La conciencia mundial sobre la crisis
ecológica global y sus causas antrópicas alcanzada en las últimos décadas
ha dado curso a un cambio crucial: el declive de la privilegiada relación- de
cinco siglos- entre el hombre y el conocimiento científico- tecnológico y, a la
vez, la gestación de una nueva percepción de las interrelaciones entre los
hombres y entre los seres humanos y la naturaleza.
El afianzamiento de estas perspectivas
ha ido paralela a la evolución de un nuevo saber: la ecología. Esta disciplina,
anunciada a fines el siglo pasado por Ernest Haeckel, ha operado todo un
proceso de modelamiento de su objeto de atención ampliando sus perspectivas
casi de modo geométrico. Este proceso constituye uno de los grandes avances
culturales del siglo XX, el crecimiento del campo de estudio de la ecología
puede ser reseñado del siguiente modo (di Castri, 1982):
- Estudio del ambiente de una planta o animal determinado;
- al ambiente de una comunidad de vida;
- a la comprensión del ecosistema y sus componentes;
- a la interacción de diversos ecosistemas;
- a la noción de biosfera, integradora de ecosistemas, y
- la biósfera real, incluyendo al hombre.
Los primeros cuatro períodos obedecen a
un proceso creciente de complejización del conocimiento de la vida en el
planeta. Hasta entonces la ecología era percibida como ciencia sucedánea de la
biología.
Los dos últimos períodos constituyen
todo un salto intelectual producto de la rapidez y la masa de conocimientos que
posibilitaron los sistemas informáticos (conciencia de los impactos ambientales
de la actividad humana), como de la capacidad de percepción global del planeta
fruto de la salida del hombre al espacio (conciencia del límite) (Becker, 1
995). Es entonces con la ayuda de la computadora y el satélite que la ecología
logra independizarse de la biología y adquirir el sentido transdisciplinario y
holístico que hoy tiene.
Producto de esta ampliación de
perspectivas ganan verosimilitud y legitimidad cultural los enfoques
descentralizados de la vida, en los que el hombre "se reintegra a la
comunidad de vida de la Tierra", superando una visión antropocéntrica que
desde el siglo XV buscó imponer la voluntad humano a la vida social y a la
naturaleza tras adquirir mejores capacidades de conocimiento (a través de la
ciencia) y de transformación (a través de la tecnología). Este
reposicionamiento existencial del ser humano aportó también a un ajuste ético
sobre las responsabilidades humanas para con el planeta, pasando de la idea del
dominio a la de solidaridad.
Tras la toma de conciencia internacional
de la seriedad de la crisis ambiental global a la que nos han llevado los
sistemas económicos productivistas (capitalista y socialista), como los hábitos
de vida de los países industrializados, la inteligencia mundial ha variado su
enfoque de los problemas y las relaciones internacionales.
Del análisis de la confrontación
ideopolítica y económica entre los sistemas hegemónicos de oriente y occidente,
se ha pasado al análisis de la sustentabilidad del desarrollo humano.
Este nuevo horizonte de preocupación internacional ocurre ciertamente en un
contexto de tensión.
Por un lado está el despegue de las
fuerzas productivas resultado del predominio del sistema de libre mercado, la
reorientación de las inversiones- del rubro militar al civil- con motivo de la
progresiva resolución de los grandes conflictos internacionales y la apertura
de nuevos mercados (Europa Oriental y China). La sumatoria de estas fuerzas
proporciona, de alguna manera, un sentido de optimismo político al proyecto
desarrollista.
De otro lado, y no con menos fuerza,
está la presencia de la crisis ecológica global generada por décadas de
productivismo y consumismo. Los cambios climáticos, el deterioro de la capa de
ozono y la pérdida de biodiversidad, están socavando las bases materiales de la
civilización humana. Estos problemas, resultado del uso ilimitado e ineficiente
de la energía y los recursos naturales, como de las masivas emisiones de
desechos y contaminantes al ambiente, ofrecen el sentido crítico al proyecto
desarrollista.
Una expresión cuantitativa de este
fenómeno está registrado en el informe "Estado del Mundo 1990" del
Worldwatch Institute. Allí se precisa que el rendimiento económico mundial
adicional obtenido en cada una de las cuatro décadas pasadas, corresponde al
crecimiento económico total desde comienzos de la civilización hasta el año
1950. Es decir que en cada una de las cuatro décadas pasadas se registró más
crecimiento que en los últimos dos mil años.
Sobre esta realidad, en los últimos 30
años, ha ido prosperando la conceptualización y experimentación en torno a la
idea de un modelo de desarrollo alternativo que dé cuenta de las
demandas de crecimiento económico, de equidad en la distribución de los excedentes,
y de las necesidades de sustentabilidad del proceso.
El resultado ha sido la propuesta de lo
que hoy se conoce como desarrollo sostenible que, primero, ponía énfasis en el
proceso económico y, hoy, en la sostenibilidad del conjunto de la vida social-
y la vida en general.
2.1 CONCIENCIA BIOSFERICA Y EL
ECODESARROLLO
Sobre algunos antecedentes a nivel de
países, podría decirse que el proceso global de comprensión y crítica de los
impactos ambientales de los vigentes modelos de desarrollo empieza a mediados
de la década del 60 con la formulación del concepto de biosfera hecho por
Theilhard de Chardin. Como se sabe la biosfera es la pequeña y limitada capa de
tierra, agua y aire que esta sobre la superficie de la Tierra, constituyendo el
hábitat sobre el cual se desarrollan todos los seres vivos. La biosfera existe
gracias a un complejo proceso de captación y transformación de la energía solar
y su capacidad de autoregulación (de Chardin, 1965).
