En la
universidad, se han desarrollado algunas experiencias para incluir la dimensión
ambiental en los ámbitos de formación, desde las carreras profesionales y desde
sus actividades de extensión, sin que se pueda afirmar que estas experiencias
hayan influido en los cambios fundamentales que requiere la universidad para el
logro de fines tan complejos en la formación, como los que exige una visión sistémica
del ambiente y una contextualización de la actividad investigativa, científica
y tecnológica en el marco social.
Las
experiencias mencionadas, fundamentalmente han estado relacionadas con la
inclusión de asignaturas con carácter ambiental y/o ecológico, en las carreras
profesionales. Ella se ha propuesto aportar elementos básicos, para
sensibilizar a los estudiantes en temáticas ambientales, que deben tener en
cuenta en el desarrollo futuro de su profesión.
Sin embargo, estos intentos en muy pocos casos, han conseguido tener una adecuada evolución que permita involucrar la temática desde su concepción sistémica e integral, para que trascienda lo ecológico o lo directamente relacionado con el campo de los recursos naturales. Por lo cual el esfuerzo se reduce a la incorporación de una asignatura más dentro de los planes de estudio sin contexto y sin proyecciones.
Sin embargo, estos intentos en muy pocos casos, han conseguido tener una adecuada evolución que permita involucrar la temática desde su concepción sistémica e integral, para que trascienda lo ecológico o lo directamente relacionado con el campo de los recursos naturales. Por lo cual el esfuerzo se reduce a la incorporación de una asignatura más dentro de los planes de estudio sin contexto y sin proyecciones.
La
prevalencia de un sistema disciplinario de formación, la existencia de
currículos inflexibles y cerrados, en torno a los saberes específicos de las
disciplinas; la descontextualización de la formación científica y tecnológica,
la atomización de la formación humanística y el aislamiento, que desde la enseñanza
universitaria se propicia, con respecto a lecturas de los contextos socio
culturales, como medio de significar el conocimiento y de resignificar la
realidad, han impedido que los esfuerzos por trabajar la problemática
ambiental, a través de procesos y desde una visión integral, hayan permeado al
sistema universitario y hayan generado, como en algunas oportunidades se había
esperado, corrientes de pensamiento capaces de influir en el cambio de
mentalidad requerida para la comprensión, no solo de la problemática ambiental
sino del papel de la universidad, en la búsqueda de soluciones alternativas
para la crisis ambiental.
La
preocupación por la lectura de contextos socioculturales, seguramente conduzca
de alguna manera a preguntarle a la sociedad: a través de qué instrumentos ha
interactuado, cuáles han sido sus construcciones culturales y a partir de qué
concepciones de Ciencia y Tecnología se ha desarrollado; y es aquí justamente,
donde la universidad tiene mucho que aportar: formar para interpretar
realidades, para saber preguntar y para poder construir respuestas
provisionales a estas preguntas, y para que como resultado de la formación, se
pueda buscar proyección en un marco ético y responsable desde la participación
en la toma de decisiones.
Esto implica, que la universidad reformule su visión de ciencia, su visión de tecnología, en una contextualización permanente de las mismas en lo social.
Esto implica, que la universidad reformule su visión de ciencia, su visión de tecnología, en una contextualización permanente de las mismas en lo social.
En
este marco, debe ser interesante para la universidad formularse una pregunta:
Qué sociedad queremos construir? Y confrontarla con otra complementaria. Qué
sociedad tenemos hoy? Ya que elaborando respuestas, a estos interrogantes, ella
se puede ubicar en la comprensión de la dinámica social, de sus principales
conflictos, de los orígenes de la problemática ambiental y de las interacciones
que han dado lugar a la mencionada problemática.
Quizás para elaborar respuestas provisionales a estos interrogantes, la universidad deba entrar en contacto directo con la diversidad, tanto en lo natural, como en lo social y en lo cultural. A través de este contacto, debe ser también posible detectar elementos importantes, que le permitan a la universidad construir un marco fundamental, para el desarrollo de un concepto de sostenibilidad acorde con las dinámicas propias del país. Un concepto de sostenibilidad que se ubique tanto en contextos locales como globales.
Quizás para elaborar respuestas provisionales a estos interrogantes, la universidad deba entrar en contacto directo con la diversidad, tanto en lo natural, como en lo social y en lo cultural. A través de este contacto, debe ser también posible detectar elementos importantes, que le permitan a la universidad construir un marco fundamental, para el desarrollo de un concepto de sostenibilidad acorde con las dinámicas propias del país. Un concepto de sostenibilidad que se ubique tanto en contextos locales como globales.
