La educación ambiental desde sus orígenes en la
década de setenta intenta constituirse en eje de las acciones educativas dentro
y fuera de la escuela que posibiliten mejorar la actual relación
sociedad-naturaleza.
El área de Educación Ambiental tiene por objeto
implementar acciones educativas con la comunidad en el ámbito formal y no
formal. Para ello, ha elaborado programas de acción que intentan fortalecer
acciones comunes para abordar y solucionar los problemas ambientales producto
de este desfasaje y conservar desde el desarrollo los ambientes de la región.
Además, para lograr los propósitos
de la Educación Ambiental es pertinente enfatizar en la relación que se debe
establecer entre la escuela y la comunidad. No es nada nuevo encontrar en los
discursos pedagógicos actuales serias críticas al papel que juegan las Instituciones
Educativas y en particular el maestro,
en una comunidad. Se ha planteado innumerables veces la desvinculación de la
escuela con la realidad.
Este
panorama aunque desolador, es razonable. Se conocen situaciones en las cuales
la escuela se pone de espaldas a la realidad como, por ejemplo, cuando a un
niño que vive en una zona de alta contaminación se le "enseñan" en el
aula de clase las definiciones generales de la misma, obligándolo a repetirlas
y memorizarlas, sin ninguna contextualización, solamente para resolver un examen,
olvidándose que él hace parte de una comunidad que sufre el problema y
negándole la posibilidad de influir sobre él y transformarlo.
Relación Escuela – Comunidad
La
vinculación de la escuela a la comunidad es importante porque desde esta
relación se pueden generar procesos de transformación que incidan en el
desarrollo individual y comunitario. Este desarrollo debe partir del
conocimiento del medio y el manejo del mismo dentro de unos criterios que
permitan una interacción dinámica acorde con las necesidades actuales como
medio de construir proyectos de vida,
orientados al mejoramiento de la calidad de la misma. Estos proyectos no pueden
construirse por fuera de un proceso formativo íntimamente relacionado con la
familia, la escuela y todos aquellos que de una u otra manera hacen parte de la
comunidad educativa. La formación en la escuela debe servir para preparar al
individuo para la vida.
En
este proceso debe ser claro para qué, cómo y por qué se forma un individuo,
partiendo del conocimiento de lo que quiere (valores e intereses), lo que puede
(capacidades) y lo que debe hacer (responsabilidades) y tomando como referencia
su problemática particular inserta en una problemática global (familia,
comunidad, región, país) resultado de las relaciones que se establecen entre
las dinámicas propias de los componentes de la sociedad y de la naturaleza.
Esta problemática está estrechamente relacionada con la transformación del
ambiente y es lo que se llama
problemática ambiental.
La
Educación Ambiental es importante en la formación del individuo puesto que abre
una perspectiva vital a través del manejo de las diversas variables de la
dinámica de la vida y logra ubicar al individuo como un ser natural y a la vez
como un ser social. Esta doble visión es lo que le permite al individuo ser
consciente de su realidad y dinamizar los procesos de cambio, buscando siempre
un equilibrio en el manejo de su entorno (dimensión ambiental).
En
consecuencia, vale la pena preguntar qué tipo de escuela se requiere y cuál
concepción de apropiación del conocimiento debe estar implícita en ella para
lograr vincular, de manera eficaz, al individuo con su propia realidad. Por
supuesto no puede ser la escuela tradicional, memorística, repetitiva y
verbalista, producto del paradigma instruccional basado en una relación de
enseñanza – aprendizaje en donde es el maestro el que "enseña" y el
alumno el que "aprende".
La
Educación Ambiental requiere una escuela que permita la participación activa
del niño y de toda la comunidad en la construcción del conocimiento para
encontrar alternativas de solución acordes con su problemática ambiental
particular. Se trata de una escuela en la que los criterios de integración e
interdisciplina se hagan realidad a partir de proyectos participativos,
cogestionarios y autogestionarios que permitan desarrollar en el individuo no
solamente conocimientos sino valores y actitudes que incidan en la construcción
de una concepción del manejo del ambiente. Esta concepción debe ser acorde con
el desarrollo propio de la comunidad a la que pertenece y de la sociedad de la
cual hace parte y debe participar en la formación de agentes de cambio, multiplicadores
conscientes de su papel transformador dentro de una comunidad.
La
escuela que se necesita debe ser una escuela cuya actividad tenga claros
referentes en su contexto natural, social, económico y político, entre otros,
para que participe de manera consciente en el diálogo permanente con la cultura
para la solución de los problemas. Para este tipo de escuela se requieren,
entonces, unos maestros y maestras investigadores que sean guías, orientadores,
dinamizadores de los proyectos y que tengan claridad de su papel como vínculo importante
entre los diversos sectores que conforman su comunidad.
Estos deben ser
flexibles en su quehacer, buscar el enriquecimiento de los procesos mediante la
participación para incidir activamente en la búsqueda de alternativas y tener
la capacidad de cuestionarse permanentemente, de buscar el diálogo para la
argumentación de sus explicaciones. Deben tener la posibilidad de asombrarse y
de reconocerse como entes en constante transformación.
Igualmente,
el tipo de escuela que se busca, obliga a volver la mirada sobre un currículo
flexible, en el que las fronteras disciplinarias no sean obstáculo para el
quehacer del maestro y no limiten su papel con los alumnos y con su comunidad y
en el que se refleje la diversidad natural, social y cultural. El currículo
debe estar ligado a la cotidianidad de los alumnos y propiciar situaciones de aprendizaje
conectadas con su realidad. Debe, así mismo, dar paso abiertamente a la
construcción del saber y, por ende, a la construcción del mundo.
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