Expresión institucional de este nuevo
nivel de conceptualización es la "Conferencia intergubernamental sobre la
utilización racional y la conservación de la biosfera", convocada por la
UNESCO en 1968. Resultado de esta iniciativa se crea el Programa el Hombre y la
Biosfera (MAB: Man and Biosphere) para promover las investigaciones sobre la
intervención de nuestra especie en los ecosistemas y el planeta.
Esta perspectiva del planeta y los
modelos de simulación que posibilitaban las nuevas computadoras dieron curso a
un nuevo objeto de investigación: la interrelación dinámica entre ecología
global y sociedad mundial. Uno de los primeros modelos que marcaron el rumbo en
este sentido lo presentó Dennis Mendows en el Club de Roma en 1972, siendo
seguida por otros trabajos y datos más exactos (Meadows,1972).
Ese mismo año, 1972, se realiza en
Estocolmo la Conferencia Internacional sobre el Medio Humano con participación
de 1200 delegados de 140 países. Este es el primer evento político de alto
nivel que alerta al mundo sobre las implicancias ambientales de los vigentes
modelos de producción y de vida. Genera una declaración de principios de 26
puntos y establece el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
(PNUMA). Instituye también el Día Mundial del Medio Ambiente (5 de junio de
cada año).
Al año siguiente, Maurice Strong,
Secretario General de la Conferencia y primer Director Ejecutivo del PNUMA,
lanza la propuesta del ecodesarrollo, concepto que luego será
profundizado- entre otros- por lgnacy Sachs, creador del Instituto de
Ecodesarrollo en la Escuela de Altos Estudios Sociales de París.
Para Sachs el ecodesarrollo es una
manera de pensar el desarrollo introduciendo una dimensión más: la dimensión
ambiental (Sachs, 1990). Esta dimensión debería ser entendida a partir de un
diálogo histórico entre las culturas y los ecosistemas - formas concretas con
que se expresan las actividades humanas y la naturaleza- en torno a sus
capacidades de adaptación (diversidad) y transformación (cambio). Un aporte
significativo del concepto fue la identificación de las que servían las bases
del nuevo modelo de desarrollo: tener un fin social, ser ecológicamente prudente
y económicamente eficiente.
Por aquellos años otra importante línea
de análisis- y crítica- del desarrollo se origina en los trabajos de Herman
Daly y su propuesta de una economía estable anunciada en 1978.
Analizando la moderna obsesión por el crecimiento como respuesta a las demandas
sociales, Daly cuestionó la noción que "más es mejor" proponiendo
como un axioma más saludable "lo suficiente es mejor", y la
reorientación de la dirección de la economía hacia un crecimiento cualitativo:
"el fin del incremento físico no es el fin del progreso, es mas bien una
precondición para el progreso futuro" (Daly, 1984).
2.2 NUESTRO FUTURO COMUN
Es por entonces, 1983, que el 38 período
de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas constituye la Comisión
Mundial sobre Medio Ambiente y el Desarrollo y le encarga elaborar un informe;
preside la Comisión la Primera Ministra de Noruega Gro Harlem Brundtland.
Cuatro años después, en 1987, la
Comisión presenta y difunde el informe titulado "Nuestro Futuro Común",
desencadenando un intenso debate internacional. El documento, formula y difunde
a nivel internacional el concepto de desarrollo sostenible, bosquejado unos
años antes por organismos de las Naciones Unidas.
Según el Informe Brundtland el
desarrollo sostenible es definido como un "desarrollo que satisface las
necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras
generaciones para satisfacer sus propias necesidades". En este sentido
propone "asumir algunas limitaciones- no absolutas- en función al estado
actual de la tecnología y la organización social sobre el uso de los recursos
del medio ambiente y la capacidad de la biosfera para absorber los efectos de
la actividad humana" (WCED, 1987).
El informe constataba que el mundo
industrializado había usado tanto del capital ecológico del planeta que la
sostenibilidad de la vida futura estaba en riesgo. También que el crecimiento
contínuo e incontrolado de la población aumentaba la presión sobre los recursos
y lentificaba la mejora del nivel de vida. Para los primeros exigía "que
modifiquen sus hábitos de vida- por ejemplo en relación al consumo de energía
-, de modo que sean compatibles con las posibilidades ecológicas del
planeta". Para los segundos planteaba que "el desarrollo duradero
sólo sería posible si el tamaño y crecimiento de la población se ajustaba a las
variaciones del potencial productivo de la Tierra como ecosistema".
Nuestro Futuro Común introdujo el
concepto de desarrollo sostenible y el de la responsabilidad intergeneracional como
nuevos principios políticos para guiar el desarrollo económico. En general
apostaba a tener un crecimiento económico pero en una tasa más baja y estable;
el crecimiento definido más en términos de calidad de vida que simplemente más
cantidad de bienes materiales. Ello supone cambiar los patrones vigentes: el
productivismo y el sobreconsumo (Brundtland, 1989).
En su momento, el concepto originó
entusiasmo tanto como un gran debate internacional. Se reconocía su visión
global y de futuro, pero se criticaba que no señalaba suficientemente el
diferente grado de responsabilidad del norte y el sur respecto al deterioro del
planeta, precisando que el impacto ambiental del modelo de producción y de vida
de los países ricos del norte era mayor que el que causaban los países del sur
en su lucha contra la pobreza (Gomero, 1989). Aparecían así inequitativas las
necesidades de conservación del planeta planteadas por el norte frente a las
demandas de desarrollo hechas desde el sur.
