzos
que debían concretarse a través de un acuerdo internacional para el desarrollo
sostenible del Perú (Sociedad Pachamama, 1991).
Otro esfuerzo significativo fue hecho en
estrecha coordinación entre el sector público y el privado; fue el Informe
Nacional que el Perú presentó a la Cumbre de Río. Allí, en la sección
denominada Estrategia Nacional para la Conservación se presentó el denominado
enfoque ecosocial del desarrollo con programas masivos
orientados a fusionar el trabajo remunerado y el beneficio ecológico de los
resultados, como a integrar adecuadamente el medio ambiente en el patrón de
desarrollo de base exportadora. Para ello se plantea la concertación
Estado-sociedad, la activa participación de la población organizada, la
descentralización y el ordenamiento ambiental (Comisión Nacional UNCED, 1992).
En términos prácticos de la gestión, en
el primer quinquenio de esta década, prosperó la opción articuladora del
ambiente y la economía, pero no la articulación del ambiente y la equidad
social. Expresiones de ello son las normas de promoción de la inversión privada
(DL.757-91) y el conjunto de normas reglamentarias de los sectores productivos.
Este sentido se advierte también en el
concepto de desarrollo sostenible asumido por el Consejo Nacional del Ambiente
(CONAM, 1997). El concepto proviene del Informe Brundtland, pero en algunos de
sus términos menos conocidos: "proceso de cambio en el que la
utilización de los recursos, la dirección de las inversiones y la orientación
de los cambios tecnológicos e institucionales, acrecientan el potencial actual
y futuro para atender las necesidades y aspiraciones humanas".
APORTES COMPLEMENTARIOS
Desde la experiencia de trabajo a nivel
de organizaciones de la sociedad civil y tomando como referente nuestra
característica de país andino- amazónico, llamamos la atención sobre algunos
componentes posibles de ser considerados en la conceptualización del desarrollo
sostenible en el Perú.
1. Valoración de lo espiritual,
basado en la identidad del hombre y la naturaleza, en su relación ética,
estética y afectiva con la tierra, el bosque, el río y el paisaje. Por este
factor el desarrollo sostenible no es sólo un asunto económico o tecnológico
sino un proyecto humano que compromete el conjunto del ser.
2. Aprecio por el aporte de las pasadas generaciones, que nos legaron (herencia) un rico patrimonio natural- cultural y un
amplio bagage de conocimientos para administrarla. Con este enfoque se amplía
el sentido de la responsabilidad intergeneracional moderna que es vista
generalmente sólo con un sentido de futuro: las próximas generaciones. Este
planteamiento posibilitará que el proyecto de desarrollo sostenible gane en
base social, canalizando la adhesión de las poblaciones tradicionales andinas y
amazónicas, para las cuales el respeto por los antepasados tiene igual o mayor
valor que el respeto por su descendencia. Este es también un componente
importante que permitirá dar sentido de identidad al proyecto global del
desarrollo sostenible.
3. Sentido de la megadiversidad,
que obliga a la permanente inventiva y una macroestrategia de lo pequeño.
4. Protagonismo de las bases,
reconociendo los pequeños aportes de comunidades de base con experiencia
"ancestral y gran capacidad de innovación".
5. Operacionalización de la opción por
el desarrollo sostenible en función a las necesidades, Prioridades, capacidades
y expectativas de los diversos grupos que componen la sociedad nacional, como
en función a las diversas etapas en que podría organizarse la transición hacia
la sociedad sostenible.
6. Contextualización real en función
de la experiencia lograda (lo que ya se ha avanzado en materia de conocimientos
y tecnología), así como un proceso de contextualización virtual en base a un
ejercicio de simulación de escenarios a futuro.
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EL
TRANSITO A LA SOSTENIBILIDAD
En el país está en curso un proceso de
incorporación de la relación ambiente y desarrollo a nivel de las políticas,
la planificación y la gestión de los asuntos públicos. Como parte de este
proceso, en los últimos años se han dado pasos importantes tanto en la
readecuación técnico-normativa del sector público, como en la concertación de
políticas, plazos y metas con el sector privado.
Resultado de ello, a nivel público y
visto de conjunto, los avances son significativos, tanto a nivel de la
normatividad y la legislación como a nivel de la gestión por parte de los
sectores. A nivel privado empresarial también se han procesado cambios
significativos (de indiferencia y rechazo a receptividad y compromiso),
aunque muchos todavía dudan y se resisten a dar el salto definitivo asumiendo
los retos de ser eficientes y competitivos bajo nuevos paradigmas de
producción y consumo.
En general podría decirse que la
racionalidad ecológica se esta incorporando progresivamente en la economía,
constituyéndose en un nuevo factor de eficiencia y rentabilidad. Pese a ello,
este avance todavía no se convierte en un factor generador de empleo, de
reducción de la pobreza o de mejoramiento de la calidad de vida de los
peruanos: lo ambiental se esta vinculando al desarrollo económico, pero sin
lograr encuentro con el desarrollo social.
A nivel de la sociedad civil son también
destacables los avances en materia de conciencia ambiental. Ello ha sido
posible por el saludable involucramiento de los medios de comunicación, las
universidades, ONGS, los colegios profesionales, los municipios y las
empresas.
Pensamos que aún falta mucho para que
el país pueda considerarse ambientalmente competente, que todavía se requiere
liderazgo y mejorar mucho en coordinación intersectorial, lograr una relación
más cercana entre el sector público y privado, completar y modernizar nuestra
legislación, potenciar al aporte de la sociedad civil, fortalecer la
educación cívico- ambiental de la población, perfilar una buena eco- imagen
internacional, en suma, trabajar mucho para que el Perú pueda considerarse un
país sostenible.
Del equilibrio que logren el
crecimiento económico, la equidad social, la democratización política, la
sustentabilidad ambiental (pilares del desarrollo sostenible) dependerá si el
modelo neoliberal evoluciona hacia una economía social y ecológica de mercado
capaz de aportar, efectivamente, al progreso humano como a la buena
gobernabilidad del país, condiciones básicas para avanzar hacia la sociedad
libre, próspera y solidaria que todos aspiramos.
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