La
función social de los medios de comunicación va más allá de su valor educativo.
Son también instrumentos indispensables para vehicular opiniones y contrastar
puntos de vista.
Han sustituido, en este sentido, a la “plaza pública”. Su
misión, por tanto, debe ser la de ayudar a la clarificación del contenido y
consecuencias de las diferentes decisiones/actuaciones/fenómenos relacionados
con el medio natural, divulgándolos en términos comprensibles, aportando toda
la información posible y, sobre todo, haciendo hincapié en las repercusiones de
todo orden (social, económico, medioambiental,...) que la
decisión/actuación/fenómeno pueda conllevar.
Ello equivale a admitir que los
medios de comunicación son un terreno propicio para la confrontación de
diversas concepciones de la vida y de la sociedad, concepciones que están en
permanente tensión. Esta tensión tiene reflejo en el seno de los mismos medios
(por ejemplo, en los conflictos entre intereses publicitarios y contenidos
informativos).
Cuando
los medios informativos asumen este papel, no solo son testigos de los cambios
sociales, sino actores y motores de los mismos en gran medida. El periodismo
“neutral”, al igual que la educación “neutral”, no existe. Conviene no olvidar
que, en muchos casos, la información ambiental se estructura en torno a un
conflicto, conflicto que en no pocas ocasiones trata de hurtarse al
conocimiento público. En este sentido, los medios de comunicación ejercen una
labor de denuncia, imprescindible e insustituible.
La información y la divulgación son instrumentos
básicos dentro de una estrategia de educación ambiental en el medio social. Los
medios de comunicación son agentes de información y formación social y, desde
ese papel, contribuyen también a la educación ambiental. Los periodistas
especializados realizan una labor muy diferente a la del educador ambiental,
sin embargo pueden apoyar o reforzar su acción.
De hecho, los medios de comunicación han tenido una
gran influencia en la extensión de la conciencia ambiental, algo comprensible
si se tiene en cuenta que llegan a amplios sectores de la población para los
que constituyen prácticamente la única fuente de información. A pesar de esta
realidad, el tratamiento de las cuestiones ambientales en los medios es todavía
insuficiente y, en general, presenta deficiencias importantes.
La televisión, ha cultivado tradicionalmente el
género documental. Algunas décadas atrás, incluso se produjeron series
documentales propias de gran calidad y fuerte impacto social, lo que por
desgracia no tiene continuación en la actualidad. Con todo, el tipo de
documentales programados tiende a centrarse en presentaciones de la naturaleza
más espectacular, de la fauna “salvaje”, de paisajes libres de la degradación
humana, aspectos que, si bien tienen interés y atractivo para el público, no
pueden constituir la única mirada sobre el entorno.
En el otro extremo del
abanico, la televisión presta atención a los desastres ecológicos en sus
múltiples vertientes, haciendo en general un tratamiento de escasa profundidad
y, a menudo, descontextualizado. Pero, además, hay que señalar la importancia
de los modelos y pautas que se difunden en la mayoría de programas y series,
dado que los mecanismos psicológicos de identificación desempeñan un papel
básico en la adopción de actitudes y comportamientos considerados como
deseables por la sociedad. En este particular, el diagnóstico es preocupante y
desalentador.
En cuanto a la radio, un medio de gran implantación
popular en nuestro país, existen algunos programas de periodicidad semanal,
siendo muy raros los diarios. Estos programas realizan dos tareas básicas: de
información sobre los problemas ambientales y de fomento de la participación a
través de secciones en las que los ciudadanos expresan sus opiniones,
inquietudes y propuestas, sobre todo en los canales de ámbito regional.
El
medio radiofónico ofrece grandes posibilidades para un tratamiento abierto,
inmediato y cercano de la información ambiental que deberían ser mejor
aprovechadas. Existen además otros medios de comunicación (radios libres,
fanzines, televisiones locales, etc.) que, aunque minoritarios, pueden ser
utilizados como herramientas para la formación y la educación ambiental.