Un ejemplo de esta percepción fue la
argumentación de un funcionario chino, frente a la observación que su país
tenía como meta dotar de refrigeradores a todos sus hogares, para lo cual
estaba construyendo nuevas fábricas de cloro-fluoro carbonos. Señaló que
"los Estados Unidos y Europa habían tomado el camino más fácil del
crecimiento, el derroche económico, llenando la atmósfera con bióxido de
carbono y CFC en el proceso. ¿Por qué entonces debían sufrir los estándares de
vida en China como resultado?"
2.3 DESARROLLO Y CRECIMIENTO
Cuatro años después, el importante
documento "Cuidar la Tierra. Estrategia para el Futuro de la Vida"
(UICN-PNUMA-WWF,1 991) aportó significativamente al esclarecimiento de ideas y
términos, enfocando el desarrollo sostenible como un proceso que requiere un
progreso simultáneo global en diversas dimensiones: económica, humana,
ambiental y tecnológica (WRI-PNUMA-PNUD, 1992).
El documento observó también que,
generalmente, se hablaba indistintamente de "desarrollo",
"crecimiento" y "utilización" sostenibles como si fueran
idénticos, cuando en realidad no lo son. Precisó que crecimiento sostenible
es un término contradictorio, nada físico puede crecer indefinidamente.
Uso
sostenible sólo es aplicable a los recursos renovables (significa
utilización a un ritmo que no supere su capacidad de renovación).
Señaló además que una economía
sostenible es el producto de un desarrollo sostenible. Mantiene la base de
recursos naturales y puede continuar actuando mediante el mejoramiento de los
conocimientos, la organización, la eficiencia técnica y la sabiduría. También
que una sociedad sostenible es aquella que vive conforme los principios
de vida sostenible (ver recuadro).
|
PRINCIPIOS
PARA VIVIR DE MANERA SOSTENIBLE
Principio ético
Criterios
que deben cumplirse
Direcciones
a cumplir para su viabilidad a nivel individual, local, nacional e internacional
______
Fuente: UICN-PNUMA-WWF, 1991
"Cuidar la Tierra. Estrategia para el Futuro de la Vida" Gland.
|
Ese mismo año, Dennis Meadows, aporta
también a esta precisión mencionando que "Crecimiento es el aumento
material de una magnitud. Desarrollo, en cambio designa un cambio cualitativo.
Cuando algo crece, aumenta cuantitativamente, cuando algo se desarrolla, mejora
cualitativamente o por lo menos en otro sentido. Crecimiento cuantitativo y
cambio cualitativo están sujetos a leyes diferentes. Nuestro planeta, en
general, se desarrolla sin crecer, su masa no aumenta. Nuestra economía, que no
es más que un subsistema de nuestro planeta limitado y no creciente, debe
adquirir a corto o largo plazo una forma de desarrollo uniforme" (Meadows,
1992).
De ello se deduce una conclusión remarcable:
"aunque es cierto que existen límites materiales al crecimiento, ello
no implica necesariamente que existan también límites del desarrollo. En
este sentido el saber humano, la conducta social, el amor y la bondad, los
modos de vida y las formas de expresión artística pueden desarrollarse
infinitamente" (Becker, 1995).
El Banco Mundial, en su informe sobre el
Desarrollo Mundial de 1992, respaldó el concepto de desarrollo sostenible
planteado por la Comisión Brundtland, asumiendo que no había ninguna diferencia
entre las metas de la política de desarrollo y las de una protección adecuada
del medio ambiente. Sin embargo en este mismo informe el Banco reconoce lo
difícil que resulta dar precisión al concepto de sostenibilidad, "poderosa
metáfora para centrar la atención en la necesidad de una mejor administración
ambiental".
El informe opta por lo que considera una
definición más restringida- y por supuesto discutible- de desarrollo
sostenible: el "desarrollo responsable desde el punto de vista ambiental",
es aquel que busca niveles de bienestar crecientes y sostenibles basando las
políticas de desarrollo y medio ambiente en una comparación de costos y
beneficios. Sobre esta idea el Banco plantea el "imperativo de
aprovechar la oportunidad actual para provocar una aceleración del desarrollo
humano y económico que sea sostenido y equitativo".
Para ello respalda los esfuerzos por
determinar y asignar valores a los recursos naturales, así como tomar en cuenta
los costos ambientales en la adopción de decisiones. Precisa que los costos de
la protección y mejora del medio ambiente son elevados en términos absolutos,
pero moderados en comparación con sus beneficios y con las ganancias que se
pueden derivar del crecimiento económico.
2.4 DEL CONCEPTO A LA ACCION: LA AGENDA
21
Ese mismo año, 1 992, ocurrió uno de los
acontecimientos más importantes para el pensamiento y la política de fin de
siglo: la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el
Desarrollo (UNCED). Convocada con tres años de anticipación, el proceso
preparatorio de la Cumbre, como su propia realización, posibilitaron la
sensibilización y debate masivo de la población mundial en torno al desarrollo
y los impactos ambientales, sus causas y sus implicancias para el planeta. Fue probablemente
la mayor movilización intelectual ocurrida hasta entonces en la historia
humana.
2.5 CONSTRUYENDO INDICADORES
Otra línea de trabajo- procesada desde
mediados de los años 80- y que ha producido significativos aportes para el
análisis y crítica de los modelos de desarrollo está en la construcción de
indicadores de calidad de vida y de sustentabilidad ecológica.
