Nos hemos referido anteriormente a la cantidad de
información ambiental que ofertan los medios españoles, advirtiendo una escasa
variación en los últimos años o, en todo caso, un crecimiento que no se corresponde con la presencia que estas cuestiones
tienen en el ámbito social. Si hemos señalado algunas modificaciones en la
naturaleza de los medios que la ofertan (el caso de la irrupción de los
periódicos económicos) y, lo que es más importante, una cierta evolución en el
tratamiento de este tipo de noticias.
¿Que
tendencias en el tratamiento de esta información hay que invertir y, de hecho,
ya se está haciendo tímidamente? Quizás lo más preocupante en el tratamiento de
la información ambiental sea la atención desmesurada a los sucesos y el olvido
sistemático de los procesos, y esto es algo común a prensa, radio y televisión.
Cuando Greenpeace se dio a conocer, entre los periodistas solía elogiarse la
estrategia que utilizaba para atraer a los medios de comunicación. Si se
trataba de salvar a las ballenas consistía en colocarse, como barrera humana,
entre el animal y el arponero. Esta acción, Greenpeace la comparaba con romper
un huevo.
A partir de allí, captada la atención, había que comenzar a elaborar
la mayonesa, y lo difícil era seguir removiendo los ingredientes hasta
conseguir el efecto deseado sin perder la atención de los medios. Pues bien,
desgraciadamente, muchos no han conseguido pasar todavía del huevo roto: ni saben
de dónde procede el huevo ni les interesa el final que tendrá.
Una queja frecuente en medios ecologistas y
conservacionistas se refiere al tratamiento que se le da a los incendios forestales
en los medios de comunicación. “Los periodistas”, suele decirse, “solo se
interesan por éste problema durante la campaña de verano y, además, su única
preocupación al abordar una noticia de este tipo es saber el número de
hectáreas quemadas”.
En muchos casos, señalan estas voces críticas, pasa
inadvertida la compleja realidad socio económica que se vive en algunas de las
comunidades afectadas por incendios, realidad que constituye la raíz misma del
problema. Este puede ser un buen ejemplo del suceso por encima del proceso.
Dicho
de otra manera, ha sido frecuente y todavía lo es, una clara tendencia a la
superficialidad a la hora de tratar informaciones de tipo ambiental. Es
habitual que en estos casos se preste una atención desmesurada a elementos subalternos
de la información, con descuido de los elementos principales.
Básicamente, esta
intrascendencia se manifiesta en ignorar las conexiones y efectos que
determinados problemas ambientales tienen sobre el medio humano, quedando
reducidos a conflictos más o menos coyunturales y, a veces, hasta anecdóticos. Este
tipo de información superficial, si bien puede impactar en el receptor, no
favorece en la formación de actitudes positivas hacia el medio ambiente, no lo
implica en los problemas ambientales y, por consiguiente, no lo motiva para que
participe activamente en su resolución.
Volviendo al ejemplo del huevo y la mayonesa, en
otros casos la rotura del huevo solo sirve para abrir paso a una catástrofe de
dimensiones incalculables y, lógicamente, de soluciones fuera del alcance
humano. Es el “catastrofismo”, otra de las características con las que suele
abordarse la información ambiental.
En algunas ocasiones, cuando desde un
medio de comunicación se nos habla del problema de la disminución de la capa
de ozono, se nos ofrecen las últimas y alarmantes mediciones sobre el cielo
antártico, y a continuación se detallan los catastróficos efectos que sobre la
vida en la Tierra tiene el fenómeno. Estoy seguro que la lectura que este tipo
de información tiene en muchos receptores es la siguiente: estamos sometidos a
un poder exterior a nosotros mismos, casi sobrenatural, sobre el cual no
podemos ejercer ningún control, por lo tanto solo nos cabe asombrarnos o
angustiarnos pero en ningún caso actuar, porque, ¿que podemos hacer nosotros?
Sobrevalorar los efectos que determinadas acciones
pueden tener sobre el medio ambiente, presentándolos como irremediables y de
difícil, sino imposible, solución, solo conduce a la angustia. Esto es
particularmente grave cuando se convierte en una estrategia de la propia administración
o de los grupos ecologistas, fundada en la creencia errónea de que así se
consigue una mejor respuesta social.
Finalmente, termino diciendo sobre lo que no debe
ser el tratamiento de la información ambiental, podemos afirmar que la
complejidad de los problemas ambientales, tanto en la clarificación de sus
causas como en la explicación de sus consecuencias, exigen de todo informador
una actitud responsable.
Es lo que algunos han dado en llamar periodismo en
profundidad, aplicable a cualquier tipo de información, no solo ambiental.
Entendida de esta manera, la labor del periodista debería comenzar por la
documentación exhaustiva sobre el hecho en cuestión (noticia), con intervención
en todas las fuentes útiles (y no solo acudiendo a la información convocada
o a las cómodas referencias institucionales), y seguir con una narración en la
que no falten los antecedentes y las consecuencias, así como los actores
implicados.
De esta manera es casi inevitable terminar haciendo
una valoración crítica del hecho, después de haberlo insertado en su contexto
adecuado, de forma que vaya de lo global a lo particular y viceversa o, si se
prefiere, de lo universal a lo local y viceversa. En definitiva, y este es el gran
reto al que nos enfrentamos todos los días los que hemos elegido este oficio, humanizar
la información, escribir de tal modo que la noticia tenga sentido para el
receptor. Es decir, implicar al receptor y hacerlo partícipe de aquella
realidad de la que somos simples intermediarios.
La formación ambiental de los profesionales del
periodismo debe ampliarse en la formación académica que reciben los
estudiantes, pero también en la formación contínua de los periodistas en
ejercicio, a través de actividades de reciclaje, seminarios, encuentros, etc.