jueves, 23 de junio de 2016

Ética ambiental

  
Las actitudes y la ética ambientales varían de una cultura a otra y reciben la in­fluencia de factores sociales, teológicos y ambientales. Una ética ambiental está compuesta por tres elementos principales:

El daño a las personas
El daño a las plantas y los animales
El daño a los sistemas naturales.

No es posible examinar todo el ámbito de la ética y de sus influencias culturales, políticas y teológicas. Vale la pena, sin embargo, darse cuenta de que ha habido ética ambiental desde que el hombre apareció originalmente como especie, y es parte inte­grante de todas las creencias religiosas.

Una observancia principal de los budistas es el papel de la santidad de todas las formas de vida. Un ejemplo de ética desarrollada en una cultura que tenia armonía ecológica era la de los indios norteamericanos. Las diversas tribus indígenas tenían un respeto profundo por el medio ambiente, y no hay duda de que reconocían que la tierra tenía un espíritu. 

Cuando Alce Negro, un hombre santo en los Sioux Oglala, habla de "la belleza y la extrañeza de la tierra" el habla de la reverencia por el medio ambiente cotidiano, un ambiente que estaba entretejido con la vida de los indios. La cercanía con que los indios se sentían unidos a la tierra esta reflejada en los dichos y declaraciones de sus pueblos. El jefe Lutero Oso Erguido, nacido en 1868, dice: "Los Sioux eran verdaderos naturalistas. Amaban la tierra y las cosas de la tierra, y su apego crecía con la edad. 

Los ancianos llegaban literalmente a amar el suelo y se sentaban o reclinaban sobre el terreno con un sentimiento de estar próximos a un poder maternal. Era bueno para la piel tocar la tierra y a los ancianos les gustaba quitarse sus mocasines y caminar con pies desnudos sobre la tierra sa­grada. Sus tiendas se construían sobre la tierra y sus altares eran hechos de tie­rra. Los pájaros que volaban en el aire llegaban a descansar sobre la tierra, y ella era el lugar de descanso final para todas las cosas que vivían y crecían. El suelo aquietaba, fortalecía, limpiaba y sanaba" (Mc Luran 1971).

En esta cultura el parentesco con todas las criaturas de la tierra, del cielo y del agua era un precepto real y activo. Había un sentimiento de hermandad hacia los ani­males del mundo.

En la cultura Inca, algo similar ocurrió, un respeto por la tierra, el agua, los felinos, por las aves, por los reptiles, etc. Y hasta ahora en muchas comunidades se sigue esta tradición, aunque no como antes, con el culto a la madre tierra “la pachamama”, al sol “Inti raymi”, al cerro, a los reptiles del suelo y del agua, a determinadas aves, etc.

Tanto los Sioux como nuestros antepasados incas creían que el corazón del hombre alejado de la naturaleza se endurece y que la falta de respeto por las cosas que crecen y viven pronto conduce a igual falta de respeto por los seres humanos.

Mientras esta ética profundamente espiritual y ambiental existía en muchas cultu­ras de los países menos desarrollados, ella declinaba en el mundo occidental. A pesar de esto, muchos tienen conciencia de la perdida, en particular, de los efectos deshu­manizantes y desocializantes de la rápida industrialización y urbanización y de sus efectos sobre el medio ambiente. 

Esta preocupación no se manifiesta solo en la formación de grupos de presión ambiental, sino también, en grupos más académicos se desarrolla una filosofía ambiental que evalúa las relaciones entre el hombre y los seres que lo acompañan y sus relaciones con el entorno biofísico.

La filo­sofía ambiental aporta una valiosa perspectiva contemplativa a un modo de pensar que esté preocupado de la aplicación de técnica de gestión y del activismo político. Con frecuencia, la formulación y el desarrollo de una filosofía ambiental comprenden la re­solución de los elementos contradictorios que considera, como por ejemplo la restricción ambiental de la libertad, la protección de la soberanía y las cuestiones de dere­chos morales y culturales. El propósito de la filosofía ambiental es desarrollar una ética que facilite actitudes y prácticas prudentes hacia el medio ambiente. Se sostiene una gran variedad de pun­tos de vista diferentes en el mundo occidental.

Se reconocen dos tipos básicos de pensamiento, el ecocentrismo y el tecnocentrismo. La actitud ecocéntrica es aquella que tiene poca fe en la tecnología de gran escala, cree que el materialismo por si solo este equivocado y que la naturaleza tiene importancia intrínseca para la humanidad, y tiene gran respeto por la idea de que las leyes ecológicas dictan la moral humana. La actitud tecnocéntrica tiene una gran fe en que el hombre va a encontrar una salida de sus dificultades, ya sea por la vía política o por la tecnológica.

Una forma de pensamiento ecocéntrico es el de los tecnologístas intermedios y autodependientes, que tiene mucho que ofrecer a los países en desarrollo cuya gente tenga la voluntad de desarrollarse en forma independiente. Los tecnologístas interme­dios tienen poca fe en la tecnología de gran escala y sus demandas asociadas a élite de expertos, autoridad estatal central e instituciones inherentes antidemocráticas. 

Ellos ponen énfasis en la pequeña escala y por consiguiente en la identidad comunitaria de asentamiento, trabajo y ocio; y la integración de los conceptos de trabajo y ocio a través de un proceso de participación personal y mejoramiento comunitario. Ellos dan importancia a la participación en asuntos comunitarios y a garantizar los derechos de las minorías. Se ve en la participación tanto educación permanente como función polí­tica. 