Sobre calidad de vida quizá los
más conocidos son los adoptados por el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD), estos son: el Indice de Desarrollo Humano (IDH) que evalúa
longevidad, educación e ingreso, y el Indice de libertad Humana (ILH) que es
una variante de los conceptos desarrollados por Charles Humana en la obra World
Human Rights Guide, en la cual se utilizan 40 indicadores para medir la
libertad.
Sobre la sustentabilidad ecológica puede
verse los propuestos en el ya referido documento "Cuidar la Tierra".
Allí se proponen tres indicadores:
- Conservar los sistemas ecológicos sustentadores de vida y la
biodiversidad;
- garantizar la sustentabilidad de los usos de recursos renovables y
reducir a un mínimo el agotamiento de los recursos no renovables; y
- mantenerse dentro de la capacidad de carga de los ecosistemas
sustentadores.
Otros indicadores relevantes vinculados
al desarrollo fueron propuestos por Manfred Max-Neef como parte de su teoría
del "Desarrollo a Escala Humana" aplicada hasta ahora en 25
países (Max- Neef, 1986). El autor, desde el Centro de Alternativas para el Desarrollo,
construyó un método para determinar cómo valoran subjetivamente las personas de
diferentes sociedades su calidad de vida, evaluando 9 necesidades fundamentales
en función a su satisfacción o insatisfacción relativa.
Con la aplicación del método el autor
encontró un fenómeno que denominó hipótesis del umbral (threshold hypothesis). Según esta conjetura, "toda sociedad atraviesa por una fase
en la que el crecimiento económico, medido a la manera convencional, contribuye
a un mejoramiento de la calidad de vida social hasta alcanzar un punto– el
llamado punto del umbral- a partir del cual el crecimiento conlleva a un
deterioro repentino de la calidad de vida (Max-Neef, 1995a). Estos datos
dan sustento empírico a las teorizaciones respecto a la búsqueda de nuevos
"modelos de bienestar" basados en la reducción del consumismo y un
uso más eficiente de la energía y los recursos en el mundo, principalmente en
los países ricos del norte.
Casi simultáneamente, Herman Daly y John
Cobb, desarrollan un llamado "índice de bienestar económico
sostenible", combinando 8 componentes medibles que afectan
directamente a la calidad de vida. Valiéndose de este índice los autores
investigan la evolución de la economía de los Estados Unidos y comparan el
referido índice con el crecimiento económico per cápita, entre 1950-1989. El
estudio mostró que durante 40 años subió la renta per cápita sin interrupción,
distinguiéndose en cambio que el índice de bienestar económico sostenible sólo
creció hasta 1970-72 a partir del cual empezó de pronto a bajar.
La hipótesis
del umbral se confirmaba con otra metodología.
Sobre esta base otro equipo de
investigadores - integrado también por Max -Neef ha venido replicando la
investigación en más de 10 países, confirmándose en todos los casos la
hipótesis. Ello significaría que para las economías nacionales existirían
motivos concretos para una transición- en un punto determinado de su
desarrollo- de una economía cuantitativa a una economía cualitativa. Para ello,
actualmente están trabajando en indicadores que muestren con antelación cuánto
le faltaría a una economía nacional para llegar al punto del umbral (Max-Neef,
1995b).
2.6 EFICIENCIA Y SUFICIENCIA
Esta y otras investigaciones
complementarias han aportado a la precisión del sentido del desarrollo
sostenible en función al tiempo-espacio histórico y las necesidades percibidas
por las actuales generaciones. Así el desarrollo sostenible ya no es definido
de modo abstracto, sino como la gran estrategia o la gran vía de cambio para el
logro de una finalidad: un "nuevo modelo de bienestar" capaz de
conjugar dos revoluciones: la eficiencia técnico-económica y la suficiencia
cultural-simbólica (Becker, 1995).
Según Becker la revolución de la
eficiencia técnico- económica sería la respuesta a la preocupación por los
límites del crecimiento o a la capacidad de regeneración de los ecosistemas y
recursos o a la capacidad de absorción de los sistemas ecológicos locales y
nacionales (emergencia de residuos) o globales (modificación del clima,
desertificación); para ello ofrece modelos para regular los flujos de energía y
de materias, innovaciones técnicas y sistemas de gestión adecuados.
La revolución de la suficiencia
cultural-simbólica seria la respuesta a los valores, las formas de vida,
los patrones de consumo que posibilitan tanto el productivismo como el
consumismo, responsables del deterioro ambiental que sufre el planeta; frente a
ello propone una nueva ética, un cambio de pensamiento y un nuevo orden
simbólico fundados en la conciencia del límite y la responsabilidad para con la
naturaleza y con las futuras generaciones.
La primera se basa en conceptos y opera primordialmente con cifras y
hechos reales; en la segunda predominan los conceptos de las ciencias sociales
y de la cultura y trabajo preferentemente con visiones y promesas. Hasta hoy
estas entradas en el diagnóstico de la crisis y en la formulación de soluciones
han estado escindidas tanto en el norte como en el sur impidiendo sentar las
bases del desarrollo duradero: eliminar la pobreza en los países en desarrollo,
como limitar la riqueza y el bienestar de los países industrializados.
El factor eficiencia tiene que ver
fundamentalmente con el de la productividad. "En el pasado, el progreso
técnico se equiparaba principalmente con el aumento de la productividad
laboral, sin considerar la productividad de recursos. La ciencia y
la tecnología, junto con la logística y una buena gestión, han logrado, en los
países que van a la cabeza, un aumento de la productividad laboral de factor 20
en el transcurso de 150 años. En cambio la productividad de recursos se quedó
atrás en el proceso. No ha subido casi nada, como lo demuestra el hecho de que
el consumo de energía y recursos materiales en todos los países industrializados
ha aumentado casi paralelamente al producto bruto interno" (Yon
Weizsacker, 1997).
