viernes, 10 de junio de 2016

EVALUACIÓN EN LA EDUCACIÓN AMBIENTAL NO FORMAL



El proceso de evaluación es una parte constitutiva del proceso educativo, y que uno no se puede realizar adecuadamente sin el otro. La definición más adecuada de evaluación, con referencia particular a la EA no formal es la evaluación educacional sistemática o sea una medición formal del valor de los fenómenos educacionales. Tales fenómenos incluirían una amplia variedad de procesos y prácticas en la EA, que abarcarían desde la evaluación de un curso en particular para extensionistas hasta la estimación del papel de una ONG en la promoción de la EA a una clientela en particular.

El propósito de la evaluación es encontrar en qué medida se han alcanzado los propósitos y objetivos de un programa o proyecto. En la EA no formal tales propósitos pueden ser difíciles de buscar y el ejercicio de evaluación podría incluir el examen de factores tales como:

§  El diseño del proyecto o programa;
§  Los aspectos cognoscitivos, afectivos y de habilidades de los fines a ser logrados por los participantes;
§  Las condiciones financieras, culturales y políticas para su factibilidad;
§  La aceptabilidad de su contenido para los que aprenden, enseñan y organizan;
§  Las metodologías utilizadas por el profesor/líder de grupo;
§  Los materiales de enseñanza/aprendizaje;
§  La contratación y formación de los profesores/lideres de grupo;
§  La eficacia del programa para prevenir/reducir el abuso ambiental.

Toda evaluación mide el cambio y la influencia de ciertas variables, las cuales caen en dos categorías principales, variables independientes y dependientes. Al consi­derar algunos de los factores mencionados, se pueden variar algunos aspectos, tales como las metodologías empleadas, los medios de enseñanza aprendizaje utilizados, la cantidad de dinero asignada, la duración del curso, etc., y luego medir su grado e in­fluencia sobre el curso. Tales variables se denominan independientes. Otros factores evaluables son cosas como el logro de los estudiantes en comprender ciertos concep­tos ambientales, aplicar ciertas habilidades y desarrollar un interno por el medio am­biente.

Estas variables, que indican la magnitud del cambio que puede o no haber ocurrido, se denominan dependientes. Una de las tareas más difíciles en cualquier ejercicio de evaluación es establecer objetivos claros y medibles en el programa. Otro problema importante es decidir cómo deberá recogerse la evidencia que indique si el programa está avanzando hacia el logro de esos objetivos. Por lo general, se utiliza una combinación de técnicas para la recolección de datos; los participantes en el pro­grama como profesores, estudiantes, administrativos, extensionistas, pueden llenar un cuestionario y/o preparar observaciones orales o por escrito. Ellos también pueden ser observados en forma cuidadosa para notar cambios de comportamiento, o pueden ser entrevistados por algún asesor externo.

El trabajo escrito que se presente en forma regular también puede ayudar a evaluar a los estudiantes. En general, las técnicas que se empleen deben corresponder a la situación educacional. Por ejemplo, si el progra­ma de enseñanza incluye actividades prácticas en el medio ambiente como construir una represa o plantar árboles, el ejercicio de evaluación debería tratar de medir el mejoramiento en las habilidades manuales, y posiblemente también, en los esfuerzos de cooperación.


La evidencia más fácil de manejar es aquella que se puede contabilizar de alguna manera, pero gran parte de ella estará en forma de simples descripciones que son difíciles de categorizar. Cuando se haya reunido toda la evidencia será necesario exami­narla críticamente con respecto a su validez, pero casi con certeza ella dan cierta luz sobre la eficiencia de los programas e indicará y mide si se están presentando los proble­mas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

MUY BUENA