sábado, 11 de junio de 2016

TRATAMIENTO DE LA INFORMACIÓN AMBIENTAL


Nos hemos referido anteriormente a la cantidad de información ambiental que ofertan los medios españoles, advirtiendo una escasa variación en los últimos años o, en todo caso, un cre­cimiento que no se corresponde con la presencia que estas cuestiones tienen en el ámbito so­cial. Si hemos señalado algunas modificaciones en la naturaleza de los medios que la ofertan (el caso de la irrupción de los periódicos económicos) y, lo que es más importante, una cierta evolución en el tratamiento de este tipo de noticias.

¿Que tendencias en el tratamiento de esta información hay que invertir y, de hecho, ya se está haciendo tímidamente? Quizás lo más preocupante en el tratamiento de la información ambiental sea la atención desmesurada a los sucesos y el olvido sistemático de los procesos, y esto es algo común a prensa, radio y televisión. 

Cuando Greenpeace se dio a conocer, entre los periodistas solía elogiarse la estrategia que utilizaba para atraer a los medios de comunicación. Si se trataba de salvar a las ballenas consistía en colocarse, como barrera humana, entre el ani­mal y el arponero. Esta acción, Greenpeace la comparaba con romper un huevo. 

A partir de allí, captada la atención, había que comenzar a elaborar la mayonesa, y lo difícil era seguir remo­viendo los ingredientes hasta conseguir el efecto deseado sin perder la atención de los medios. Pues bien, desgraciadamente, muchos no han conseguido pasar todavía del huevo roto: ni sa­ben de dónde procede el huevo ni les interesa el final que tendrá.

Una queja frecuente en medios ecologistas y conservacionistas se refiere al tratamien­to que se le da a los incendios forestales en los medios de comunicación. “Los periodistas”, suele decirse, “solo se interesan por éste problema durante la campaña de verano y, además, su única preocupación al abordar una noticia de este tipo es saber el número de hectáreas quemadas”. 

En muchos casos, señalan estas voces críticas, pasa inadvertida la compleja realidad socio económica que se vive en algunas de las comunidades afectadas por incendios, realidad que constituye la raíz misma del problema. Este puede ser un buen ejemplo del suceso por encima del proceso.

Dicho de otra manera, ha sido frecuente y todavía lo es, una clara tendencia a la superfi­cialidad a la hora de tratar informaciones de tipo ambiental. Es habitual que en estos casos se preste una atención desmesurada a elementos subalternos de la información, con descuido de los elementos principales. 

Básicamente, esta intrascendencia se manifiesta en ignorar las co­nexiones y efectos que determinados problemas ambientales tienen sobre el medio humano, quedando reducidos a conflictos más o menos coyunturales y, a veces, hasta anecdóticos. Este tipo de información superficial, si bien puede impactar en el receptor, no favorece en la formación de actitudes positivas hacia el medio ambiente, no lo implica en los problemas ambientales y, por consiguiente, no lo motiva para que participe activamente en su resolución.

Volviendo al ejemplo del huevo y la mayonesa, en otros casos la rotura del huevo solo sirve para abrir paso a una catástrofe de dimensiones incalculables y, lógicamente, de soluciones fuera del alcance humano. Es el “catastrofismo”, otra de las características con las que suele abor­darse la información ambiental. 

En algunas ocasiones, cuando desde un medio de comunica­ción se nos habla del problema de la disminución de la capa de ozono, se nos ofrecen las últi­mas y alarmantes mediciones sobre el cielo antártico, y a continuación se detallan los catastró­ficos efectos que sobre la vida en la Tierra tiene el fenómeno. Estoy seguro que la lectura que este tipo de información tiene en muchos receptores es la siguiente: estamos sometidos a un poder exterior a nosotros mismos, casi sobrenatural, sobre el cual no podemos ejercer ningún control, por lo tanto solo nos cabe asombrarnos o angustiarnos pero en ningún caso actuar, porque, ¿que podemos hacer nosotros?

Sobrevalorar los efectos que determinadas acciones pueden tener sobre el medio ambien­te, presentándolos como irremediables y de difícil, sino imposible, solución, solo conduce a la angustia. Esto es particularmente grave cuando se convierte en una estrategia de la propia ad­ministración o de los grupos ecologistas, fundada en la creencia errónea de que así se consigue una mejor respuesta social.

Finalmente, termino diciendo sobre lo que no debe ser el tratamiento de la información ambiental, podemos afirmar que la complejidad de los problemas ambientales, tanto en la clarificación de sus causas como en la explicación de sus consecuencias, exigen de todo informador una actitud responsable. 

