Las actitudes y la ética
ambientales varían de una cultura a otra y reciben la influencia de factores
sociales, teológicos y ambientales. Una ética ambiental está compuesta por
tres elementos principales:
El daño a las personas
El daño a las plantas y
los animales
El daño a los sistemas
naturales.
No es posible examinar
todo el ámbito de la ética y de sus influencias culturales, políticas y
teológicas. Vale la pena, sin embargo, darse cuenta de que ha habido ética
ambiental desde que el hombre apareció originalmente como especie, y es parte
integrante de todas las creencias religiosas.
Una observancia principal
de los budistas es el papel de la santidad de todas las formas de vida. Un
ejemplo de ética desarrollada en una cultura que tenia armonía ecológica era la
de los indios norteamericanos. Las diversas tribus indígenas tenían un respeto
profundo por el medio ambiente, y no hay duda de que reconocían que la tierra
tenía un espíritu.
Cuando Alce Negro, un hombre santo en los Sioux Oglala,
habla de "la belleza y la extrañeza de la tierra" el habla de la
reverencia por el medio ambiente cotidiano, un ambiente que estaba entretejido con la vida de los indios. La cercanía
con que los indios se sentían unidos a la tierra esta reflejada en los dichos y
declaraciones de sus pueblos. El jefe Lutero Oso Erguido, nacido en 1868, dice: "Los Sioux eran verdaderos
naturalistas. Amaban la tierra y las cosas de la tierra, y su apego crecía
con la edad.
Los ancianos llegaban literalmente a amar el suelo y se sentaban o
reclinaban sobre el terreno con un sentimiento de estar próximos a un poder
maternal. Era bueno para la piel tocar la tierra y a los ancianos les gustaba
quitarse sus mocasines y caminar con pies desnudos sobre la tierra sagrada.
Sus tiendas se construían sobre la tierra y sus altares eran hechos de tierra.
Los pájaros que volaban en el aire llegaban a descansar sobre la tierra, y ella
era el lugar de descanso final para todas las cosas que vivían y crecían. El
suelo aquietaba, fortalecía, limpiaba y sanaba" (Mc Luran 1971).
En esta cultura el
parentesco con todas las criaturas de la tierra, del cielo y del agua era un
precepto real y activo. Había un sentimiento de hermandad hacia los animales
del mundo.
En la cultura Inca, algo
similar ocurrió, un respeto por la tierra, el agua, los felinos, por las aves,
por los reptiles, etc. Y hasta ahora en muchas comunidades se sigue esta
tradición, aunque no como antes, con el culto a la madre tierra “la pachamama”,
al sol “Inti raymi”, al cerro, a los reptiles del suelo y del agua, a
determinadas aves, etc.
Tanto los Sioux como
nuestros antepasados incas creían que el corazón del hombre alejado de la
naturaleza se endurece y que la falta de respeto por las cosas que crecen y
viven pronto conduce a igual falta de respeto por los seres humanos.
Mientras esta ética
profundamente espiritual y ambiental existía en muchas culturas de los países
menos desarrollados, ella declinaba en el mundo occidental. A pesar de esto,
muchos tienen conciencia de la perdida, en particular, de los efectos deshumanizantes
y desocializantes de la rápida industrialización y urbanización y de sus efectos
sobre el medio ambiente.
Esta preocupación no se manifiesta solo en la
formación de grupos de presión ambiental, sino también, en grupos más
académicos se desarrolla una filosofía ambiental que evalúa las relaciones
entre el hombre y los seres que lo acompañan y sus relaciones con el entorno
biofísico.
La filosofía ambiental
aporta una valiosa perspectiva contemplativa a un modo de pensar que esté preocupado de la aplicación de técnica de
gestión y del activismo político. Con frecuencia,
la formulación y el desarrollo de una filosofía ambiental comprenden la resolución
de los elementos contradictorios que considera, como por ejemplo la restricción
ambiental de la libertad, la protección de la soberanía y las cuestiones de
derechos morales y culturales. El propósito de la filosofía ambiental es
desarrollar una ética que facilite actitudes y prácticas prudentes hacia el
medio ambiente. Se sostiene una gran variedad de puntos de vista diferentes en
el mundo occidental.
Se reconocen dos tipos básicos de pensamiento, el
ecocentrismo y el tecnocentrismo. La actitud ecocéntrica es aquella que tiene
poca fe en la tecnología de gran escala, cree que el materialismo por si solo
este equivocado y que la naturaleza tiene importancia intrínseca para la humanidad,
y tiene gran respeto por la idea de que las leyes ecológicas dictan la moral
humana. La actitud tecnocéntrica tiene una gran fe en que el hombre va a encontrar una salida de sus
dificultades, ya sea por la vía política o por la tecnológica.
Una forma de pensamiento ecocéntrico es el de los
tecnologístas intermedios y autodependientes, que tiene mucho que ofrecer a los
países en desarrollo cuya gente tenga la voluntad de desarrollarse en forma
independiente. Los tecnologístas intermedios tienen poca fe en la tecnología
de gran escala y sus demandas asociadas a élite de expertos, autoridad estatal
central e instituciones inherentes antidemocráticas.
Ellos ponen énfasis en la
pequeña escala y por consiguiente en la identidad comunitaria de asentamiento, trabajo
y ocio; y la integración de los conceptos de trabajo y ocio a través de un
proceso de participación personal y mejoramiento comunitario. Ellos dan
importancia a la participación en asuntos comunitarios y a garantizar los
derechos de las minorías. Se ve en la participación tanto educación permanente
como función política.
