El proceso de evaluación
es una parte constitutiva del proceso educativo, y que uno no se puede realizar
adecuadamente sin el otro. La definición más adecuada de evaluación, con
referencia particular a la EA no formal es la evaluación educacional
sistemática o sea una medición formal del valor de los fenómenos educacionales.
Tales fenómenos incluirían una amplia variedad de procesos y prácticas en la
EA, que abarcarían desde la evaluación de un curso en particular para
extensionistas hasta la estimación del papel de una ONG en la promoción de la
EA a una clientela en particular.
El propósito de la evaluación es encontrar en qué
medida se han alcanzado los propósitos y objetivos de un programa o proyecto.
En la EA no formal tales propósitos pueden ser difíciles de buscar y el
ejercicio de evaluación podría incluir el examen de factores tales como:
§ El diseño del proyecto o programa;
§ Los aspectos cognoscitivos, afectivos y de
habilidades de los fines a ser logrados por los participantes;
§ Las condiciones
financieras, culturales y políticas para su factibilidad;
§ La aceptabilidad de su
contenido para los que aprenden, enseñan y organizan;
§ Las metodologías
utilizadas por el profesor/líder de
grupo;
§ Los materiales de
enseñanza/aprendizaje;
§ La contratación y
formación de los profesores/lideres de grupo;
§ La eficacia del programa
para prevenir/reducir el abuso ambiental.
Toda evaluación mide el
cambio y la influencia de ciertas variables, las cuales caen en dos categorías
principales, variables independientes y dependientes. Al considerar algunos de
los factores mencionados, se pueden variar algunos aspectos, tales como las
metodologías empleadas, los medios de enseñanza aprendizaje utilizados, la
cantidad de dinero asignada, la duración del curso, etc., y luego medir su
grado e influencia sobre el curso. Tales variables se denominan
independientes. Otros factores evaluables son cosas como el logro de los
estudiantes en comprender ciertos conceptos ambientales, aplicar ciertas
habilidades y desarrollar un interno por el medio ambiente.
Estas variables, que
indican la magnitud del cambio que puede o no haber ocurrido, se denominan
dependientes. Una de las tareas más difíciles en cualquier ejercicio de
evaluación es establecer objetivos claros y medibles en el programa. Otro
problema importante es decidir cómo deberá recogerse la evidencia que indique
si el programa está avanzando hacia el logro de esos objetivos. Por lo general,
se utiliza una combinación de técnicas para la recolección de datos; los
participantes en el programa como profesores, estudiantes, administrativos,
extensionistas, pueden llenar un cuestionario y/o preparar observaciones orales
o por escrito. Ellos también pueden ser observados en forma cuidadosa para
notar cambios de comportamiento, o pueden ser entrevistados por algún asesor
externo.
El trabajo escrito que se
presente en forma regular también puede ayudar a evaluar a los estudiantes. En
general, las técnicas que se empleen deben corresponder a la situación
educacional. Por ejemplo, si el programa de enseñanza incluye actividades
prácticas en el medio ambiente como construir una represa o plantar árboles, el
ejercicio de evaluación debería tratar de medir el mejoramiento en las habilidades manuales, y
posiblemente también, en los esfuerzos de cooperación.
La evidencia más fácil de
manejar es aquella que se puede contabilizar de alguna manera, pero gran
parte de ella estará en forma de simples descripciones que son difíciles de
categorizar. Cuando se haya reunido toda la evidencia será necesario examinarla
críticamente con respecto a su validez, pero casi con certeza ella dan cierta
luz sobre la eficiencia de los programas e indicará y mide si se están
presentando los problemas.
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