Es lo que algunos han dado en llamar periodismo en profundidad, aplicable a cualquier tipo de información, no solo ambiental. Entendida de esta manera, la labor del periodista debería comenzar por la documentación exhaustiva sobre el hecho en cuestión (noticia), con intervención en todas las fuentes útiles (y no solo acudiendo a la información convocada o a las cómodas referencias institucionales), y seguir con una narración en la que no falten los antecedentes y las consecuencias, así como los actores implicados.

De esta manera es casi inevitable terminar haciendo una valoración crítica del hecho, después de haberlo insertado en su contexto adecuado, de forma que vaya de lo global a lo particular y viceversa o, si se prefiere, de lo universal a lo local y viceversa. En definitiva, y este es el gran reto al que nos enfrentamos todos los días los que hemos elegido este oficio, humanizar la información, escribir de tal modo que la noticia tenga sentido para el receptor. Es decir, implicar al receptor y hacerlo partícipe de aquella realidad de la que somos simples intermediarios.


La formación ambiental de los profesionales del periodismo debe ampliarse en la formación académica que reciben los estudiantes, pero también en la formación contínua de los periodistas en ejercicio, a través de actividades de reciclaje, seminarios, encuentros, etc.

MEDIO DE COMUNICACIÓN EN LA EDUCACIÓN AMBIENTAL



La función social de los medios de comunicación va más allá de su valor educativo. Son también instrumentos indispensables para vehicular opiniones y contrastar puntos de vis­ta.

Han sustituido, en este sentido, a la “plaza pública”. Su misión, por tanto, debe ser la de ayu­dar a la clarificación del contenido y consecuencias de las diferentes decisiones/actuaciones/fe­nómenos relacionados con el medio natural, divulgándolos en términos comprensibles, aportan­do toda la información posible y, sobre todo, haciendo hincapié en las repercusiones de todo orden (social, económico, medioambiental,...) que la decisión/actuación/fenómeno pueda con­llevar. 

Ello equivale a admitir que los medios de comunicación son un terreno propicio para la confrontación de diversas concepciones de la vida y de la sociedad, concepciones que están en permanente tensión. Esta tensión tiene reflejo en el seno de los mismos medios (por ejemplo, en los conflictos entre intereses publicitarios y contenidos informativos).

Cuando los medios informativos asumen este papel, no solo son testigos de los cambios sociales, sino actores y motores de los mismos en gran medida. El periodismo “neutral”, al igual que la educación “neutral”, no existe. Conviene no olvidar que, en muchos casos, la información ambiental se estructura en torno a un conflicto, conflicto que en no pocas ocasiones trata de hurtarse al conocimiento públi­co. En este sentido, los medios de comunicación ejercen una labor de denuncia, imprescindi­ble e insustituible.

La información y la divulgación son instrumentos básicos dentro de una estrategia de educación ambiental en el medio social. Los medios de comunicación son agentes de información y formación social y, desde ese papel, contribuyen también a la educación ambiental. Los periodistas especializados realizan una labor muy diferente a la del educador ambiental, sin embargo pueden apoyar o reforzar su acción.

De hecho, los medios de comunicación han tenido una gran influencia en la extensión de la conciencia ambiental, algo comprensible si se tiene en cuenta que llegan a amplios sectores de la población para los que constituyen prácticamente la única fuente de información. A pesar de esta realidad, el tratamiento de las cuestiones ambientales en los medios es todavía insuficiente y, en general, presenta deficiencias importantes.

La televisión, ha cultivado tradicionalmente el género documental. Algunas décadas atrás, incluso se produjeron series documentales propias de gran calidad y fuerte impacto social, lo que por desgracia no tiene continuación en la actualidad. Con todo, el tipo de documentales programados tiende a centrarse en presentaciones de la naturaleza más espectacular, de la fauna “salvaje”, de paisajes libres de la degradación humana, aspectos que, si bien tienen interés y atractivo para el público, no pueden constituir la única mirada sobre el entorno. 

En el otro extremo del abanico, la televisión presta atención a los desastres ecológicos en sus múltiples vertientes, haciendo en general un tratamiento de escasa profundidad y, a menudo, descontextualizado. Pero, además, hay que señalar la importancia de los modelos y pautas que se difunden en la mayoría de programas y series, dado que los mecanismos psicológicos de identificación desempeñan un papel básico en la adopción de actitudes y comportamientos considerados como deseables por la sociedad. En este particular, el diagnóstico es preocupante y desalentador.

En cuanto a la radio, un medio de gran implantación popular en nuestro país, existen algunos programas de periodicidad semanal, siendo muy raros los diarios. Estos programas realizan dos tareas básicas: de información sobre los problemas ambientales y de fomento de la participación a través de secciones en las que los ciudadanos expresan sus opiniones, inquietudes y propuestas, sobre todo en los canales de ámbito regional. 