Frente a ello algunos expertos piensan
que se trataría, en términos del análisis del cambio estructural a nivel macro,
de "separar (desacoplar) la evolución del producto bruto del consumo de
recursos ecológicamente sensibles"; en términos prácticos esto
implicaría hacer posible lograr un menor consumo específico del ambiente (menos
uso de recursos por unidad de producción) y generar un menor impacto ambiental
específico (menor emisión de efluentes contaminantes y residuos por unidad de
producción) (Simonis, 1997).
La factibilidad de este tipo de
propuestas ha sido resaltada por instituciones especializadas (como el
Instituto Wuppertal para el Clima, Medio Ambiente y Energía de Alemania), que
demuestra que, en la actualidad, en varios sectores, se está en capacidad de
mejorar en factor 4 la productividad- o eficiencia- energética; todo ello
con las tecnologías existentes y sin mayores cambios de conducta o de
infraestructura. Este hecho permitiría una duplicación de los servicios
energéticos y, al mismo tiempo, reducir a la mitad las emisiones de gas de
invernadero relacionadas con el empleo de energía.
2.7 DESARROLLO DE BASE, HUMANO Y ECOLÓGICO
Con todo su potencial ¿pueden los
enfoques técnicos de la eficiencia económico- ecológica dar cuenta de los
grandes problemas del equilibrio ecológico y el de la sobrevivencia humana?.
Pensadores como Pedro Morandé señalan que "ambos problemas sobrepasan los
aspectos tecnológicos para constituirse en un desafío de carácter
fundamentalmente antropológico y cultural" (Morandé, 1994).
Al respecto plantea dos preguntas
cruciales: ¿por qué vale la pena sobrevivir? y ¿cuál es el vinculo que nos une
con toda la historia humana, con la memoria de las generaciones pasadas y con
la vida de las que vendrán?. Sostiene que, sin una respuesta satisfactoria a
ambas preguntas, pierde todo sentido cultural la preocupación por hacer algo en
favor del equilibrio del ecosistema.
La primera pregunta parte de suponer que
la sobrevivencia no es un deseo o un anhelo que podamos imputar por igual a
todas las personas o a todas las culturas. Menos todavía a la cultura actual,
una de cuyas tendencias más poderosas es el nihilismo, caracterizado por la
falta de sentido a la existencia y la consecuente indiferencia frente a la
autodestrucción o el mismo deseo de desaparecer. Sin superar esta tendencia y resignificar
el sentido de la vida humana, difícilmente se podrá plantear- con éxito- la
demanda de protección de la naturaleza.
De otro lado, suponiendo que las
actuales generaciones deseen sobrevivir, por que han encontrado un sentido para
su existencia, ello no asegura que además quisieran sacrificarse- aceptando
niveles moderados de bienestar- para que las generaciones distantes, de los
años 2300 o 2500 por ejemplo, hereden un ecosistema equilibrado que les permita
tener una buena calidad de vida. Ello sólo sería posible con la percepción
de que la vida es una continuidad, que tenemos entrañables lazos de unidad
con las generaciones que vendrán del mismo modo que las tenemos con las que nos
han antecedido en cientos o miles de años.
Es entonces con la resignificación y
la trascendencia del sentido de la vida que es posible recuperar la
admiración por "el ser" (unidad hombre- naturaleza) y darle
responsabilidad al "hacer" (sustentabilidad).
En este sentido es que es posible y
realista hacer una pregunta operativa ¿qué es mejor dejar a las generaciones
futuras?, ¿dejarles el mismo stock físico de recursos o la posibilidad de estar
a lo menos tan bien- en el sentido económico y social- como la generación
actual? (Dixon y Fallon, 1989).
Las respuestas más sólidas van por el
sentido de dejar dos dotes: un patrimonio natural suficiente, vital y
diverso para un volumen de población relativamente estable (stock de recursos y
cero crecimiento demográfico), como la responsabilidad y las capacidades
necesarias para administrarlas con eficiencia (estrategia de desarrollo
sostenible). La opción de heredar el "bienestar o la felicidad", es
vista con desconfianza considerando que ésta es relativa a los valores y modos
de vida de cada generación (y sabemos que los apreciados y modelados por las
últimas generaciones son las que han causado la presente crisis ecológica
global). Si algún ideal de bienestar adecuado es posible preveer éste estará
fundado en los ya referidos valores de la suficiencia y solidaridad.
Desde América Latina otra expresión
relevante y enriquecedora del concepto de desarrollo sostenible- basada en el
diálogo académico y las experiencias de promoción del desarrollo rural- es la
presentación de un marco conceptual orientado a definir una estrategia de desarrollo
de base humano y ecológico formulado, desde el seno del Consorcio
Latinamericano de Agroecología y Desarrollo/ por Andrés Yurjevic. Esta es quizá
la propuesta más consistente formulada hasta hoy desde nuestro subcontinente.
El desarrollo humano y ecológico plantea
que los daños ambientales y la pobreza perennemente producidos por los procesos
de transformación basados en el conocimiento científico y tecnológico
convencional, así como la lógica que guía al pensamiento económico dominante,
han generado la pérdida de una doble armonía y una alteración básica en el orden
jerárquico natural.
La primera armonía rota que se puede
verificar tiene lugar al interior de la biosfera, la cual ha visto alterados
sus mecanismos de autoregulación y experimentado un creciente empobrecimiento.