Para hacer frente a las angustiantes tendencias del desarrollo occidental, los ambientalistas y economistas como Schumacher en 1973 y Pirages y Ehrlich (1974) han desarrollado ideas basadas en comunidades sustentables y autodependientes, de pequeña escala, gobernadas principalmente a base de participación comunitaria.

Uno de los problemas ambientales más apremiantes es mantener la sustentabili­dad de los ecosistemas finitos. Muchos creen que la solución de este problema está en la colaboración armoniosa con la naturaleza y el control basado en la comprensión ecológica y la ética de servicio.

Para transformar una actitud destructiva hacia el medio ambiente en una que se traduzca en una tierra sustentable, será necesario desarrollar diversos enfoques ecológicos, humanísticos y teológicos. El aprovechamiento y el de­sarrollo de una mejor comprensión de estos enfoques pueden formular o dar énfasis a valores de prudencia ambiental.

Miller y Armstrong  en1982 sugirieron una serie de pre­guntas que valdría la pena evaluar: ¿Es la humanidad la fuente de todo valor?. ¿Existe la naturaleza para ser explotada?, ¿Se basa el éxito en la riqueza material?, ¿Son ilimi­tadas las fuentes materiales?, ¿Elijen los seres humanos que adaptarse al medio ambiente o solo necesitan controlarlo utilizando la ciencia y la tecnología? Para un sis­tema cultural diferente podría aplicarse un conjunto diferente de preguntas.

Será interesante descubrir como surgió históricamente la actitud del hombre ver­sus naturaleza en cada cultura, aunque las culturas más desafiantes y vitales podrían haber tratado de desarrollar actitudes ambientalmente conscientes y de buscar alterna­tivas. Ellas deben evolucionar hasta formar una asociación con la naturaleza basada en la comprensión ecológica y la cooperación; con énfasis en la preservación y en el estímulo de la diversidad física, biológica y cultural, previniendo al mismo tiempo el deterioro de la calidad del ambiente. La meta humana ideal es cuidar y compartir, no el individualismo total y la dominación. Ningún individuo o grupo tiene derecho a una porción siempre creciente de los recursos finitos de la tierra.

Actualmente, en nuestra sociedad predominan entre otros, los valores basados en una ideología de mercado; en el individualismo; en la carrera por ganar y poseer; y en la ruptura de las raíces de identidad de las culturas locales. Se antepone el crecimiento económico al desarrollo vital y de las capacidades de los seres humanos como individuos. Si queremos otro tipo de sociedad tendremos que construir una realidad más cercana a la solidaridad, la equidad y la justicia; basada en el respeto a las culturas; en ser sensible y democrática. Un camino planteado es a través de la educación ambiental.

El construir nuevos valores a través de una ética ambiental nos habla de un proceso arduo y complejo, enfrentado a no pocos retos, inercias y problemáticas. El camino a recorrer será sinuoso. 

En primera instancia debemos trabajar en nosotros mismos, en ir abordando el no fácil proceso de buscar ser congruentes entre lo que decimos y lo que hacemos, no nada más porque nos cueste trabajo sino porque además estamos inmersos en un mundo de contradicciones (por ejemplo en una sociedad de consumo agobiante), en la reflexión de nuestras formas de concebir el mundo y la realidad, en nuestra conciencia de clase, de estilo de vida, en las actitudes que tenemos como persona hacia nosotros mismos y los demás, hacia el medio que nos rodea, y en nuestro potencial como seres humanos, está la capacidad para cambiar hacia un mundo mejor.

Ejemplos de participación en actividades de EA no formal

La participación es una actuación, el resultado de la educación ambiental, que acerca a los involucrados a los fines que se han puesto como meta. La participación es el proceso metodológico que queda definido por el fin que se pretende lograr; concientiza para que los destinatarios realicen acciones positivas sobre el entorno, entendiéndolo como un espacio que proporciona momentos educativos claros.

Los valores y una conducta ambiental positiva, de los destinatarios de la educación ambiental no formal, juegan un importante papel en el momento en que las actitudes son transformadas en acciones tales como:

§  La realización de campañas de sensibilización para generar cambios en los hábitos de consumo, de uso adecuado de los recursos, de prevención de desastres, de fomento a la salud, de uso de tecnología alternativa...
§  La organización de programas de voluntarios para la restauración en espacios naturales.
§  La ocupación del ocio y tiempo libre para realizar actividades tales como campamentos de verano en la naturaleza, turismo rural...
§  Organizar campañas de presión política que incluyan actuaciones como el envío de cartas a empresas o autoridades, manifestaciones públicas...
§  Realizar campañas sobre problemas ambientales coyunturales o estacionales; en éstos se recogen experiencias para la sensibilización sobre problemas tales como desastres ambientales, incendios...
§  La utilización de la información en los medios de comunicación, vehículos para llegar a mucha gente y que pueden usarse para la transmisión de valores ambientales o el fomento de actitudes a favor del medio ambiente.
§  Practicar la interpretación ambiental en espacios naturales con senderos guiados o autoguiados.

§  Elaborar programas de cursos y talleres dirigidos a público diferenciado de diversos ámbitos de la sociedad, tomando como receptores a amas de casa, niños, niñas, jóvenes, empresarios... El diseño de los cursos y talleres debe estar fundamentado en la vida diaria, con temáticas como el consumo, prevención, salud, huertos familiares, valores, autoestima, sobrevivencia y otros.


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