El medio radiofónico ofrece grandes posibilidades para un tratamiento abierto, inmediato y cercano de la información ambiental que deberían ser mejor aprovechadas. Existen además otros medios de comunicación (radios libres, fanzines, televisiones locales, etc.) que, aunque minoritarios, pueden ser utilizados como herramientas para la formación y la educación ambiental.

Para resumir, puede decirse que, en todos los medios de comunicación generalistas, se detecta una atención insuficiente e inadecuada a los temas ambientales por diferentes causas. Una de ellas es la desigualdad de peso frente a los contenidos tradicionales ya consolidados, que lleva incluso a considerar la información ambiental como un “complemento” fácilmente prescindible. Otra razón apunta a los déficits en el tratamiento informativo, a la falta de investigación, al detrimento de las labores de periodismo frente a las de mera redacción a partir de lo que generan los gabinetes de prensa y las ruedas de prensa. 

También hay que destacar el problema de la lectura desenfocada de la realidad ambiental -excesiva atención al suceso y, en su extremo, a la naturaleza exótica-, frente a la falta de seguimiento y profundización en los asuntos más cotidianos y menos llamativos.

Los medios de comunicación privados deberían hacer una revisión del tratamiento que dan a la información ambiental, dándole un espacio adecuado y mejorando la calidad de los contenidos. En cuanto a los medios públicos, es obligada la atención a los temas ambientales, a través de una información veraz, contrastada y relevante que responda a la función social que están llamados a desempeñar. En este caso, es exigible un aumento en cantidad y calidad de los programas específicos de contenido ambiental, tanto informativos como más explícitamente educativos, y realizados con medios técnicos y humanos propios. Asimismo, es necesario un esfuerzo para que los valores pro-ambientales impregnen la programación general.
Por su parte, la información ambiental especializada ha logrado afianzarse a través de revistas de distinta periodicidad. A finales de los años 80 y principios de los 90, se produce una verdadera eclosión de revistas centradas en temas de ecología y medio ambiente, junto a otras de turismo y deportes en la naturaleza. 

Aunque destinadas a un público minoritario, han dado lugar al amplio abanico que hoy encontramos: publicaciones de distribución comercial y venta en quioscos; publicaciones distribuidas por las organizaciones de defensa de la naturaleza; revistas divulgativas que abordan circunstancialmente temas ambientales; y publicaciones ambientales de los organismos públicos con competencias en la materia.

Esta prensa especializada tampoco se ha visto libre de ciertos vicios en la forma de tratar la información ambiental. Algunos se mencionaron al hablar de los medios generalistas, pero otros son más específicos, por ejemplo: la confusión entre información y publicidad de productos supuestamente ecológicos (cuyo etiquetado no siempre tiene reconocimiento oficial) o la invitación al “consumo de naturaleza”, a través de ofertas de visita a parajes exóticos y de práctica de deportes de aventura, sin consideración a problemas de exceso de frecuentación y deterioro de lugares sensibles. Hay que señalar, además, la escasa atención a la educación ambiental que se presta incluso en estos medios especializados.

A finales de los 80 surgen también las primeras revistas dedicadas en exclusiva a la educación ambiental, tanto de ámbito estatal como autonómico; éstas últimas editadas por las respectivas comunidades autónomas o por las asociaciones de educación ambiental. A ellas se suman números monográficos de revistas de pedagogía dedicadas a este particular. Las publicaciones especializadas en educación y comunicación ambiental son un medio fundamental de reflexión conjunta e intercambio para el colectivo de los educadores ambientales. En los últimos años se ha podido constatar un incremento en la oferta existente, tanto en cantidad como en calidad y diversidad. Con todo, es necesario realizar un esfuerzo colectivo para consolidar y mejorar este tipo de publicaciones.


Las nuevas tecnologías informáticas y multimedia abren nuevos caminos a la información ambiental, desde lo local a lo global. Por un lado, pueden asegurar la reutilización de lo que se divulga en los medios tradicionales, generalmente efímero. Por otra parte, el acceso a múltiples fuentes y bases de datos facilita el contraste de la información antes de ser publicada. De hecho, el acceso a las fuentes de información es uno de los problemas que señalan los periodistas especializados. 

Hoy por hoy, la administración es una de las fuentes principales de información ambiental y, sin embargo, los profesionales denuncian la dificultad de libre acceso a datos básicos o diferentes de los que aportan, ya elaborados, los gabinetes de prensa institucionales. Es necesario que la administración mejore en transparencia para que mejore el trabajo de información a la sociedad. Del mismo modo, también existen problemas con la comunidad científica, que debe hacer un esfuerzo de interpretación de los datos que aporta para facilitar la labor divulgativa de los periodistas.

MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LA E.A. NO FORMAL



En los últimos años, la opinión pública ha mostrado un creciente interés en materia de Medio Ambiente. La demanda social en temas ambientales está ahí y no existe partido político, organismo público o empresa que no lo tenga en cuenta. Los programas-concurso ambientales cuentan con una gran aceptación entre el público, así como los documentales y son, sobre todo, los reportajes sobre especies exóticas y en peligro de extinción los que parecen resultar más atractivos a los espectadores.

Además, los medios también dedican parte de su espacio a los fenómenos meteorológicos propios de cada época del año, como ciclones, nevadas, huracanes o riadas. Por ejemplo, durante este invierno el temporal ha ocupado gran parte de los informativos y muchos han abierto con esta cuestión. Es habitual que este tema sea noticia durante los meses de frío. En verano, son frecuentes las noticias sobre incendios, debido a la gran incidencia de este fenómeno durante la época estival.

Los temas medioambientales afectan al entorno inmediato de la población y es por este motivo que la gente se muestra, cada vez más, más sensibilizada con ellos. En este sentido, los medios de comunicación generalistas, que tradicionalmente no han destinado un gran espacio al Medio Ambiente, van ampliando su dedicación. En cualquier caso, existen muchas revistas, ciertos canales de televisión y portales de Internet especializados, que tratan este tipo de información con rigor y en profundidad.

Habitualmente, cuando se analiza la presencia de las cuestiones medioambientales en los medios de comunicación, suelen manifestarse dos tipos de opiniones. Por un lado, los que no están especialmente implicados en la problemática ambiental, aunque no son ajenos a ella, tien­den a felicitarse por la creciente atención que los medios prestan a estas informaciones. Por otro, los que viven implicados en tareas de divulgación o conservación de la naturaleza son más pro­picios a quejarse del tratamiento que estas informaciones reciben en los medios, ya sea por defectos de calidad o de cantidad.

¿Para que sirve la información ambiental?

A excepción del saber estrictamente profesional, la casi totalidad de los conocimientos de que disponen nuestros contemporáneos proceden de los medios de comunicación. En este sen­tido, es innegable que cumplen una función educativa, aunque a veces se trate de un proceso inconsciente. Pero para que esta función educativa se cumpla en sentido positivo, debemos ser conscientes de la propia naturaleza de los medios de comunicación y la forma en que suelen tratar la información ambiental.

Creemos, erróneamente, que la simple presentación de determinados contenidos en los medios, y su gran difusión, cumplen sobradamente con esta función educativa. Los medios de comunicación, y esto es también muy conocido, no son más que poderosos agentes de propaganda y de difusión de las ideas dominantes en la sociedad. La estrategia de la UICN (International Union for Conservation of Nature)Cui­dar la Tierra” lo dice bien claro: “Lo que la gente hace es lo que la gente cree. 

A menudo unas creencias ampliamente aceptadas tienen más poder que los decretos gubernamentales”. Y en muchos casos, la falta de conciencia sobre los problemas ambientales se funda en creencias erróneas, creencias que se apoyan en malas informaciones o en informaciones que los recep­tores no están en condiciones de interpretar de forma crítica.

Para educarse a través de los medios de comunicación es necesario “aprender” a informar­se, una tarea fundamental si tenemos en cuenta que para un gran porcentaje de la población la televisión, la radio o los periódicos son la única fuente de instrucción post escolar a la que tienen acceso. Aprender a informarse requiere descubrir el catheter fragmentario de la información, y las visiones parciales y manipuladoras de la realidad que provoca.


La comunicación objetiva, la comunicación neutral, la comunicación “completa”, no existen. Con esto no estamos dibujan­do un mundo orwelliano, donde oscuros intereses se encargan de manipular la realidad para ofrecernos una versión falsa de la misma. 

Estamos hablando de una actividad humana, some­tida a los criterios subjetivos de los comunicadores y a los servilismos políticos y económicos de las empresas de comunicación, y que se desarrolla a través de instrumentos incapaces de ofrecer una visión global de la realidad, por más que a veces se nos vendan como algo que “supera a la misma realidad”. Otra cosa es que los medios, conscientemente, adapten la reali­dad a sus propios intereses.

viernes, 10 de junio de 2016

Proyecto Iketleetse de extensión rural

El proyecto Iketleetse de extensión rural, en Botswana, nos da un ejemplo sobre el papel y la importancia de la evaluación en la EA no formal. El proyecto tenía incorpo­rada la evaluación en el diseño de su programa, tanto para supervigilar las operaciones como para constituir un ejercicio de síntesis. El ejercicio de evaluación indicó que lo siguiente tenía importancia para el éxito de cualquier proyecto:

§ Temas de investIgación detallados;
§ Diseño y planificación interdepartamental, que incluyeron niveles de participación de caseríos, distrito y provincial;
§ cuidadoso ensayo previo de los materiales a usar;
§ Retroalimentación y evaluación.