La segunda armonía perdida que, en gran medida, explica la primera, tiene lugar
al interior del propio ser humano, el cual ha hipertrofiado su racionalismo,
inhibiendo el desarrollo de su sensibilidad y voluntad.
La propuesta, analizando casi todas las
opciones sistematizados sobre la relación desarrollo y economía, pone especial
énfasis en respetar la diversidad y los mecanismos de regulación de la
biosfera, restaurar la armonía del ser humano y subordinar las estructuras y la
política económica al logro de las necesidades humanas de las presentes y
futuras generaciones; todo ello como parte del proceso de desarrollo,
entendido como la transformación que experimenta una sociedad en la búsqueda de
márgenes crecientes de libertad, bienestar y participación para la población.
Si alguna palabra universal existe hoy,
ésta es sostenibilidad. La generalización de su uso dato de la década del 60
como parte del discurso del movimiento ecologista, y de la retórica política en
los años 80. Su difusión ha sido posible gracias a su pertinencia en el
análisis de la crisis ecológica global, como a su polisemia: todos los sectores
encuentran compatibilidad con el término y se benefician de su ambigüedad.
Sustentar viene del latín sustenere y
significa mantener algo. En el contexto de recursos y el medio ambiente
sustentar significaría entonces mantener o prolongar el uso productivo de
los recursos y la integridad de la base de recursos.
3.2 ENFOQUES DE SU APLICACION A LOS
FENOMENOS HISTORICOS
En términos generales, distinguimos dos
grandes enfoques en la aplicación del concepto sustentabilidad a fenómenos
históricos. Uno poniendo énfasis en aspectos técnico- económicos y el otro en
aspectos ético- sociales (ver siguiente recuadro).
|
COMPONENTES
DE LA SUSTENTABILIDAD AMBIENTAL
Componentes técnico-económicos
Componentes ético-sociales
|
Uno de los enfoques de la
sustentabilidad estaría así asociado al espíritu racionalista de la
modernidad y su visión del tiempo: la perdurabilidad. Según esta lógica, si
una actividad es sostenible, virtualmente podría continuar por tiempo
indefinido, aunque, por un elemental sentido de realismo, se acepta que la
sostenibilidad es planteada desde el presente y bajo determinadas condiciones,
no pudiendo haber garantía de sustentabilidad a muy largo plazo por la
existencia de factores desconocidos o imprevisibles.
En suma estaría limitada a la escala
humana de intervención en el tiempo.
Para algunos autores corno Ramón Folch
(1995) la concepción temporal de la sustentabilidad sería finalmente
conservadora, pues tendería a reforzar los estados o procesos que tienden a
continuar o tienden al equilibrio. Por ello, en términos de conducta humana,
esta concepción de la sustentabilidad puede ser también adormecedora de la
voluntad humana, llevando a ejercerla sólo para adaptarse o reencontrarse con
las tendencias naturales.
Para Folch, que considera que cualquier
idea es prescindible ante otra diferente- quizá mejor- optar por la idea de
sustentabilidad, en el sentido de perdurabilidad en el tiempo, no es sino una
postura de creencia o de fe, no una visión (moderna) reflexiva o dubitativa de
la realidad.
De otro lado hay cosas que son
insostenibles pero que continuarán por un largo tiempo, por ser parte de grandes
fuerzas o tendencias humanas: el mercado, la desigualdad, la violencia, la
familia, el actual sentido del confort, podrían ser ejemplos ilustrativos.
Además, lo sostenible no necesariamente
puede ser agradable, no tiene que ser el paraíso perdido, la tierra de leche y
miel. El hombre interactúa sobre la realidad a través de proyectos y con ellos
puede alterar la realidad (incluso siendo esta sostenible) por otra diferente.
Que el resultado pueda ser mejor, igual o peor; que el producto pueda ser más o
menos sostenible, o no serio, dependerá de la decisión o la casualidad, pero
ello no puede negar el potencial creativo que tiene la libertad humana.
En suma, para Folch, "ni todo lo
que hay que cambiar es insostenible, ni todo lo que es sostenible debe ser
mantenido". Bajo este enfoque "el desarrollo sustentable debe ser
entendido básicamente como una idea subvertidora" (motivadora a la
acción), no como un concepto abstracto vinculado a la continuidad o
perdurabilidad en el tiempo.
Otro de los enfoques de la sustentabilidad
está asociado a la mentalidad ecológica y a los valores de la equidad,
reciprocidad o simbiosis. Se distingue aquí un doble reclamo: equidad entre
los hombres (justicia, solidaridad) y equidad entre la sociedad y la naturaleza
(idea de la sustentabilidad).
La actual conceptualización de la
equidad humana presenta un enfoque amplio superando la visión clásica que la
asociaba sólo a la distribución de la riqueza. la equidad, forma operativo de
referir el valor justicia, alude hoy a la igualdad de derechos como a
las oportunidades de acceso o usufructuo de las riquezas naturales o
creadas, al manejo de la información, al desarrollo de las capacidades locales,
el liderazgo compartido, la participación en la toma de decisiones, entre otros
factores.
Este enfoque de la equidad implica
aceptar tres postulados fundamentales: primero, que el uso o aprovechamiento
del patrimonio natural debe darse dentro de la "capacidad de carga de los
sistemas sustentadores de vida" o de los "límites del espacio
ambiental disponible"; segundo, aceptar un rango relativo de
bienestar basado en los valores de la suficiencia- eficiencia y una ética de
responsabilidad global; tercero, la legitimidad de la desigualdad humana basado
en la diferencia de capacidades y esfuerzos (este postulado- base de la idea de
competitividad- resulta fundamental para asegurar la continuidad del progreso
histórico humano contrarrestando la ley de la entropía que indicaría que si no
hay fuerzas de innovación, primarían las fuerzas de degradación).