Este
sería un paso fundamental para empezar a plantear vías, que conduzcan a
identificar las necesidades de las comunidades, en el horizonte de su propio
desarrollo sostenible. Visto así, la universidad debe profundizar en el
conocimiento de la diversidad natural, teniendo siempre presente su referente
social; igualmente debe profundizar en el conocimiento de la diversidad social,
teniendo en cuenta el referente natural. Por supuesto, a través de lo anterior,
la universidad podría conocer más integralmente nuestra dinámica cultural. El
conocimiento de esta última, implica un análisis profundo del contexto natural
y del contexto social en los cuales ella se construye.
A través de esta profundización en el conocimiento de nuestra diversidad, la universidad debería poder reconocer la calidad de las interacciones y sus impactos en la producción de la problemática; lo cual facilitaría el reconocimiento de aquellas interacciones que han hecho sostenible un sistema natural, un sistema social y un sistema cultural, a través del tiempo. A si mismo mediante esta profundización, debería reconocer aquellas interacciones, que desde el punto de vista ambiental han conflictuado estos sistemas y los han conducido hacia la insostenibilidad actual. Así, la universidad podría saber hacia dónde orientar la investigación y por consiguiente, hacia donde orientar la formación en lo humanístico en lo tecnológico y en lo científico.
A través de esta profundización en el conocimiento de nuestra diversidad, la universidad debería poder reconocer la calidad de las interacciones y sus impactos en la producción de la problemática; lo cual facilitaría el reconocimiento de aquellas interacciones que han hecho sostenible un sistema natural, un sistema social y un sistema cultural, a través del tiempo. A si mismo mediante esta profundización, debería reconocer aquellas interacciones, que desde el punto de vista ambiental han conflictuado estos sistemas y los han conducido hacia la insostenibilidad actual. Así, la universidad podría saber hacia dónde orientar la investigación y por consiguiente, hacia donde orientar la formación en lo humanístico en lo tecnológico y en lo científico.
Desde
la reflexión anterior, la universidad debe replantear las concepciones de ciencia y de tecnología, que
por años han acompañado la formación profesional. De la enseñanza de una
ciencia que da prioridad a los resultados y no a los procesos, que en la
mayoría de las veces, se transmite sin adecuación contextual y con muy poca
relevancia para la significación permanente de la realidad; de una ciencia
carente de reflexión a propósito de espacios y tiempos, de una ciencia ausente
de historia.
La Universidad
debe pasar a construir una ciencia para la comprensión de procesos, para la significación
de la realidad, para la explicación de fenómenos y su relación con contextos
particulares y universales. Una ciencia para la comprensión del concepto de
interacción y una ciencia para la cual los espacios y los tiempos sean
elementos fundamentales para la ubicación contextual, en fin, una ciencia que
nos muestre el pasado, nos ayude a comprender el presente y nos deje visualizar
el futuro.
Lo anterior, buscando la recuperación, para los procesos de formación, del espíritu crítico y reflexivo que siempre ha acompañado a la actividad científica y que da lugar a la creatividad. Se trata entonces de poner la ciencia y el trabajo científico al servicio de la sociedad, a través de su aplicación para la comprensión de la problemática ambiental.
Lo anterior, buscando la recuperación, para los procesos de formación, del espíritu crítico y reflexivo que siempre ha acompañado a la actividad científica y que da lugar a la creatividad. Se trata entonces de poner la ciencia y el trabajo científico al servicio de la sociedad, a través de su aplicación para la comprensión de la problemática ambiental.
Así
mismo, la universidad requiere todo un replanteamiento de la visión de
tecnología, que en muchas ocasiones ha sido trabajada desde el “artefacto”,
desde la mecánica de su funcionamiento y desde su funcionalidad inmediata, sin
que medie la concepción sistémica del mismo, ni la clarificación de sus principios
de funcionamiento y mucho menos las proyecciones que este pueda tener, en un
contexto social, y atendiendo a la particularidad de las culturas usuarias.
La crisis ambiental, no exige la renuncia a la tecnología pero si, un cambio de signo. La tecnología no puede seguir siendo un brazo desarticulado del cuerpo social. Debe basarse en una visión interdisciplinaria de los hechos naturales y sociales. La crisis ambiental implica el replanteamiento del desarrollo tecnológico, no solo en función del hombre y de una mejor organización del sistema social, sino igualmente en función de las leyes de la vida. Una nueva tecnología que replantee la racionalidad del sistema científico. Esto por supuesto debe ser tenido en cuenta por la universidad para la construcción de una nueva concepción de tecnología en los procesos de formación.