La evaluación de las metodologías empleadas indicó que:

§ las demostraciones prácticas fueron insuficientes;
§ los extensionistas no incorporaron actividades de grupo en su trabajo de rutina;
§ las reuniones de grupo tendieron a hacerse menos frecuentes;
§ había necesidad de integrar materiales que utilizaban diversos medios con demostraciones presenciales;
§ se había sobreestimado el impacto de los medios, especialmente sobre los analfabetos.

Al considerar el kilo global del proyecto, la información recolectada mostraba que la coordinación a nivel de los distritos fue importante para las actividades de EA no formal. Tal coordinación fue decisiva para:

§ contratar a los líderes de los grupos;
§ ayudar a planificar el contenido educacional del programa;
§ dar seguimiento a las ideas transmitidas;
§ prestar apoyo a la acción grupal e individual.

El ejemplo anterior señala claramente la importancia de la evaluación cuando se toma en cuenta la gran amplitud de aspectos que configuran un programa educacional.
Algunos lineamientos específicos sobre evaluación

1.    Debería aceptarse que la evaluación es un aspecto fundamental de la EA no for­mal.
2.   Al planificar cualquier programa o proyecto, deberían establecerse objetivos espe­cíficos medibles y considerarse técnicas de evaluación.
3. Mientras mayor sea la complejidad de los objetivos, más dificultades habrán para evaluarlos.
4.   Es más fácil evaluar un programa de educación formal que uno no formal.
5.   Los datos pueden colectarse de muchas maneras, pero es importante tener en cuenta su validez.
6. Los procedimientos de evaluación deberían dar importancia a la planificación del programa y entregar información para innovaciones apropiadas.


No es fácil evaluar, pero debe hacerse algún intento. Algunos aspectos de la EA no formal que no tienen mucho significado pueden ser fáciles de evaluar, y otros de mucho significado pueden ser difíciles de evaluar.

EVALUACIÓN EN LA EDUCACIÓN AMBIENTAL NO FORMAL



El proceso de evaluación es una parte constitutiva del proceso educativo, y que uno no se puede realizar adecuadamente sin el otro. La definición más adecuada de evaluación, con referencia particular a la EA no formal es la evaluación educacional sistemática o sea una medición formal del valor de los fenómenos educacionales. Tales fenómenos incluirían una amplia variedad de procesos y prácticas en la EA, que abarcarían desde la evaluación de un curso en particular para extensionistas hasta la estimación del papel de una ONG en la promoción de la EA a una clientela en particular.

El propósito de la evaluación es encontrar en qué medida se han alcanzado los propósitos y objetivos de un programa o proyecto. En la EA no formal tales propósitos pueden ser difíciles de buscar y el ejercicio de evaluación podría incluir el examen de factores tales como:

§  El diseño del proyecto o programa;
§  Los aspectos cognoscitivos, afectivos y de habilidades de los fines a ser logrados por los participantes;
§  Las condiciones financieras, culturales y políticas para su factibilidad;
§  La aceptabilidad de su contenido para los que aprenden, enseñan y organizan;
§  Las metodologías utilizadas por el profesor/líder de grupo;
§  Los materiales de enseñanza/aprendizaje;
§  La contratación y formación de los profesores/lideres de grupo;
§  La eficacia del programa para prevenir/reducir el abuso ambiental.

Toda evaluación mide el cambio y la influencia de ciertas variables, las cuales caen en dos categorías principales, variables independientes y dependientes. Al consi­derar algunos de los factores mencionados, se pueden variar algunos aspectos, tales como las metodologías empleadas, los medios de enseñanza aprendizaje utilizados, la cantidad de dinero asignada, la duración del curso, etc., y luego medir su grado e in­fluencia sobre el curso. Tales variables se denominan independientes. Otros factores evaluables son cosas como el logro de los estudiantes en comprender ciertos concep­tos ambientales, aplicar ciertas habilidades y desarrollar un interno por el medio am­biente.

Estas variables, que indican la magnitud del cambio que puede o no haber ocurrido, se denominan dependientes. Una de las tareas más difíciles en cualquier ejercicio de evaluación es establecer objetivos claros y medibles en el programa. Otro problema importante es decidir cómo deberá recogerse la evidencia que indique si el programa está avanzando hacia el logro de esos objetivos. Por lo general, se utiliza una combinación de técnicas para la recolección de datos; los participantes en el pro­grama como profesores, estudiantes, administrativos, extensionistas, pueden llenar un cuestionario y/o preparar observaciones orales o por escrito. Ellos también pueden ser observados en forma cuidadosa para notar cambios de comportamiento, o pueden ser entrevistados por algún asesor externo.