Para hacer frente a las angustiantes tendencias del
desarrollo occidental, los ambientalistas y economistas como Schumacher en 1973
y Pirages y Ehrlich (1974) han desarrollado ideas basadas en comunidades
sustentables y autodependientes, de pequeña escala, gobernadas principalmente a
base de participación comunitaria.
Uno de los
problemas ambientales más apremiantes es mantener la sustentabilidad de los
ecosistemas finitos. Muchos creen que la solución de este problema está en la
colaboración armoniosa con la naturaleza y el control basado en la comprensión
ecológica y la ética de servicio.
Para transformar una
actitud destructiva hacia el medio ambiente en una que se traduzca en una
tierra sustentable, será necesario desarrollar diversos enfoques ecológicos,
humanísticos y teológicos. El aprovechamiento y el desarrollo de una mejor
comprensión de estos enfoques pueden formular o dar énfasis a valores de
prudencia ambiental.
Miller y Armstrong en1982 sugirieron una serie de preguntas que
valdría la pena evaluar: ¿Es la humanidad la fuente de todo valor?. ¿Existe la
naturaleza para ser explotada?, ¿Se basa el éxito en la riqueza material?, ¿Son
ilimitadas
las fuentes materiales?, ¿Elijen los seres humanos que adaptarse al medio
ambiente o solo necesitan controlarlo utilizando la ciencia y la tecnología?
Para un sistema cultural diferente podría aplicarse un conjunto diferente de
preguntas.
Será interesante descubrir
como surgió históricamente la actitud del hombre versus naturaleza en cada
cultura, aunque las culturas más desafiantes y vitales podrían haber tratado de
desarrollar actitudes ambientalmente conscientes y de buscar alternativas.
Ellas deben evolucionar hasta formar una asociación con la naturaleza basada en
la comprensión ecológica y la cooperación; con énfasis en la preservación y en el estímulo de la
diversidad física, biológica y cultural, previniendo al mismo tiempo el
deterioro de la calidad del ambiente. La meta humana ideal es cuidar y
compartir, no el individualismo total y la dominación. Ningún individuo o grupo
tiene derecho a una porción siempre creciente de los recursos finitos de la
tierra.
Actualmente, en
nuestra sociedad predominan entre otros, los valores basados en una ideología
de mercado; en el individualismo; en la carrera por ganar y poseer; y en la
ruptura de las raíces de identidad de las culturas locales. Se antepone el
crecimiento económico al desarrollo vital y de las capacidades de los seres
humanos como individuos. Si queremos otro tipo de sociedad tendremos que
construir una realidad más cercana a la solidaridad, la equidad y la justicia;
basada en el respeto a las culturas; en ser sensible y democrática. Un camino
planteado es a través de la educación ambiental.
El construir nuevos valores a través de una ética ambiental nos habla de un
proceso arduo y complejo, enfrentado a no pocos retos, inercias y
problemáticas. El camino a recorrer será sinuoso.
En primera instancia debemos
trabajar en nosotros mismos, en ir abordando el no fácil proceso de buscar ser
congruentes entre lo que decimos y lo que hacemos, no nada más porque nos
cueste trabajo sino porque además estamos inmersos en un mundo de
contradicciones (por ejemplo en una sociedad de consumo agobiante), en la
reflexión de nuestras formas de concebir el mundo y la realidad, en nuestra
conciencia de clase, de estilo de vida, en las actitudes que tenemos como
persona hacia nosotros mismos y los demás,
hacia el medio que nos rodea, y en nuestro potencial como seres humanos, está
la capacidad para cambiar hacia un mundo mejor.
Ejemplos de
participación en actividades de EA no formal
La participación es una actuación, el resultado de
la educación ambiental, que acerca a los involucrados a los fines que se han
puesto como meta. La participación es el proceso metodológico que queda
definido por el fin que se pretende lograr; concientiza para que los
destinatarios realicen acciones positivas sobre el entorno, entendiéndolo como
un espacio que proporciona momentos educativos claros.
Los valores y una conducta ambiental positiva, de
los destinatarios de la educación ambiental no formal, juegan un importante
papel en el momento en que las actitudes son transformadas en acciones tales
como:
§ La realización de campañas de sensibilización para
generar cambios en los hábitos de consumo, de uso adecuado de los recursos, de
prevención de desastres, de fomento a la salud, de uso de tecnología
alternativa...
§ La organización de programas de voluntarios para la
restauración en espacios naturales.
§ La ocupación del ocio y tiempo libre para realizar
actividades tales como campamentos de verano en la naturaleza, turismo rural...
§ Organizar campañas de presión política que incluyan
actuaciones como el envío de cartas a empresas o autoridades, manifestaciones
públicas...
§ Realizar campañas sobre problemas ambientales
coyunturales o estacionales; en éstos se recogen experiencias para la
sensibilización sobre problemas tales como desastres ambientales, incendios...
§ La utilización de la información en los medios de
comunicación, vehículos para llegar a mucha gente y que pueden usarse para la
transmisión de valores ambientales o el fomento de actitudes a favor del medio
ambiente.
§ Practicar la interpretación ambiental en espacios
naturales con senderos guiados o autoguiados.
§ Elaborar programas de cursos y talleres dirigidos a
público diferenciado de diversos ámbitos de la sociedad, tomando como
receptores a amas de casa, niños, niñas, jóvenes, empresarios... El diseño de
los cursos y talleres debe estar fundamentado en la vida diaria, con temáticas
como el consumo, prevención, salud, huertos familiares, valores, autoestima,
sobrevivencia y otros.
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