La crisis ambiental, no exige la renuncia a la tecnología pero si, un cambio de signo. La tecnología no puede seguir siendo un brazo desarticulado del cuerpo social. Debe basarse en una visión interdisciplinaria de los hechos naturales y sociales. La crisis ambiental implica el replanteamiento del desarrollo tecnológico, no solo en función del hombre y de una mejor organización del sistema social, sino igualmente en función de las leyes de la vida. Una nueva tecnología que replantee la racionalidad del sistema científico. Esto por supuesto debe ser tenido en cuenta por la universidad para la construcción de una nueva concepción de tecnología en los procesos de formación.
Vista
la tecnología en los términos anteriormente planteados, desde lo ambiental la
universidad debe avanzar hacia una cultura de la tecnología, debe entender que el
mundo real del desarrollo científico tecnológico y la intervención ambiental,
es un mundo altamente complejo y esa complejidad que se traduce en incertidumbre
en la caja negra de la Ciencia-Tecnología debe ser conocida por los
estudiantes. La complejidad es algo que en cualquier caso, debe resolverse a
través de la discusión conceptual y empírica así como a través de la toma de
decisiones valorativas.
De
igual manera se debe replantear en la universidad la formación humanística, que
debe estar presente en todos los procesos, espacios, carreras tendientes a la
profesionalización. A manera de reflexión, desde el punto de vista ambiental es
necesaria una nueva visión de la formación humanística en la Universidad, donde
las ciencias sociales, se han construido, sin embargo, al margen del sistema
natural, como si el hombre nada tuviese que ver con el resto de la naturaleza.
Esto no pasa de ser un paisaje para solazarse o un escenario de guerras. La historia que hemos aprendido ha sido construida sin animales y sin plantas. Del descubrimiento de América solo conocemos a los héroes mitificados, pero nos olvidamos de sus caballos y de las plantas que traían en sus alforjas. Se olvida fácilmente que en el encuentro de América y Europa no triunfo solamente el valor de lo soldados, sino el neolítico del trigo y de los vacunos, contra el neolítico del maíz y del pavo. Mientras que las ciencias naturales quieren explicar una naturaleza sin hombre, las ciencias sociales prefieren un hombre sin naturaleza.
Esto no pasa de ser un paisaje para solazarse o un escenario de guerras. La historia que hemos aprendido ha sido construida sin animales y sin plantas. Del descubrimiento de América solo conocemos a los héroes mitificados, pero nos olvidamos de sus caballos y de las plantas que traían en sus alforjas. Se olvida fácilmente que en el encuentro de América y Europa no triunfo solamente el valor de lo soldados, sino el neolítico del trigo y de los vacunos, contra el neolítico del maíz y del pavo. Mientras que las ciencias naturales quieren explicar una naturaleza sin hombre, las ciencias sociales prefieren un hombre sin naturaleza.
La
Universidad debe reconocer que su papel, tanto en la investigación, como en la
formación y en la extensión, es esencial para la construcción de un
conocimiento orientado a la preservación y uso sostenible de la biodiversidad,
que responda a la categoría de un país megadiverso y pluricultural. Aquí el
análisis permanente de la interacción sociocultural es prioritario, ya que
permite la comprensión de dicha biodiversidad como patrimonio de las
comunidades, facilitando los procesos participativos y de apropiación de las
realidades ambientales.
Entonces
el cambio en este aspecto debe ser radical. De una formación humanística
atomizada, desde las disciplinas y áreas de investigación, pasar a una
formación para la comprensión de la integralidad de lo social; de un análisis
simplista de los social, pasar a un análisis de lo social desde la complejidad,
y desde su tejido y entramado cultural construido a través del tiempo; de la enseñanza
de una historia sin geografía y de una geografía sin historia, pasar a una contextualización del hombre y de su cultura,
en espacios y tiempos concretos para la reflexión crítica a propósito de sus
interacciones. En el contexto anterior se hace necesario educar para una nueva
comprensión de la Ciencia y la Tecnología y de su papel en la construcción
social.
Esta
visión sistémica y compleja del ambiente que da lugar a cambios fundamentales
en la formación desde la universidad, requiere una aproximación
interdisciplinaria para la construcción del conocimiento y por supuesto implica
una reorientación de la concepción de investigación. De tal suerte es urgente
pensar en la construcción de nuevos espacios que flexibilicen la estructura
universitaria, para el trabajo de problemas y la permanente contextualización
de los mismos. Igualmente es necesario empezar a implementar currículos
integradores que den paso a los conocimientos significativos, desde su
permeabilidad frente a realidades locales y globales. Lo anterior con una clara
ubicación de la conceptualización ambiental y de sus retos frente al desafío de
la crisis ambiental a la cual está abocado el planeta.
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