El trabajo escrito que se presente en forma regular también puede ayudar a evaluar a los estudiantes. En general, las técnicas que se empleen deben corresponder a la situación educacional. Por ejemplo, si el progra­ma de enseñanza incluye actividades prácticas en el medio ambiente como construir una represa o plantar árboles, el ejercicio de evaluación debería tratar de medir el mejoramiento en las habilidades manuales, y posiblemente también, en los esfuerzos de cooperación.


La evidencia más fácil de manejar es aquella que se puede contabilizar de alguna manera, pero gran parte de ella estará en forma de simples descripciones que son difíciles de categorizar. Cuando se haya reunido toda la evidencia será necesario exami­narla críticamente con respecto a su validez, pero casi con certeza ella dan cierta luz sobre la eficiencia de los programas e indicará y mide si se están presentando los proble­mas.

Ecológicos, conceptual, Investigación y evaluación para la acción ambiental

Muchas de las características que se mencionaron arriba también tienen gran significado para el sector no formal, pero debe aceptar que muchos profesores de EA, tanto del sector formal como del no formal, solo van a poseer una interacción de la expe­riencia y las habilidades que se enumeraron. 

Adicionalmente, el tiempo disponible para la formación o el perfeccionamiento de profesores o extensionistas para la EA no for­mal tendrá casi con seguridad una duración limitada, lo cual hace inevitable toma decisiones sobre los contenidos prioritarios en un curso de formación.

Es obviamente de mucha importancia que los profesores tengan conocimientos sólidos de los principios ecológicos y de las prácticas de conservación, pero de igual importancia es la necesidad de que los profesores estén de acuerdo con los propósitos y los objetivos de la EA no formal. 

Así, ellos deben tener experiencias en su formación que los ayuden a desarrollar sensibilidad hacia las necesidades del grupo meta y de los individuos que lo componen. Deben aprender a identificarse y a comprender las dificultades y problemas que enfrentan los miembros de su clase.

Al establecer relaciones con los miembros de su clase ellos deben aprender a reconocer las virtudes inherentes a todo ser humano. El orgullo es el pecado capital de los profesores y ellos deberían entender que la ostentación de un intelecto superior es contraproducente pare los propósitos de la EA no formal. Dada la complejidad de muchos problemas en la EA, gran parte, si no todos los profesores de EA se encontraren en situaciones que superan su conocimiento y su experiencia.

En tales circunstancias ellos deben ser capaces de admitir su ignorancia y esto puede ser difícil si el profesor ha adoptado una postura fuerte­mente autocrítica frente a sus estudiantes. La humildad, la integridad y la sinceridad son las características de comportamiento que dan respaldo a las mejores relaciones humanas; tales relaciones se basan en la confianza mutua y son la piedra angular del aprendizaje en la educación no formal.

Al considerar los lineamientos posibles para un programa de formadores de educa­dores de EA no formal sería útil identificar dos papeles extremos que ellos podrían desempeñar en la sociedad, los de "ambientalista residente y ambientalista facilitador". El carácter del primero proviene de un tipo 'occidental' de enfoque del ambiente, esto es, se preocupa de impartir conceptos de ecología, se basa en la conservación y su interés principal es la preservación de espe­cies vegetales y animales.

El carácter del ambientalista-facilitador proviene de la escuela de desarrollo co­munitario; se interesa en la controversia, el activismo político y la elevación general de la conciencia pública. Aunque se les puede presentar como polos opuestos, el conflicto de conservadores versus desarrollo es muy real y lo que se requiere son educadores ambientales que puedan escuchar y concuerden con los intereses de las comunidades, pero que puedan interpretarlos y transmitirlos en términos de desarrollo sustentable.

Se espera que el programa de formación que sigue sirva para producir educadores no formales que sean hábiles para desempeñar esta difícil tarea.

a.     Lineamientos para un programa de formación para profesores/extensionistas en Educación Ambiental no formal

Objetivos principales
1.  Asegurar que los educadores ambientales tengan alguna comprensión de las complejas relaciones que existen en el medio ambiente.
2.  Asegurar que los educadores ambientales comprendan que las actividades huma­nas en el medio ambiente deben ser manejadas para asegurar la utilización sus­tentable de los recursos.
3.    Ofrecer una variedad de actividades prácticas y de primera mano en el ambiente.
4.   Asegurar que los educadores ambientales comprendan la manera en que el pro­ceso de aprendizaje difiere con los grupos meta específicos.
5.  Dar la oportunidad a los educadores ambientales de practicar metodologías de enseñanzas pertinentes y variadas.

