Las
instituciones definidas como "ONGs" representan uno de los sectores
sociales más heterogéneos y diversos que existen. Esta circunstancia se debe al
hecho de que la propia definición basada en una negación (instituciones que no pertenecen al gobierno) describe a
un complejo y heterogéneo conjunto de agrupaciones y colectivos sociales, con
objetivos e intereses a veces contrapuestos entre sí.
En tal sentido, entes
tales como grupos de especialistas, instituciones semiautónomas del gobierno,
fundaciones empresariales, grupos de base, grupos estudiantiles, organizaciones
militantes e instituciones de servicio quedan arropados bajo la misma
denominación. Huelga decir que esta situación ha traído no pocas tensiones y
desencuentros.
A
pesar de estas limitaciones, lo cierto es que este campo existe de hecho, con
consenso colectivo o no, y el uso de las tres letras para definirnos es cada
vez más extendido. En todo caso, el término intenta describir toda la gama de
opciones que tiene la sociedad civil para organizarse y actuar de manera
autónoma frente a los poderes que representan los gobiernos, los grandes
intereses económicos y los partidos políticos.
Dentro
de este amplio espectro, podemos considerar que el desarrollo del campo de las
ONGs en nuestro país es regular, si lo comparamos con la experiencia que han
tenido otros países latinoamericanos, con mayor tradición de participación
popular y con sociedades civiles mejor estructuradas. Sin embargo, no cabe duda
que en los últimos años, concretamente en la década de los 90, es mucho lo que
se ha avanzado, tanto cualitativa como cuantitativamente en el desarrollo de
las ONGs en el país.
A
pesar de ello, aún es necesario fortalecer las instituciones que conforman este
colectivo en temas tales como la negociación internacional, la
profesionalización de cuadros, el trabajo cooperativo y la búsqueda de
alianzas. La discusión conceptual sobre el campo de las ONGs no puede agotarse
en el espacio de esta ponencia; por lo contrario, queda abierta a distintas
propuestas que permitan su redefinición y clasificación precisa de tal manera
de facilitar la comprensión de este importante sector social.
La
dificultad más común en cualquier conversación o evento donde participan ONG,
es la escasez de recursos de todo tipo, pero, sin duda, especialmente
económicos. Esto es una situación real y grave: la mayor parte de nuestras
instituciones no cuentan ni remotamente con los recursos necesarios para llevar
a cabo acciones que serían prioritarias de emprender. Esto a pesar de que
muchas veces han demostrado capacidad de eficiencia más elevada que muchos
organismos que sí cuentan con recursos.
Este
proceso se ha agravado en los últimos años, ya que como consecuencia de la
crisis económica del país han desaparecido o disminuido bruscamente muchas de
las fuentes tradicionales de financiamiento de estas instituciones
produciéndose un colapso en las ONG más pequeñas y económicamente débiles.
Aunque no hay datos precisos específicamente sobre el sector ambiental, es muy
indicativo que la Red "Sinergia" indicó recientemente que en los
últimos dos años han desaparecido 50% de las ONG del país.
Sin
embargo, esta no es la única dificultad. Es notorio como por muchos años, la EA
ha sido realizada por "enamorados" de este trabajo, que
frecuentemente no cuentan con adecuada formación (a veces con ninguna) para
desarrollar programas educativos ambientalistas que estén basados en el uso de
conceptos y metodologías sistematizados, adecuados y pertinentes. Por esta
razón, en la práctica a veces somos poco eficientes.
Sólo en los últimos años,
y de manera aún muy limitada, se comienza a tener conciencia de la necesidad de
formar cuadros técnicos para el desarrollo de estos programas. Tal situación
sin duda responde a que tanto en el país como a escala mundial la EA es todavía
un campo en desarrollo con ideas aún en proceso de consolidación, y donde aún
los procesos y programas de profesionalización son incipientes (González
Gaudiano, 1997).
A pesar de este
hecho, habitualmente hemos remediado la falta de capacitación profesional con
creatividad e imaginación, por lo cual si comparamos nuestra situación con la
de otros países quizás no estemos tan mal como pensamos. Una circunstancia que
empeora tal situación, es la dificultad para satisfacer las aspiraciones
económicas del personal experto existente. Por lo que es común que éstos se
vayan a sitios donde obtienen mejores pagas.
Otro
asunto que los afecta (aunque este no es un mal exclusivo de nuestro sector),
es la falta de capacidad para el trabajo de largo aliento, la planificación y
la sistematización de resultados. Habilidades que son muy necesarias para la
realización de proyectos sociales. Así mismo, a menudo el entusiasmo y el
apasionamiento inicial no se concretan en un esfuerzo continuado que nos
permita lograr resultados más sólidos. Cuántos proyectos no fueron culminados o
evaluados o no se puede conseguir ninguna referencia escrita sobre su
desarrollo, eso sin pedir que la experiencia ganada se compartiera mediante
algún tipo de publicación.
Otra
dificultad que frecuentemente que se siente es que los gobiernos no valoran a
la EA como actividad prioritaria, ni a las ONGs como actores fundamentales de
estos procesos. En encuestas realizadas, la segunda dificultad en importancia
mencionada fue la falta de apoyo por parte de los organismos públicos, resultado
que es cónsono con los arrojados en varios estudios anteriores.
Para
superar este problema es necesario que la Administración Pública comprenda la
importancia de la participación de la sociedad civil en todos los procesos de
gestión pública; y que somos algo más que utópicos incómodos, que cuestionamos
irracionalmente los procesos de desarrollo, olvidando la magnitud del peligro
de seguir obviando las variables ambientales en estos planes.
En
este mismo contexto, observamos con mucha preocupación el escaso cumplimiento
por parte del Gobierno de algunos de los compromisos internacionales en materia
ambiental y, particularmente la Agenda XXI. Es muy significativo en el tema de
educación ambiental es la falta de voluntad política e interés en cumplir con
el compromiso de desarrollar una Estrategia Nacional de Educación Ambiental,
tal como lo pide el capítulo 36 de la mencionada Agenda.
Lamentablemente,
otro problema que no podemos negar es que los ambientalistas (¿o ecologistas?)
estamos divididos. En algunos casos por razones de fondo de tipo ideológico o
por representar intereses contrapuestos, lo cual es normal en toda sociedad
democrática. Pero también estamos divididos por asuntos menores, que muchas
veces no pasan del campo de lo personal y lo trivial, y esto es un problema que
limita nuestra acción incluso en momentos significativos de la actividad
ambiental.
Finalmente,
no podemos dejar de retomar aquí, pese a que lo citamos previamente, el hecho
de que se atiende demasiado a los temas de la conservación de la naturaleza y
muy poco a los temas socio-ambientales, particularmente los referidos a los
problemas ambientales-urbanos.
Figura. Al Rededores de Tocache.

No hay comentarios:
Publicar un comentario
MUY BUENA