Para resumir, puede decirse que, en todos los
medios de comunicación generalistas, se detecta una atención insuficiente e
inadecuada a los temas ambientales por diferentes causas. Una de ellas es la
desigualdad de peso frente a los contenidos tradicionales ya consolidados, que
lleva incluso a considerar la información ambiental como un “complemento”
fácilmente prescindible. Otra razón apunta a los déficits en el tratamiento
informativo, a la falta de investigación, al detrimento de las labores de
periodismo frente a las de mera redacción a partir de lo que generan los
gabinetes de prensa y las ruedas de prensa.
También hay que destacar el
problema de la lectura desenfocada de la realidad ambiental -excesiva atención
al suceso y, en su extremo, a la naturaleza exótica-, frente a la falta de
seguimiento y profundización en los asuntos más cotidianos y menos llamativos.
Los medios de comunicación privados deberían hacer
una revisión del tratamiento que dan a la información ambiental, dándole un
espacio adecuado y mejorando la calidad de los contenidos. En cuanto a los
medios públicos, es obligada la atención a los temas ambientales, a través de
una información veraz, contrastada y relevante que responda a la función social
que están llamados a desempeñar. En este caso, es exigible un aumento en
cantidad y calidad de los programas específicos de contenido ambiental, tanto
informativos como más explícitamente educativos, y realizados con medios
técnicos y humanos propios. Asimismo, es necesario un esfuerzo para que los
valores pro-ambientales impregnen la programación general.
Por su parte, la información ambiental
especializada ha logrado afianzarse a través de revistas de distinta
periodicidad. A finales de los años 80 y principios de los 90, se produce una
verdadera eclosión de revistas centradas en temas de ecología y medio ambiente,
junto a otras de turismo y deportes en la naturaleza.
Aunque destinadas a un público
minoritario, han dado lugar al amplio abanico que hoy encontramos:
publicaciones de distribución comercial y venta en quioscos; publicaciones
distribuidas por las organizaciones de defensa de la naturaleza; revistas
divulgativas que abordan circunstancialmente temas ambientales; y publicaciones
ambientales de los organismos públicos con competencias en la materia.
Esta prensa especializada tampoco se ha visto libre
de ciertos vicios en la forma de tratar la información ambiental. Algunos se
mencionaron al hablar de los medios generalistas, pero otros son más
específicos, por ejemplo: la confusión entre información y publicidad de
productos supuestamente ecológicos (cuyo etiquetado no siempre tiene
reconocimiento oficial) o la invitación al “consumo de naturaleza”, a través de
ofertas de visita a parajes exóticos y de práctica de deportes de aventura, sin
consideración a problemas de exceso de frecuentación y deterioro de lugares
sensibles. Hay que señalar, además, la escasa atención a la educación ambiental
que se presta incluso en estos medios especializados.
A finales de los 80 surgen también las primeras
revistas dedicadas en exclusiva a la educación ambiental, tanto de ámbito
estatal como autonómico; éstas últimas editadas por las respectivas comunidades
autónomas o por las asociaciones de educación ambiental. A ellas se suman
números monográficos de revistas de pedagogía dedicadas a este particular. Las
publicaciones especializadas en educación y comunicación ambiental son un medio
fundamental de reflexión conjunta e intercambio para el colectivo de los
educadores ambientales. En los últimos años se ha podido constatar un
incremento en la oferta existente, tanto en cantidad como en calidad y
diversidad. Con todo, es necesario realizar un esfuerzo colectivo para consolidar
y mejorar este tipo de publicaciones.
Las nuevas tecnologías informáticas y multimedia
abren nuevos caminos a la información ambiental, desde lo local a lo global.
Por un lado, pueden asegurar la reutilización de lo que se divulga en los
medios tradicionales, generalmente efímero. Por otra parte, el acceso a
múltiples fuentes y bases de datos facilita el contraste de la información
antes de ser publicada. De hecho, el acceso a las fuentes de información es uno
de los problemas que señalan los periodistas especializados.
Hoy por hoy, la
administración es una de las fuentes principales de información ambiental y,
sin embargo, los profesionales denuncian la dificultad de libre acceso a datos
básicos o diferentes de los que aportan, ya elaborados, los gabinetes de prensa
institucionales. Es necesario que la administración mejore en transparencia
para que mejore el trabajo de información a la sociedad. Del mismo modo,
también existen problemas con la comunidad científica, que debe hacer un
esfuerzo de interpretación de los datos que aporta para facilitar la labor
divulgativa de los periodistas.
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