Unidad 1. El hombre y el medio ambiente

a.       La biosfera
§   Comunidades animales y vegetales, y el concepto de ecosistema.
§   La circulación de materiales y energía en el medio ambiente.
§  Mecanismos autoregulados en la biósfera.

b.       Cuidado y manejo del medio ambiente
§   La explotación y el impacto humano sobre ecosistemas tales como el suelo, los bosques y los hábitats costeros y de aguas dulces. Sugerencias para mejorar el manejo de esos sistemas vivientes.
§   Sustancias dañinas en el medio ambiente, sus fuentes y efectos, y las estrategias para reducirlas.
§  Estudios específicos de problemas ambientales locales, como sobrepastoreo, recolección de leña, estrés urbano, lluvia ácida, etc.

Unidad 2. Los propósitos y /a metodología de la EA no formal

a.     El proceso de aprendizaje en
§   Adultos
§   niños

b.  Aspectos de la dinámica de grupos que ilustren la importancia de las rotaciones inter-personales e intra-personales.
c.   Examen crítico de los programas específicos de EA que utilizan metodologías variadas, en diferentes combinaciones.
d.  Resolución de problemas= actividades de terreno en una comunidad/pueblo que inclu­ya:
§  Recolección de información de los habitantes, extensionistas, etc.
§  Análisis y resolución de problemas que incluya trabajo constructivo de pe­queña escala.
§  Consideración de varios dispositivos destinados a la medición de variables ambientales.
§  La producción de dispositivos de enseñanza, incluyendo ayudas audiovisuales, basados en problemas locales específicos.

Unidad 3. La dimensión política de la EA

a. Técnicas simples de gestión que aseguren la coordinación de esfuerzos con refe­rencia particular a la resolución de problemas.
b.  Cómo influir sobre la política del gobierno, el sistema administrativo al nivel local; el papel de los grupos de poder.
c.  Cómo influir sobre aspectos de la legislación ambiental: la interpretación y la apli­cación de la legislación ambiental a los niveles nacional y local.

Programa de formación sugerido

El programa de formación de futuros tutores/extensionistas en EA no formal debe­ría considerar con cuidado qué tipo de persona se espera que sea un tutor adulto. Con frecuencia ellos tendrán trabajos fuera del sistema de educación formal y, es probable, que los participantes estudien a jornada parcial y en las tardes. Para satisfacer estos requisitos específicos se sugiere organizar el programa de formación en una serie de etapas, con cada una dividida en una serie de módulos.

En la fase 1 hay tres módulos interrelacionados que intentan iniciar a los estudiantes en las habilidades básicas de la enseñanza y darles una visión de los principales temas que surgen del estudio de la biósfera. Esta fase debería comprender al menos 30 horas de instrucción y ser seguida de algunas prácticas pedagógicas con grupos de adultos.

Los módulos sugeridos para las etapas 2 y 3 intentan dar una formación crecientemente profesional, tanto en el terreno pedagógico como en el ambiental, y se estima que se requieren unas 70 horas adicionales de instrucción para completarlas.

El intervalo entre etapas podría variar y durante este periodo podría haber oportunidades para prácticas peda­gógicas adicionales. La división del curso en etapas y módulos se basa en el principio de "acumulación de créditos" y asegura que no se sobrecargue a los estudiantes de tiempo parcial con los problemas de estudios continuos y largos y de extensos exáme­nes. Por último, el curso intenta entregar una creciente perspectiva local, clave para una EA no formal eficaz.


jueves, 9 de junio de 2016

Programas de formación en EA sugeridos para profesores



Con el fin de diseñar programas eficaces para la formación de potenciales profesores de EA en el sector no formal, es esencial identificar las necesidades y requeri­mientos de los diversos grupos destinatarios para planificar los programas de capacita­ción adecuados. 

Si bien puede argüirse que la meta principal de la EA es común a todas las situaciones, esto es, una comprensión sofisticada sobre cómo funciona el medio ambiente, la dificultad para dividir el 'público general' en poblaciones destina­tarias identificables, con un número de denominadores comunes definidos, desde el punto de vista educacional, puede ser una de las razones por las cuales la educación ambiental de adultos es inadecuada.

De aquí que cualquier programa para la formación de personal que vaya a participar en la educación no formal debería incluir temas que tengan significado para el grupo destinatario en particular. Por ejemplo, cualquier programa relativo a la EA que a veces han abandonado la escuela debería ilustrar de qua modo las características del medio ambiente local pueden utili­zarse para desarrollar las habilidades básicas del alfabetismo que, casi con seguridad, van a estar ausentes en esos alumnos.