Como simbiosis la noción de
sustentabilidad la encontramos en la propuesta del "contrato natural"
planteado por Michel Sierres(Sachs, 1990). El plantea que para la humanidad no
es suficiente el contrato social sino que debe haber un pacto con la
naturaleza. Sostiene que el hombre puede hacer muchas cosas con la naturaleza,
pero si la destruye va a morir también.
El parásito- el hombre- no puede vivir
sin su hospedero- la Tierra -, estando entonces convocado a encontrar una forma
de simbiosis. Ello supone ciertamente renunciar a la aspiración de querer
controlar la naturaleza y la vida, pero no a renunciar a un papel protagónico.
Como se conoce la mentalidad
racionalista y el espíritu interventor moderno surgen con el Renacimiento y la
revolución científica del siglo XVI en adelante, haciendo pensar al hombre que
ya todo era posible, que la tecnología le permitiría liberarse de la
dependencia de su medio, que podría por fin ser dueño de la naturaleza, el rey
de la creación. Entre otras, esta idea está expresada en el pacto que Fausto
hace con el diablo para ganar la inmortalidad (Goethe, 1905).
Los resultados de esta actitud arrogante
los conocemos: la crisis ecológica global, la superpoblación, entre otros
hechos, que nos hacen ver el riesgo de la insustentabilidad de la vida en el
planeta.
3.3 SUSTENTABILIDAD: REFLEXION Y ACCION
Es casi una convención asociar la
ecología a la ciencia (en el sentido positivo de apego a los procedimientos y
los datos) y el ecologismo a la política (como ámbito de las ideas y valores,
la normatividad y formulación de políticas, la realización de acciones o la
generación de opinión).
Esta diferenciación, bastante coherente
por cierto, se sustenta en la clásica distinción entre el conocimiento y el
juicio, la ciencia y la ética, la reflexión y la acción, la objetividad y el
compromiso. Esta distinción es constitutiva del pensamiento occidental, sobre
todo desde los albores de la época moderna.
Ahora bien, esta polaridad no funciona mas,
por dos razones. La primera es que la evolución de la noción de ecología hasta
su actual enfoque holístico y transdisciplinario, ha superado la misma noción
de ciencia asociada a la especialización (al menos en su acepción positivista).
La segunda es que la magnitud de los problemas ecológicos, y los imperativos de
acción que ello implica, requieren mucho más que datos sobre los fenómenos,
esto es el involucramiento y articulación de los actores con prácticas de
aporte a las soluciones.
Por ello, hablar de ecología hoy
implica un amplio espectro de conocimientos coherentes con una visión integrada
del mundo; y ecologismo, una postura de intervención- fáctica o
simbólica- fundada en un sólido conocimiento y una opción ética global. En ese
sentido, más allá de la distinción didáctica, o el énfasis relativo de
especialización personal, la ecología simbólica y la ecología operacional son
dos momentos- diferenciables pero complementarios- de una misma praxis humana
globalizadora.
Similares el debate respecto a la
conceptualización del ambiente y el ambientalismo como forma de intervención. Ambiente
es un concepto integrador del conjunto de componentes de la realidad que son
significativos para el ser humano. Estos componentes pueden ser fácticos
(físicos, químicos, biológicos), histórico- culturales (ambientes construidos,
la vida social), como simbólicos (cosmovisión, ética, estética).
El ambientalismo es una visión
del ambiente desde la lógica política, que es la lógica con la que se
interpretan las acciones o prácticas de los actores sociales que influyen en
él. Así, los problemas ambientales tienen que ver con las actividades,
relaciones y conflictos entre los distintos sectores de interés u opinión,
antes que con datos científicos o técnicos. los problemas ambientales no se dan
sino que se crean.
El aporte del ambientalismo estaría en
su visión integradora de los problemas, como en la posibilidad de lograr
"una asociación menos conflictiva de los distintos enfoques y de las
diferentes disciplinas". En este sentido el aporte del ambientalista no
constituye otra cosa que la iniciativa o el liderazgo en el tratamiento de los
problemas socio- ambientales.
El ambientalista, de modo similar
al ecólogo operacional, reclama inteligencia para delimitar adecuadamente
los problemas, manejar las escalas espaciales, temporales y simbólicas, tejer
asociaciones proactivas, conducir aproximaciones o incluso las mismas
soluciones estructurales a los problemas; la diferencia entre ambos estaría en
su formación o grado de conocimiento (el primero podría tener cualquier
formación o incluso ser lego- caso de "Chico" Mendez -, mientras que
el segundo requiere ser calificado en alguna medida en ecología), como en la
eficacia de su acción política (el primero posee o cultiva las artes del
liderazgo en tanto el segundo los del asesoramiento).
|
REALIDAD Y CAMBIO: POSTURAS Y
PARADIGMAS DE ACCION SOCIAL
Pragmatismo, sin autonomía
Autonomía, sin pragmatismo
Autonomía y voluntarismo
Autononía y voluntad proyectual
___
Folch, Ramón 1995 "Ambiente y
desarrollo sustentable" en Documentos Ambiente Nro. 2 Serie Desarrollo
Sustentable, Fundación CEPA, La Plata.
