Como he comentado líneas arriba, la evolución del movimiento
ambientalista corre pareja al fortalecimiento de la sociedad civil que,
también en las últimas décadas, ha ido conquistando espacios de participación y
adquiriendo mayor protagonismo en las sociedades democráticas –e, incluso, a
duras penas, en las que no lo son–, y reivindica modelos de vida más acordes
con los requerimientos de un planeta que sufre una grave crisis ecológica y
social.
En el terreno específico del ambientalismo,
muchos de estos movimientos, ONGs y asociaciones han desempeñado –y desempeñan–
un papel fundamental para impedir que los avances de la economía neoliberal
depredasen y destruyesen definitivamente ecosistemas de alto valor ecológico,
comunidades indígenas, culturas en peligro de extinción... Tales propuestas
han tenido, en general, dos frentes bien relacionados que se han
alimentado recíprocamente: la acción transformadora (reivindicaciones
ecologistas, buenas prácticas de las administraciones locales, cooperación
norte-sur...) y la educación (granjas escuela, aulas de naturaleza, centros
de educación ambiental...).
No es posible hablar de las acciones del
movimiento ambientalista sin comprender que están íntimamente asociadas al
esfuerzo de divulgación y concientización que, al mismo tiempo, la
educación ambiental ha desarrollado, en muchos casos, desde la educación formal
(universidades, institutos, escuelas...), pero también usando el poderoso
instrumento que constituye la educación ambiental no formal, que ha
permitido llegar a amplios colectivos ciudadanos.
Si la educación no formal siempre tuvo su sitio en
la sociedad, no parece aventurado afirmar que los problemas ambientales y los
movimientos asociados a su solución fueron el caldo de cultivo más fecundo para
la expansión de los métodos y prácticas no formales, para hacer de ellos
un verdadero instrumento de cambio.
Como antes comentaba respecto a la educación
ambiental, esta potencialidad de las estrategias no formales ya estaba presente
tiempo atrás en su propia entidad concientizadora y difusora de cultura.
Pero será también ahora, a partir de la década de los 90, cuando tal potencialidad
tome cuerpo y se haga efectiva en los contextos sociales, sobre todo en la
escala local, y permita que este movimiento sea un fermento social de primer
orden.
En efecto, los programas no formales facilitan en
gran medida la selección y la adaptación de los contenidos a los territorios
donde han de desarrollarse y a los sujetos a los que se dirigen, lo que hace
que, en este caso, puedan incidir sobre las conciencias y las conductas ciudadanas,
no sólo para orientar las modalidades de consumo (enseñar a consumir
los bienes de la Tierra), sino también, y esto es muy importante, para educar
en el no consumo (enseñar a valorar la escasez y finitud de los bienes
colectivos).
Al mismo tiempo, estos mensajes se completan con la confrontación
entre despilfarro y escasez que caracteriza las relaciones norte-sur y
que plantea la necesidad de realizar urgentes ajustes en uno y otro ámbito.
Así, la experiencia de crear escuela sin escuela
se va abriendo paso, con dificultades, de la mano de muchos educadores
ilusionados que intentan construir un modelo flexible de calidad, que fomente
la diversidad y las diferencias, y que sea revisable periódicamente, gracias al
reconocimiento explícito de que “no todo vale en educación ambiental”.
La educación ambiental no formal, expresión de un
vínculo y de una necesidad
De este modo, y en este amplio conjunto de
movimientos organizativos, se va constituyendo la educación ambiental no
formal como expresión de un vínculo y de una necesidad. El vínculo
establece, en primer lugar, la inextricable relación entre nuestro
movimiento educativo y el desarrollo sostenible que necesitan las sociedades
de nuestro tiempo.
Esto orienta necesariamente los procesos de educación
ambiental no formal hacia los problemas locales, nacionales y globales que
tienen que ver con la “sostenibilidad” (consumo y gestión de bienes naturales,
modelos energéticos, tratamiento de la biodiversidad, respeto por las culturas
autóctonas...).
Por otra parte, la necesidad nos habla de la urgencia
del cambio y del importante papel que este tipo de educación tiene para
concienciar acerca de los valores que reorientan las propias necesidades
humanas, las modulan, y las aproximan a los límites del ecosistema global y
a los principios de equidad.
En cuanto a las fórmulas para alcanzar tales
objetivos, parece obvio que la educación ambiental no formal no debería
copiar los modelos escolares, sino, más bien, construir dinámicas de
aprendizaje distintas, complementarias e incardinadas en la vida real. Como
advierte Tonucci, la imagen que puede permitirnos reflejar esta idea no es, por
tanto, la del programa o el texto, que poseen una lógica pre constituida y un
orden secuencial rígido, sino el “hipertexto”, que permite al usuario
construir una trama personalizada. Este tipo de proyecto no responde a una
idea ya establecida del medio ambiente, sino a la posibilidad de que puedan hacerse
distintas lecturas de una propuesta o realidad dada.
Como consecuencia del desarrollo de estos procesos,
un amplio colectivo de ciudadanos resulta beneficiado, entre ellos, algunos de
los grupos a los que pertenecen las llamadas personas-clave (planificadores,
gestores...), cuya formación ambiental resulta imprescindible si se quiere
realizar una correcta gestión de los recursos y atender a las demandas de los
colectivos ciudadanos.
Del mismo modo, aquellos que han de tomar las
decisiones, sobre todo, a escala local, comienzan a asistir a cursos y
seminarios sobre temas ambientales, muchos de ellos organizados en los centros
de educación ambiental y las aulas de naturaleza, que desempeñan así un papel
significativo en la difusión de una cultura ambiental entre los profesionales
que han de tomar decisiones de alto impacto ambiental –ya sea éste positivo
o negativo.
Consciente de la importancia de este movimiento y
de su relevancia para la extensión de la conciencia ambiental que, en nuestras
sociedades, se generaliza cada vez más, creo necesario detenerme en el análisis
pormenorizado de su alcance, sus objetivos y sus estrategias,
así como de las líneas de pensamiento y acción que lo guían.
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MUY BUENA