De modo similar, los programas de formación para los que enseñen a adultos a veces desempleados deberían contener un elemento importante de trabajo en proyectos externos, en los cuales se pueda experimentar una variedad de trabajos. 

Para los adultos hay que tener particularmente en cuenta los problemas de alfabetismo, asegurándose de que los métodos y materiales sean perti­nentes y tengan significado al nivel adulto; cualquier adulto puede comenzar a leer en cuarenta horas si las primeras palabras que descifra están cargadas de significado político.

Adicionalmente, la EA para la formación cívica, comunitaria y política, y también para las necesidades particulares y el desarrollo del potencial de las mujeres en la sociedad, parecerían más adecuadas para el nivel adulto.

Aparte de las consideraciones sobre las necesidades de los grupos meta específicos, ya se ha preparado una lista detallada de competencias que deben tener los profesores de EA, a saber:

Nivel I: Fundamentos ecológicos

Un educador ambiental eficaz debe ser capaz de:

§  Aplicar conocimiento sobre los fundamentos ecológicos para predecir las conse­cuencias ecológicas de soluciones alternativas a problemas ambientales;
§   tener suficiente formaci6n en ecología para identificar, seleccionar e interpretar las fuentes adecuadas de información científica en un esfuerzo continuo para investigar, evaluar y encontrar soluciones para los problemas ambientales;
§ comunicar y aplicar, en un contexto educacional, los principales conceptos de la ecología.

Nivel II: Comprensión conceptual

 Un educador ambiental eficaz debería ser capaz de seleccionar, desarrollar y/o poner en práctica materiales curriculares que permitan a los receptores tomar concien­cia de:

§  Cómo las actividades culturales del hombre (ej. religiosas, económicas, políticas, sociales, etc.) influyen en el medio ambiente desde una perspectiva ecológica;
§  cómo los comportamientos individuales tienen impacto sobre el medio ambiente desde una perspectiva ecológica;
§  una amplia variedad de problemas ambientales locales, regionales, nacionales e internacionales, y sus implicaciones ecológicas y culturales;
§  las soluciones alternativas viables que están disponibles para remediar problemas ambientales específicos y las implicaciones ecológicas y culturales de esas solu­ciones alternativas;
§  la necesidad de investigación y evaluación de problemas ambientales como pre requisito para la toma de decisiones adecuadas.
§  los papeles que desempeñarían los variados valores humanos sobre las cuestiones ambientales y la necesidad de clarificación de valores personales como parte de la toma de decisiones ambientales;
§  la necesidad de acción ciudadana responsable (ej. persuación, grupos de consumidores, acción legal, acción política, ecogestión) en la resolución de problemas ambientales.

Nivel Investigación y evaluación

El educador ambiental eficaz debería ser competente para investigar problemas ambientales y evaluar soluciones alternativas, y para desarrollar, seleccionar y/o poner en práctica materiales y estrategias curriculares que desarrollen competencias simila­res en los receptores, incluyendo:

§     el conocimiento y las habilidades requeridas para identificar e investigar problemas (utilizando tanto fuentes de información primaria como secundaria y sinteti­zando los datos recogidos);
§     la capacitación de analizar los temas ambientales y las perspectivas valóricas que se les asocian, con respecto a sus implicaciones ecológicas y culturales;
§     la capacidad de identificar soluciones alternativas para problemas específicos, así como las perspectivas valóricas asociadas a esas soluciones;
§     la capacidad de evaluar, en forma autónoma, las soluciones alternativas y sus perspectivas valóricas asociadas de problemas ambientales específicos con res­pecto a sus implicaciones culturales y ecológicas;
§     la capacidad de identificar y clarificar sus propias posiciones valóricas en relación con problemas ambientales específicos y las soluciones que se les asocian;
§     la capacidad de evaluar, clarificar y cambiar sus propias posiciones valóricas a la luz de nueva información.

Nivel IV: Habilidades para la acción ambiental

Un educador ambiental eficaz debería ser competente para emprender acciones ambientales positivas con el fin de alcanzar o mantener un equilibrio dinámico entre la calidad de vida y Ia calidad ambiental; y para desarrollar, seleccionar o aplicar materia­les y estrategias curriculares que formen competencias similares en los receptores de modo que emprendan acciones individuales o de grupo cuando corresponda (esto es, persuación, acción de consumidores, acción política, acción legal o combinaciones de estas categorías de acción).


La lista anterior representa las calificaciones ideales para los profesores de EA y han sido preparadas como lineamientos principalmente para los que entran al sector de la educación formal.