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APROXIMACIONES DESDE El PERU
Esta "visión ampliada" del
país es la que posibilitará cuestionar tradicionales y arraigados esquemas
mentales (por ejemplo que el Perú es un "mendigo sentado en un banco de
oro"), que han subvalorado e inhibido el aporte del trabajo y creatividad
humanas desperdiciando oportunidades de crear riqueza (Castro, 1995), como
tampoco han permitido percibir ni valorar la diversidad de paisajes, recursos
biológicos y genéticos con que contamos- entre otros potenciales- planteados tempranamente
por autores como Dourojeanni (1987).
Igual es el caso de la visión de
"país agrario" teniendo no más del 5.91% del territorio apto para
actividades agrícolas, (predominando las tierras de aptitud forestal, las de
pastos y las de protección) o constatando que el país está ubicado en una de la
zonas más propensas a la desertificación a nivel mundial- siendo árido el 36%
de nuestro territorio sobre el que se asiento el 90% de la población incluyendo
la mayor porte de la actividad agropecuaria, industrial y minera del país)-
(INRENA- PNUMA-FAO, 1993).
O aquella visión del país construida a
partir de la percepción y experiencia costeña y andina, sin considerar que 60%
de nuestro territorio es amazónico con los grandes aportes- de ecosistemas y
culturas- que ello implica para el desarrollo futuro del país y la misma
sustentabilidad de la vida en el planeta, tal como lo resaltan Heinrich Herberg
(1995) y recientemente el Instituto de Investigación de la Amazonia Peruana
(IIAP, 1996).
Un replanteamiento de esta magnitud
comprometerá las clásicas disciplinas e identidades académicas (economía,
sociología, antropología, etc.), abriendo en cambio otras (la ecología humana
por ejemplo) y definitivamente obligará a enfoques integradores,
transdisciplinarios y operativos (proyectación ambiental).
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NUESTRA
HERENCIA SOCIO-AMBIENTAL ( *)
El Perú es heredero de milenarias
culturas andino- amazónicas que lograron desarrollarse con un relativo
equilibrio entre sus necesidades de sobrevivencia y la dinámica de los procesos
naturales. Esto fue posible gracias a mentalidades, sistemas sociales y
estrategias tecnológicas que permitieron una optimización de las capacidades
laborales, un adecuado poblamiento del territorio y el aprovechamiento de los
recursos sin sobrepasar su capacidad de regeneración o producir severos daños
a los ecosistemas.
El Perú es también resultado de un
proceso de conquista y colonización europea que significó un profundo trauma
humano y el inicio de un severo deterioro ambiental. El virreynato con su
visión depredadora, saqueó los recursos naturales e inhumanizó la vida del
continente. Resultado de ello son la drástica caída demográfica, la
desestructuración de los ordenamientos étnicos y sociales tradicionales, la
pérdida cultural y, lo mas grave, la imposición de valores humanos y
económicos ajenos a nuestra historia y ambiente. A nivel productivo resaltan
el abandono y destrucción de andenes y canales de riego, la tala de bosques
costeros y serranos, el casi exterminio de los camélidos sudamericanos, entre
otros.
La república continuó con estas
prácticas depredadoras, extendiéndolos- bajo forma de "boom"
económico- a otros recursos naturales: en el siglo XIX, el guano, salitre,
caucho, pastos y bosques cordilleranos y, en el siglo XX, el pescado,
petróleo, fauna y flora silvestre, lo cual ha conllevado deterioro de
nuestros ecosistemas y empleo irracional de la energía laboral humana.
Paralelo a ello la introducción de tecnologías inapropiadas (sobre todo en la
extracción y procesamiento de nuestros minerales y las industrias de
transformación en las grandes ciudades y puertos) ha producido- y está
produciendo- impactos negativos como la mortandad de ríos, lagunas y de
importantes sectores de nuestras costas marinas, así como la contaminación
atmosférica.
En las últimas décadas el proceso de
modernización, la crisis económica y la violencia propiciaron una importante
ola migratoria hacia las ciudades produciendo un sentido impacto humano
(tugurización, epidemias, desintegración social, etc.) y nuevos problemas
como la urbanización de tierras agrícolas y el crecimiento irracional del
parque automotor con su secuela de contaminación y problemas de tránsito, la
contaminación industrial y otros. Pero, la migración también se ha dirigido
hacia la región amazónica, derivando en la forzada colonización-
deforestación de la selva alta, el cultivo y procesamiento ilícito de hojas
de coca, la inadecuada extracción del oro y, en general, la explotación
irracional del suelo y los recursos madera, frutos y fauna silvestres.
Este recuento- hipercrítico- no se
propone abonar una imagen desdichada del país, todo lo contrario, busca
mostrar los puntos límites a los que hemos llegado con nuestros esquemas a
fin de cuestionar los patrones de desarrollo seguidos y avanzar hacia
enfoques más heurísticos de acuerdo a la nueva conciencia- y las nuevas
sensibilidades- planteadas por la humanidad a puertas de un nuevo milenio.
Aunque de modo incipiente el país
viene dando pasos en ese sentido. Son indicadores de esto el inicio de una
reestructuración y despegue económico (con criterios productivos, de
competitividad global y responsabilidad ambiental), como la evolución de su
mentalidad económica (aparición de una cultura empresarial desde la base y
tendencia a la superación del mercantilismo). Con ello quizá se pueda avanzar
hacia una economía social y ecológica de mercado capaz de satisfacer las
nuevas exigencias de calidad y productividad, de protección ambiental y
aprovechamiento sostenible de sus recursos y- por esta vía- dar pasos
eficaces hacia sistemas de producción y modos de vida más equitativos y
humanos, tal como no se pudo hacer con ideas y modelos fundados sólo en
ideologías o indicadores económicos.
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